31 de julio de 2012

Desparasitar las remesas

Remesas, Migración

Desparasitar las remesas

No se trataría de suprimir la ayuda a los nuestros, desde luego, sino de
optimizarla

Luis Manuel García Méndez, Madrid | 31/07/2012 11:29 am

El pasado 18 de junio se restableció el pago de aranceles en aduana a
los alimentos que entren a la Isla los portadores de un pasaporte
cubano. Diez pesos por kilogramo si eres residente en el país o diez CUC
si habitas del Malecón pa fuera.

Ahora nos notifican de las nuevas tasas aduaneras para viajeros y envíos
de paquetes que pesarán a partir de septiembre sobre artículos sin
carácter comercial, destinados a personas naturales. La resolución
122/2012 estipula el precio, según su peso, de los productos que
clasifican como miscelánea (ropa, calzado y similares), cuyos envíos se
realicen a la Isla por vía aérea, marítima, postal y de mensajería.
Quedarán exentos los envíos hasta 3 kilogramos y productos hasta 50
pesos y 99 centavos de valor. A partir de dicha cifra y hasta un valor
de mil pesos, los viajeros deberán abonar una tarifa progresiva. De
51,00 pesos hasta 500,99 se aplicará una tarifa del 100 %. De 501 pesos
hasta 1.000, el 200 %.

Es decir, si le envío a mi madre un kilogramo de leche en polvo que
cuesta en un supermercado madrileño 7,10 euros, 8,71 USD, y lo incluyo
en una caja de 12 kilogramos, el kilo de leche en polvo costará 26,13
CUC, con lo cual podría comprar 21 litros de leche enriquecida con calcio.

Un pasaporte cubano cuesta 180 euros (contra los 17 que cuesta un
pasaporte español) y cada dos años hay que abonar otros 90. Es decir, un
pasaporte por seis años cuesta 360 euros. Sesenta euros anuales por un
documento que, si tienes otra ciudadanía, solo sirve para viajar a Cuba.
Mientras, el pasaporte español, que dura diez años, cuesta 1,70 euros
anuales. Y en Estados Unidos el pasaporte cubano cuesta 375 dólares más
la prórroga, 180 dólares cada dos años. Ciento veintidós dólares y
cincuenta centavos anuales si quieres viajar a Cuba. Eso sin contar los
45 euros (o 60 dólares) mensuales por el alquiler de nuestra madre
residente en Cuba para que nos visite.

Un cubano que envíe cien dólares mensuales a su familia en la Isla,
mantenga vigente su pasaporte, viaje una vez al año a ver a sus
familiares (dejará en la Isla no menos de 1.000 dólares), y envíe un
paquete al año valorado en 800 USD, por el que le cobrarán 1.600 USD de
aranceles, entrega graciosamente al clan de los generales 3.722,20
dólares al año, sin que ellos tengan que mover no un dedo, ni una
pestaña en hacer más eficiente la economía insular. Considerando que con
los 1.200 dólares anuales su familia adquiera productos que en el
mercado mundial tienen un valor de 400 USD, serían 3.322,50 dólares de
regalo al Gobierno cubano.

Gracias a esas aportaciones, Cuba tiene representantes diplomáticos en
sitios tan peregrinos como Antigua y Barbuda, Albania, Azerbaizán o
Timor del Este, que sufragamos los expatriados con nuestro "impuesto
revolucionario".

Comprendo que esos consulados fungen como jubilación de agentes
descontinuados, plan vacacional de funcionarios menores y sobrinos
segundos de ministros, e incubadoras de redes avispas y otros accidentes
entomológicos. Pero si algo he aprendido en 18 años out of borders es
que cada cual se paga sus propias vacaciones. O se queda en su casa
leyendo el best seller del verano.

Emilio Morales acaba de publicar en Café Fuerte que "las remesas
enviadas a Cuba desde el extranjero durante 2011 alcanzaron la
astronómica cifra de 2.294 millones de dólares, un crecimiento estimado
del 19 % en comparación con el año anterior", según un estudio
independiente de The Havana Consulting Group (THCG). Y el factor
decisivo de este aumento ha sido "el incremento de los viajes a la isla.
En el 2011 viajaron a Cuba más de medio millón de cubanos que viven en
el exterior, principalmente en los Estados Unidos", y la reducción del
costo de los envíos de remesas. Además, con la apertura a la pequeña
empresa privada, "un reciente sondeo exploratorio en una muestra de 250
cubanos residentes en Estados Unidos —realizado por THCG— constató que
de cada 14 entrevistados 11 estaban ayudando de una manera u otra a
invertir a sus familiares en la isla".

A ello se añade que "durante la última década emigraron unos 45.000
cubanos como promedio anual, cifra que ha mantenido una tendencia
estable". Una emigración con lazos familiares recientes y arraigados.

Si esas cifras son correctas, el exilio envía a la Isla más de 191
millones de dólares mensuales, lo cual supera los 1.738,1 millones
anuales de ingresos brutos por el turismo, 144,8 millones de dólares
mensuales.

A pesar del peso específico que tiene el exilio en la economía de la
Isla, pagamos obedientemente las tasas consulares, el alquiler de
nuestra madre para traerla de visita, el impuesto de 10 CUC por entrar a
Cuba cada kilogramo de leche en polvo; el 200 % de impuesto por el
vestido y los zapatos para que tu hija celebre su boda, el arancel sobre
los medicamentos de tu padre enfermo.

