Se acabó el futuro
Viernes, Junio 29, 2012 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -La revista TIME ha publicado el 
pronóstico de uno de esos expertos sabios de la metatranca, según el 
cual, para el año 2045, o sea dentro de 33 abriles, la especie humana 
será superada por la inteligencia artificial. Así que nuestro cerebro 
(que todavía es menos conocido que la luna por los científicos) va a 
quedar en desuso, obsoleto, listo para el tacho de los desperdicios. Tal 
vez sea una buena noticia para los caciques del régimen cubano. Aunque 
faltaría por ver si les interesa. Que no en balde ellos les ahorraron el 
trabajo a la ciencia, desde hace mucho tiempo, al declarar obsoletos los 
cerebros de sus gobernados.
Si nos atenemos solamente a los sabiondos futurólogos como el de TIME, y 
a los malbaratadores del cerebro humano, como nuestros caciques, muy 
bien nos convendría dormir con un ojo abierto y encomendándonos a todos 
los santos, no sea que derive en siniestra pesadilla el sueño que 
soñaremos esta noche.
Debe ser porque siempre lo teníamos delante, como la clásica zanahoria, 
a un palmo de la nariz, tan pregonado como inalcanzable, sobrepasándonos 
a un ritmo de sesenta segundos por minuto, pero el futuro, además de una 
palabra maltratada en todas las consignas, había llegado a convertirse 
para nosotros en un paliativo, una suerte de tentempié, como esos 
suplementos vitamínicos que nos mandan los parientes de Miami, los que, 
si bien no llenan el vacío en los calderos, ayudan a mantener las suelas 
sobre el suelo mientras el palo va y viene.
En el modo en que los cubanos de a pie percibíamos el futuro, iban 
mezclados, complementándose, tanto quizá como en ningún otro caso, 
nuestra capacidad de ilusión y nuestro sentido práctico. Por eso, aun 
cuando no faltasen motivos, muy rara vez asumimos el futuro en plan 
dramático, y menos como un ente misterioso, sino como a esa tía casada 
con un finlandés que ha prometido venir a visitarnos.
Pensar, para cualquiera de nosotros, era pensar en el futuro, o sea, 
pensar que mañana sería mejor que hoy porque nos acercaba a pasado 
mañana. Era una forma pobre, pero era nuestra forma de aliviar el drama 
de lo cotidiano. Entre las profecías apocalípticas de Fidel Castro y el 
chino de la charada, quien nos predice el número que va a salir en la 
bolita, y gracias al cual quizá podamos resolver el desayuno del día 
siguiente, optamos sin titubeos por la Rifa Chiffá del chino. A fin de 
cuenta, nunca hubo noción de futuro que pudiera convencernos 
completamente si no traía incluido el desayuno de mañana en la mañana.
Era un punto de vista muy justo. Además, portador de nuestra única 
expresión de disidencia generalizada. Un ejercicio de libre albedrío 
ante los asaltos embrutecedores de la dictadura, que afinca su poder en 
la monopolización mental y en el ayuno del presente, limitándose a 
vendérnoslo como promesa de porvenir.
Pero algo grave parece estar ocurriendo aquí últimamente. Es como si 
todos a un tiempo, sin previo acuerdo, nos hubiéramos dados por 
vencidos, haciendo dejación de lo único que nos quedaba: nuestra muy 
particular perspectiva de futuro.
Estamos dejando de pensar en el mañana, lo cual, en nuestro caso, 
equivale a dejar de pensar. Es justamente por pensar sólo en el hoy, en 
el ahora mismo (o sea, por no pensar), que procuramos en masa subirnos a 
un avión, sin que importe ya hacia dónde nos lleve, o nos vamos sin 
irnos, con el alma en vidriera, dispuestos a vendérsela no al mejor 
postor sino al que más a mano nos queda, que es el propio régimen, en su 
nuevo disfraz reformista. Y debe ser por eso que hemos adoptado la 
inopia y el marasmo espiritual como signos de identidad.
Tal vez habría que decir, con Paul Valéry, que uno de nuestros más 
serios problemas del presente consiste en que el futuro ya no es lo que 
era. Como a otras tantas perlas patrimoniales que hemos ido perdiendo de 
vista a lo largo de las últimas décadas, parece que empezáramos a 
considerarlo una cosa antigua.
Te llaman porvenir porque no vienes nunca, nos profetizó desde su cima 
un gran poeta, al que nunca prestamos demasiada atención. Por suerte. 
Porque más esperanzador que el porvenir, era, hasta hace poco, nuestra 
manera de concebirlo. Así como infinitamente más descorazonador que el 
hecho de no tener futuro, es hoy para nosotros, dadas las 
circunstancias, dejar de pensar en futuro.
http://www.cubanet.org/articulos/se-acabo-el-futuro/
 
 
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