Un grupo de cubanos llega a la central eléctrica de Turkey Point, en
Florida, pese a las maniobras militares en la isla y la seguridad
estadounidense
JUAN-JOSÉ FERNÁNDEZ | Miami 30/11/2009
No sólo el matrimonio Salahi se coló el martes en la Casa Blanca,
durante la cena de gala que dio Barack Obama en honor del primer
ministro indio, Manmohan Singh. El jueves, el día de Acción de Gracias,
este tipo de acciones tuvieron un variado matiz humano en Florida, entre
una madrugada agitada y una noche chocante. Unas horas antes de que
Tiger Woods se estrellara extrañamente contra una boca de riego y un
árbol al lado de su lujosa mansión floridana de Isleworth, cerca de
Orlando, 300 kilómetros más al sur un nuevo grupo de cubanos huidos de
la isla bajaban de una lancha de traficantes, en un punto de la costa
donde los cayos casi empiezan a estar más definidos como islas, al sur
de Miami Beach, Fisher Island y Key Biscayne.
La noticia no tendría más trascendencia que otra peripecia en las aguas
del estrecho de Florida, si no fuera porque los protagonistas, al tocar
suelo estadounidense y tras unos trámites burocráticos de
identificación, fueron puestos en libertad y, gracias a la ley de pies
secos-pies mojados, la del Ajuste cubano, dentro de un año tendrán
derecho a la ansiada residencia por tantos inmigrantes indocumentados.
Un nuevo rumbo en sus vidas, como tantos otros en más de medio siglo.
Sin embargo, este caso rizó el rizo. Si llegar a la costa de EE UU ya es
un mérito, teniendo en cuenta las viles servidumbres impuestas por los
traficantes, hacerlo sin ser detectados en Turkey Point, apenas 40
kilómetros al sur de Miami, donde está la central eléctrica más
importante de Florida, Power Light (FPL), monopolio de la luz en el
Estado y que funciona con cuatro reactores nucleares, la cuestión
alcanza caracteres de hazaña. Y más aún porque fueron ellos los que
avisaron de su llegada tras varias horas en una fría mañana, inhabitual
en Miami.
La FPL tiene supuestamente servicios de seguridad reforzados desde los
ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Los dos lancheros,
como se conoce a los contrabandistas, entraron en uno de los canales de
los manglares que se usan para enfriamiento del agua de la central y
dejaron la carga hacia las seis de la mañana. Pero, según el informe que
la FPL debió enviar a la Comisión de Regulación Nuclear (NRC), sólo
cerca de las 13.30 se recibió la llamada de uno de los balseros en la
planta. Los agentes de inmigración llegaron una hora más tarde. Es
decir, más de ocho horas después del desembarco.
Un portavoz de la FPL dijo: "Esas personas estaban a seis millas de la
planta y nunca representaron un peligro". Y añadió: "La FPL mantiene un
programa de seguridad muy estricto".
A primeros de año, la compañía, que continuamente pugna por subir las
cuotas a sus usuarios en aras de un mejor servicio -su máximo ejecutivo
justifica sus viajes en avión privado por razones operativas-, debió
pagar una multa de 130.000 dólares a la NRC al descubrirse que seis de
sus vigilantes dormían durante las guardias o encubrían a sus compañeros.
En los años ochenta, según contó Rafael del Pino, famoso general
desertor del Ejército del Aire cubano, la planta nuclear de Turkey Point
fue objetivo de Fidel Castro, que planeó un ataque con Mig soviéticos en
caso de confrontación con EE UU.
Ahora, Raúl Castro acaba de decir: "El objetivo es no rendirse nunca; no
dejar de luchar nunca, aunque no tengamos información". El presidente de
Cuba justificó así por enésima vez las maniobras militares realizadas la
semana pasada, ante una supuesta amenaza de invasión por parte de
Estados Unidos, aunque Obama haya declarado que su Gobierno no tiene
intención alguna de usar su fuerza militar contra la isla.
Las operaciones militares comenzaron precisamente el jueves. Pero, en su
transcurso, ni Raúl Castro, ni sus policías guardafronteras, ni sus
militares se enteraron del viaje a Turkey Point. O no quisieron
enterarse, como todos los indicios apuntan en las salidas de balseros,
que denuncian la connivencia de las autoridades con los traficantes.
Así, mientras se preparaban para una guerra inexistente, una treintena
de cubanos y cuatro niños eran recogidos en un punto al este de La
Habana, en la costa norte de la isla, y emprendían el periplo en una
potente lancha de tres motores y 10 metros de eslora. Lo habitual. En
medio del estrecho de Florida les esperaba otra de relevo con los
tanques llenos y para despistar. Esta vez funcionó.
La ruta directa hacia Florida, en baja en los últimos años por la mayor
vigilancia de los guardacostas y servicios de satélite estadounidenses,
vuelve a revivir, aunque poco a poco. Tampoco importan las duras
condenas a los traficantes detenidos, que rondan los 20 años de cárcel.
Parece preferible jugarse la prisión a perder la vida, como ocurre en la
variante de México. Y mucho más dinero para los viajeros. En México, los
15.000 dólares "por un mayor recorrido", en lugar de los 10.000-12.000
floridanos, sólo eran ya el aperitivo de los sucesivos pagos obligados a
las mafias mexicanas, especialmente a los Zetas. Incluso las torturas y
vejaciones sufridas por un grupo recientemente les llevó a desear volver
a Cuba, la última derrota, ante la imposibilidad de pagar más dinero.
Además, la nueva ley que da derecho a México a repatriar inmediatamente
a los cubanos ilegales ha terminado por frenar la vía de escape por este
país.
Aun así, los balseros, ahora ya nada artesanales, continúan siendo
imparables.
Balseros intrépidos · ELPAÍS.com (30 November 2009)
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Balseros/intrepidos/elpepuint/20091130elpepuint_1/Tes