Si alguna cualidad de la cultura occidental ha quedado firmemente
implantada en la idiosincrasia cubana es el individualismo. Blasonamos
de cubanía, nos reunimos para la bachata, compartimos cervezas frías y
puerco asado en Laponia, pero no somos excesivamente gregarios. Cada uno
lleva su Cuba a cuestas y piensa que es la auténtica. Poner de acuerdo a
cinco cubanos sobre un asunto o estrategia es tarea ardua. Los generales
lo saben. Y lo aprovechan.

Cada cubano antepone a cualquier otra consideración su madre enferma, su
padre sin recursos, su hermano que quiere poner una ponchera, su hija
que necesita el vestido para los quince, y eso lo honra. Obviamente,
cualquier medida de presión afectaría a los nuestros en primera
instancia. Solo en primera instancia. De derogarse las tasas consulares
excesivas y las penalizaciones aduanales, cada remitente de remesas
ahorraría no menos de 1.700 dólares anuales, 141,67 al mes para reforzar
el envío a la abuelita enferma.

Me pregunto, ¿qué ocurriría si los cubanos suprimieran sus remesas un
mes? Con que lo hiciera el 50 %, el Estado parasitario perdería 72
millones de dólares. ¿Qué ocurriría si prorrogaran la abstención dos
meses, tres, hasta que el Estado cubano, único país del planeta que
penaliza a quienes lo sustentan, derogara los impuestos arancelarios?
¿Qué ocurriría si nos abstuviéramos de trámites consulares un mes, dos,
tres, hasta que repatríen a sus segurosos de menor graduación jubilados
en Albania, Azerbaizán o Timor del Este? ¿Resistirían el embite cuando
empezaran a regresar a Marianao los segurosos de mayor graduación
destinados a París, New York o Viena? ¿O ajustarían las tarifas a las
que mundialmente imperan en los trámites consulares? Ante una huelga de
dólares caídos, ¿terminarían por admitir la conversión de esas remesas
en capital y el derecho a residir en la Isla si así lo deseas?
¿Terminarían por dispensarnos el mismo tratamiento que cualquier otro
país a sus emigrantes? ¿No dice la página del MINREX que somos equiparables?

No se trataría de suprimir la ayuda a los nuestros, desde luego, sino de
optimizarla. Desparasitar las remesas. Minimizar a un intermediario que
grava el amor filial y se comporta como el propietario o el chulo de una
población cautiva, condenada a la beneficencia si quiere sobrevivir.

Para que surta efecto tendría que ser una acción concertada con
interlocutor y exigencias claras. Actualizando a Antonio Maceo,
demostrar que los derechos no se mendigan. Se conquistan con el filo de
un billete. Además de su saludable efecto pedagógico sobre nuestros
paisanos de la Isla.

Durante medio siglo, los cubanos se han visto desposeídos de sus
derechos ciudadanos gracias a la acción conjunta de un tridente
devastador: la persuasión, la esperanza y el miedo.

La esperanza de un futuro luminoso se ha desvanecido. El persuasivo en
jefe ya ha alcanzado el estado ectoplasmático, es el fantasma de sí
mismo, y se ha convertido en un twittero bobalicón que segrega filosofía
de banqueta de bar en reflexiones de cincuenta palabras. El Comandante
en Jefe parece estar bajo las órdenes del General Alzheimer.

Solo queda el miedo, perfectamente justificado porque la capacidad
represiva del Gobierno se mantiene intacta. Pero, a diferencia de
décadas anteriores, el precio político de emplearla a gran escala, una
vez evaporados sus dos complementos, podría ser altísimo. Razón por la
que se limitan a una represión selectiva, profiláctica, para cercar a la
disidencia con un cordón sanitario que evite la ampliación de sus bases.

Pero en la época de las revoluciones a través de las redes sociales y la
telefonía móvil, de Anonymous y los indignados del 15M, poco podrían
hacer frente a acciones ciudadanas conjuntas dirigidas a la recuperación
de los derechos, al estilo de las que aquí boicotean a una red de
gasolineras hasta que bajen los precios, para después boicotear a la
siguiente. No se trata de "al combate corred bayameses", una invitación
inmoral desde la confortable seguridad del exilio, sino de que nuestros
compatriotas sean conscientes de que disponen de muchísimos recursos al
ser una inmensa mayoría conectada mediante 1,2 millones de teléfonos
móviles. Y que sean conscientes, también, de que ningún derecho les será
concedido graciosamente por un generalato instalado en la noción de que
le asisten todos los derechos, y que su cesión sería siempre a costa de
su patrimonio.

Ante acciones de esa naturaleza, no violentas pero multitudinarias, poco
podrían hacer los generales. Retroceder hasta Corea del Norte no sería
confortable. El horizonte de nuestros generales no se reduce a
empacharse de coñac francés y jóvenes milicianas en sus búnkeres. Ellos
aspiran a ser millonarios de verdad, con cuenta en Suiza, chalé de
veraneo en las Bahamas, hijos estudiando en Oxford y nietos en Yale. Y
puede que lo consigan, siempre que no tensen demasiado la cuerda y
relean a los clásicos de la República, como su homólogo, el General José
Miguel Gómez, quien postuló la primera ley de la filosofía: "Tiburón se
baña, pero salpica".

Dejo la idea sin copyright por si a alguien le interesa. Pero me temo
que los cubanos somos demasiado individualistas, cualidad acentuada por
el exilio. Y difícilmente sindicalizables. Y que los jóvenes de la Isla,
motor tradicional de todos los cambios, están más interesados (algo que,
desde luego, no les reprocho) en trocar la Geografía que la Historia.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/desparasitar-las-remesas-278878

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