Derechos Humanos
Sonia Garro: notas desde la cárcel
Iván García
La Habana 28-06-2012 - 9:53 am.
El camino que la llevó a la cárcel comenzó por un proyecto para niños 
pobres en Marianao.
Una tarde gris de 2010, Sonia Garro me contaba sus motivos para crear un 
proyecto comunitario con niños pobres de su barrio Los Quemados, en el 
municipio habanero de Marianao.
Recordaba que mientras estaba sentada en su máquina de coser 
norteamericana de los años 50, con frecuencia observaba accidentes de 
niños que jugaban en la calle, por descuido de sus progenitores. Desde 
el portal de su casa, en las noches, miraba adolescentes de cuerpos 
escuálidos prostituirse por unos pesos o baratijas. Por esa época, Sonia 
trabajaba en un policlínico como técnica de laboratorio.
A los pocos meses tomó una decisión que cambiaría su vida. Creó en su 
barrio un centro independiente para niños de padres con bajos recursos. 
No importaba la afiliación política. La idea era que en su tiempo libre 
los menores no anduvieran jugando de forma peligrosa en las calles.
El proyecto creció. Y en su mejor momento llegó a tener más de 20 
muchachos. Incluso, pensó abrir otras sucursales en las barriadas 
marginales de Pogolotti y Palo Cagao. Lo menos que supuso Sonia Garro 
fue que los servicios especiales de la policía la acosarían con rudeza. 
Pero sí, a los tipos duros de la inteligencia les molestó su labor.
Y con frecuencia en su casa de la Avenida 47 entre 116 y 118 le armaban 
actos de repudio. Ya se saben lo que son estos actos. Puros 
linchamientos verbales. Además de gruesas ofensas, palos y cabillas en 
mano, una banda de combatientes jubilados le lanzaban piedras y tomates.
Luego de fracasar en su intento de crear un espacio que ofreciera 
actividades a niños y adolescentes, Sonia decidió subir la parada. Junto 
a otras mujeres, como ella Damas de Apoyo a las Damas de Blanco, se iba 
a protestar en céntricas calles. Los motivos eran variados. Igual podía 
ser para recordar al disidente Orlando Zapata, que gritar con las venas 
del cuello a punto de reventar por la libertad y el respeto a los 
derechos humanos.
Fue su apuesta personal. Son precisamente las calles y las actividades 
públicas el gran temor del Gobierno de Raúl Castro, que utiliza todas 
las armas de su arsenal para ejercer el control. Así que, además de 
frecuentes golpizas, altos oficiales de la Seguridad del Estado le 
hicieron saber a Sonia que no les permitirían una protesta callejera 
más. Y así fue.
En marzo de este año, una semana antes de la visita del Papa, en un 
operativo espectacular, fuerzas antimotines la detuvieron junto a su 
esposo Ramón Alejandro Muñoz. Ahora ella espera sentencia en la prisión 
de máxima seguridad para mujeres conocida por Manto Negro.
Pudiera ser condenada a muchos años. El gobierno la incrimina por 
"tentativa de asesinato" y "desorden público". Sonia no sabe a ciencia 
cierta por qué se le acusa de "intento de asesinato". Jamás por su mente 
le ha pasado la idea de matar a nadie.
A ratos, Sonia Garro me hace llegar pequeñas notas desde la cárcel. En 
una carta escrita en un trozo de papel de libreta dice: "Desde que estoy 
presa me han negado todo contacto con mi marido. A las mujeres de aquí, 
que tienen a sus esposos presos, las llevan al Combinado del Este para 
que los vean. A mí me dijeron que yo no estaba en el listado".
En otra nota me cuenta que el 30 de mayo sufrió un accidente mientras la 
trasladaban en un carro celular de la prisión. Ha tenido muchos 
problemas para atenderse con un médico.
Su hermana Yamilé, quien semanalmente carga una jaba de 10 kilos para 
llevarle alimentos y aseo a Sonia y su cuñado Ramón, me contaba que 
después de un registro a fondo efectuado por la Seguridad del Estado en 
la modesta vivienda del matrimonio en Marianao, el saqueo de supuestos 
vándalos los han dejado sin pertenencias.
Además de esperar sentencia en una cárcel de mayor rigor, y dejar atrás 
una hija de 15 años que crecerá sin el cariño y la educación de sus 
padres, Sonia Garro sufre represalias por parte de las autoridades. El 
mensaje enviado por el General Raúl Castro a los disidentes de barricada 
es alto y claro: hay una frontera tenue que no se debe traspasar.
Aunque nadie conoce a ciencia cierta cuál es la delgada línea que separa 
lo permisivo de aquello que el Gobierno considera delito. Sonia Garro 
tampoco lo sabe. Ella está convencida de que solo reclamaba sus derechos.
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/11763-sonia-garro-notas-desde-la-carcel
 
 
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