El General frente a Sandy
Sandy ha sido un parteaguas. El huracán más impensado, el que ha puesto 
nuevas cartas sobre la mesa en el angosto panorama de la Isla.
Ernesto Morales Licea / Especial martinoticias.com
octubre 29, 2012
Nadie tiene memoria de un huracán en la historia reciente de Cuba 
(hablamos de décadas) que haya ocasionado 11 muertos. O al menos, uno 
que haya obligado a un gobierno especializado en hacer malabares con 
cualquier estadística, a reconocer semejante cifra.
Antes, aunque el fenómeno llevara velorio y desgracia a pequeños 
poblados rurales, el noticiero nacional de televisión hablaba de cero 
víctimas mortales. O una. A lo sumo dos.
Once es un número triste e importante. Sobre todo, si ahora la mayor de 
las antillas aportó más muertos que Jamaica y Haití juntos.
Tengo la impresión de que esta vez la Defensa Civil cubana tuvo un 
pésimo trabajo. Esa es mi explicación no de la catástrofe material (esa 
hay muy pocas maneras de evitarla ante vientos de hasta 245 km/h) pero 
sí de la catástrofe humana.
De ninguna otra forma se entiende que fenómenos recientes de igual o 
mayor intensidad como el Dennis (2005, Categoría 3), Iván (2004, 
Categoría 4), Paloma (2008, Categoría 3) apenas dejaran un par de 
muertos, y esta vez el saldo fuera cinco veces mayor.
Si Cuba evita una y otra vez equipararse con Haití, Bahamas, y el resto 
del Caribe que aporta un deprimente número de cadáveres tras el paso de 
cada huracán, es simplemente porque su sistema de Defensa Civil, honesto 
es decirlo, realiza una efectiva labor de evacuación. Se cuentan por 
cientos de miles las personas que viven en chozas inimaginables, y van a 
parar a refugios seguros.
De otra forma, con el ruinoso estado de las casas cubanas, con paredes 
apuntaladas, techos agujereados, viviendas arruinadas tras años sin 
reparaciones, los cubanos deberíamos lamentar muchas más víctimas cada vez.
Esta vez hubo deficiencias en el mecanismo. Hubo fisuras. Y el huracán 
habló. Sandy denunció con sangre el estado desesperado en que viven 
muchos cubanos. 150 mil casas dañadas, 17 mil derrumbadas totalmente en 
Santiago y Holguín, son números de un país que sostiene sus paredes con 
saliva y oraciones.
El paso, ahora, lo debe dar Raúl Castro. Es momento de demostrar si 
mantiene la soberbia olímpica de su hermano, quien instauró aquella 
repulsiva práctica de negar ayuda destinada a quienes lo perdieron todo, 
si esa ayuda provenía del enemigo. (O los enemigos. Que los regímenes 
totalitarios solo son productos fabricando enemigos en el mundo.)
Los disidentes dentro de Cuba firmaron su petición de que la Aduana 
levante los gravámenes para alimentos y materiales de construcción. 
Cubanos emigrados, residentes en Estados Unidos, están pidiendo lo mismo.
Es momento de que el reformista General Presidente demuestre, si quiere, 
que le importa más el pueblo bajo su mando (¿su bota?) de lo que le 
importaba a su hermano. Los tiempos de irracionales negativas, de 
posturas beligerantes a expensas de un pueblo mendicante, podrían 
dejarse esta vez atrás… y Raúl Castro lo sabe.
Sandy ha dispuesto sobre la mesa un inesperado, terrible, y a final de 
cuentas aprovechable escenario para comprobar si detrás de ciertas 
reformas de los últimos tiempos hay algo de humanidad real en las 
intenciones del menor de los Castro, y no solo de apego a los bolsillos 
exiliados.
http://www.martinoticias.com/content/sandy-raul-castro-ernesto-morales/16073.html
 
 
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