23 de febrero de 2011

El cuentapropista y la arrendadora

El cuentapropista y la arrendadora
Wednesday, February 23, 2011 | Por Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – Jorge vive en una vieja
casa con techo de vigas y lozas, y aunque las paredes se mantienen en
buenas condiciones, el techo es una regadera. Por mucho que le pasa la
mano, no logra frenar la destrucción.

El año pasado se dañó un pedazo del portal. Jorge acudió al arquitecto
de la comunidad y este le dio el dictamen técnico y los pasos para
iniciar la reparación. En aquel momento, para darle la licencia
necesitaba que una empresa se hiciera responsable de asignarle los
materiales.

Cuando el Gobierno comenzó a otorgar licencias y a vender los materiales
de construcción por la libre, Jorge vio los cielos abiertos. Por fin
podría arreglar su casa. Ya no pasaría los últimos años de su vida con
la vivienda apuntalada por palos y esperando a ser un albergado. Desde
que se jubiló se hizo de una licencia de zapatero remendón. Tenía
ahorrados unos quilos, y con la ayuda de la hermana de Miami, ahora sí
iba a arreglar su casa. Fue a la oficina correspondiente para iniciar
los trámites.

Jorge no contaba con la sorpresa que se llevó. Entre los documentos que
debía presentar, estaba el certificado de la oficina de recaudación de
impuestos, que probara que él no era cuentapropista. Y no era el único
que se encontraba en la misma situación. En la oficina se encontró una
señora, protestando porque necesitaba una carta similar, que demostrara
que no era arrendadora, ni lo había sido en los cuatro años anteriores.

Después de conversar un rato se despidieron, seguros de haber tomado la
decisión correcta. La señora arreglaría su casa de todos modos, pues no
podía renunciar al negocio que le proporcionaba no sólo la comida, sino
incluso los medios para reparar la casa.

Jorge, en cambio, sabía que una reparación en grande, como la suya, no
podía hacerse en secreto. No veía otra solución que entregar
temporalmente la licencia de zapatero, y apelar a la bondad de su hermana.

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