Al rescate de los tiranos
Jueves, 28 de Junio de 2012 14:26
Escrito por Luis Cino Álvarez	
Cuba actualidad, Arroyo Naranjo, La Habana, (PD) En los últimos cuarenta 
años, el libro "Las venas abiertas de América Latina", del uruguayo 
Eduardo Galeano, ha sido la Biblia de la izquierda latinoamericana. 
Escrito a inicios de los años 70, ha contribuido, tanto como los 
informes de la CEPAL y los discursos de Fidel Castro, a conformar la 
percepción de una realidad demasiado compleja y cambiante para 
circunscribirla simplemente a la teoría de la dependencia, el 
anti-imperialismo y el mesianismo revolucionario.
Galeano, sin dudas un excelente escritor, pero no un especialista –él 
mismo lo ha reconocido muchas veces-, escribió sobre historia y economía 
política en "Las venas abiertas de América Latina" como si se tratase de 
una novela de piratas. Y eso es un modo algo aventurado de proceder 
cuando se trata de explicar a un público no especializado, pero agobiado 
de problemas y ávido de soluciones, por qué América Latina parece ser 
una región condenada a la humillación y la pobreza.
El propio Galeano explica: "Lo que uno escribe puede cobrar sentido 
colectivo cuando de alguna manera coincide con la necesidad social de 
respuesta".
Las interpretaciones que hace Eduardo Galeano de la historia 
latinoamericana, aunque no carentes de bastantes buenas razones, son muy 
peculiares e ideológicamente interesadas. Para Galeano, la veneración 
por el pasado es reaccionaria. Explica que los poderosos cultivan la 
nostalgia histórica para legitimar sus privilegios: "La derecha elige el 
pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto".
Pero en sus manipulaciones históricas, siempre a contracorriente de la 
historia oficial, Galeano tiene sus muertos preferidos. Y no me refiero 
precisamente al muy idealizado Simón Bolívar. Galeano llega a extremos 
escandalosos cuando en la búsqueda de legitimidades históricas para el 
presente, trata de reivindicar a tiranos del pasado, como Juan Manuel de 
Rosas, José Gaspar Rodríguez de Francia o el general Francisco Solano 
López. Para Galeano, que pretende rescatarlos del "bestiario de la 
historia oficial", los crímenes de estos tiranos son solo "deformaciones 
ópticas impuestas por el liberalismo", "mitos y excomuniones de la derecha".
Para Galeano, el populismo nacionalista del argentino Juan Manuel de 
Rosas, basado más que nada en los intereses de los ricos estancieros, lo 
exime de los crímenes cometidos por los matones de la Sociedad Popular 
Restauradora (la Mazorca) y su policía secreta contra sus enemigos 
unitarios, partidarios de las reformas liberales.
Galeano se extrema en la defensa de la excéntrica y xenófoba tiranía de 
36 años del doctor Francia en Paraguay. Afirma que gracias al cierre a 
cal y canto del país impuesto el Dictador Supremo, Paraguay fue hasta la 
Guerra de la Triple Alianza, el único país latinoamericano cuya economía 
no fue deformada por el capital extranjero. Aunque califica a su régimen 
como "un largo gobierno de mano de hierro", Galeano le atribuye "haber 
incubado en la matriz del aislamiento, un desarrollo autónomo y sostenido".
Así explica Galeano el régimen del Supremo: "El Estado, omnipotente, 
paternalista, ocupaba el lugar de una burguesía nacional que no existía, 
en la atarea de organizar la nación y orientar sus recursos y su 
destino. Francia se había apoyado en las masas campesinas para aplastar 
la oligarquía paraguaya y había conquistado la paz interior tendiendo un 
estricto cordón sanitario frente a los restantes países del antiguo 
Virreinato del Río de la Plata. Las expropiaciones, los destierros, las 
prisiones, las persecuciones y las multas no habían servido de 
instrumentos para la consolidación del dominio interno de los 
terratenientes y los comerciantes, sino que por el contrario, habían 
sido utilizados para su destrucción".
La apología alcanza un clímax verdaderamente cínico cuando Galeano 
sentencia: "No existían ni nacerían más tarde las libertades políticas y 
el derecho de oposición, pero en aquella etapa histórica, sólo los 
nostálgicos de los privilegios perdidos sufrían la falta de democracia".
¿Les suena familiar cuando asegura que Paraguay era el único país del 
continente que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones y donde no 
había niño que no supiese leer y escribir?
A juzgar por lo llenas que estaban las cárceles paraguayas en la época, 
y según la novela "Yo, el Supremo", de Augusto Roa Bastos, un escritor 
nada sospechoso de ser de derecha, parece que el Paraguay del doctor 
Francia no era tan idílico como lo pinta Galeano.
A pesar de que Galeano exalta la política autárquica de desarrollo 
implementada por el estado luego del aniquilamiento de la oligarquía, y 
afirma que "la doctrina liberal, expresión ideológica de la articulación 
mundial de los mercados, carecía de respuestas para los desafíos de 
Paraguay, obligado a crecer hacia dentro por su aislamiento 
mediterráneo", en la página siguiente del libro se deshace en elogios 
hacia el crecimiento económico experimentado durante los posteriores 
gobiernos de Carlos Antonio López y de su hijo, Francisco Solano López, 
que lo sucedió en 1862, y que significaron el paso del enclaustramiento 
tiránico al liberalismo formal.
Solano López arrastró a Paraguay en 1865 a la guerra contra Brasil, 
Argentina y Uruguay. Muchos historiadores opinan que no le quedaban más 
opciones frente a las ambiciones de sus vecinos. Señala Galeano que "la 
Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay aniquiló la única 
experiencia exitosa de desarrollo independiente" en América Latina. "Los 
banqueros y comerciantes británicos fueron los principales beneficiarios 
de la guerra", recuerda Galeano.
Los ejércitos aliados llevaron a cabo un verdadero genocidio, uno de los 
más infamantes capítulos de la historia americana. El empecinamiento de 
Solano López, quien no dudó en fusilar por traición nunca probada a su 
propio hermano, provocó que, tras cinco años de guerra, solo 
sobrevivieran 250 000 paraguayos, menos de la sexta parte de la 
población del país.
Para Galeano, Solano López, que murió en combate en el Cerro de Corá, en 
1870, "encarnó heroicamente la voluntad nacional de sobrevivir". Autores 
como él han contribuido a la conversión en mito de un tiranuelo 
extravagante y testarudo que casi provoca el exterminio de su nación. 
Hasta el dictador Alfredo Stroessner presumía de ser su heredero. Ahora 
que los gobiernos de la Alianza Bolivariana pretenden "hondurizar" la 
situación en Paraguay tras la destitución parlamentaria del presidente 
Ricardo Lugo, no se asombren si aparece algún frente de resistencia, 
partidario del socialismo del siglo XXI, con el nombre de Solano López.
Para Cuba actualidad: luicino2012@gmail.com
http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/4451-al-rescate-de-los-tiranos.html
 
 
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