Los límites del socialismo
Miriam Celaya
La Habana 31-01-2011 - 2:00 am.
Las reformas están llenas de trabas. El gobierno se mueve entre la
necesidad de paliar la crisis y el temor a perder el control.
En las últimas semanas de 2010 y las primeras de 2011, muchos cubanos
han convertido sus portales, jardines y garajes en
cafeterías-timbiriches. También proliferan los pequeños restaurantes
familiares conocidos como "paladares". El entusiasmo inicial con que la
gente ha acogido la "apertura" oficial de reformas, dirigidas —al menos
según las autoridades— a una "renovación del modelo" socialista,
demuestra la naturaleza emprendedora de los ciudadanos, en abierto
contraste con el conservadurismo del gobierno.
El igualitarismo ramplón, rezago del viejo discurso de justicia social
que nos homologó en la pobreza y que mutiló la iniciativa individual,
está siendo desmontado a regañadientes por sus propios creadores. El
catecismo de la escolástica revolucionaria, con sus componentes morales
de sacrificio y austeridad como valores supremos de pureza, pasa de moda.
La redefinición de las estrategias y el abandono de la economía
estrictamente centralizada por parte del gobierno, trae implícito el
reconocimiento del fracaso del modelo seguido hasta ahora. Las nuevas
medidas, contrarias a las pautas político-ideológicas establecidas
durante décadas, y aunque imperfectas, atemporales y casi tan obsoletas
como el sistema mismo, propician unas iniciativas individuales que a la
larga podrían contribuir a quebrar el inmovilismo social.
Trabas
Entre tanto, el gobierno impone trabas a sus propias reformas, acotando
de manera absurda las capacidades productivas de la gente. Basta
detenerse en algunas de estas acotaciones para descubrir las
contradicciones entre la necesidad de paliar la crisis y el temor por
parte de los gobernantes a perder el control. El riesgo es tangible: un
individuo que se independiza del Estado deja de ser esclavo para
convertirse en ciudadano. Los dictadores temen el poder de los
ciudadanos. Y aquí empieza el sistema de frenos tecnocráticos, tan
ineficaz como insostenible.
En un restaurante familiar, por ejemplo, se permite un máximo de veinte
sillas. Esta disposición está encaminada a evitar "el enriquecimiento"
que conduciría al surgimiento de una clase media independiente y no
comprometida con el gobierno. Ello supondría el fin del sistema tal como
se implantó. El socialismo, pues, comenzaría a desmoronarse a partir de
la silla 21.
Esto se comprobó en los restaurantes del Barrio Chino, enmascarados tras
el velo de "legalidad" de las diferentes sociedades de ese origen y
regentados por activos servidores del régimen —muchos de ellos antiguos
(o actuales) miembros de la Seguridad del Estado—, en los que la
incontenible acumulación de sillas que obliga a los comensales a estar
casi uno sobre otro ha propiciado que allí se esfumara el socialismo de
los Castro y en su lugar se haya venido entronizando un capitalismo feroz.
Otro control inaudito es el establecimiento de impuestos fijos en lugar
de implementar un sistema que grave sobre los ingresos. En el caso de la
renta de habitaciones, el propietario de la vivienda debe abonar una
cantidad fija cada mes, con independencia de que tenga o no huéspedes.
Tomando en cuenta que toda la inversión, los riesgos y el trabajo corren
por cuenta de los particulares sin perjuicio del Estado y sin préstamos
bancarios, ¿a qué responde una medida tan leonina? Evidentemente, a
evitar que los particulares tengan ganancias "excesivas" que den al
traste con el socialismo.
Al parecer, el modelo es más frágil de lo que aparentaba si para
sostenerse requiere de un estado de pobreza permanente, lo que explica
que Cuba sea el único país en el cual un individuo que invierte su
capital y trabaja, debería velar por no enriquecerse.
Desempleo
Un factor de gran importancia en el futuro mediato es la ola de
desempleos. Los pequeños negocios familiares y las escasas cooperativas
no serán capaces de absorber ni siquiera en un porcentaje representativo
la masa crítica de 1 millón 300 mil desempleados del Estado que habrá
para 2012. La alta tasa de impuestos, la competencia como componente
natural del proceso, la ausencia de un mercado mayorista para los
inversores y la paulatina disminución del poder adquisitivo de
importantes sectores sociales —muchos de los cuales pierden con sus
empleos también las fuentes "alternativas" de ingreso—, irán
enrareciendo el panorama social y afectarán a su vez los negocios
particulares.
Le guste o no, el gobierno tendrá que modificar las actuales medidas
para favorecer el flujo económico al interior de Cuba y prevenir el
peligro de tensiones sociales; seguramente, para ello, se verá obligado
a mover los límites. Es así que deberá abrir espacio a las libertades
ciudadanas e independizar la economía de la ideología. Las medidas
gubernamentales han llegado tarde, insuficientes e incompletas, pero
pudieran ser la fisura necesaria para un paso importante. Es obvio que
la vocación improvisadora del régimen procurará enmendar lentamente y
sobre la marcha algunos detalles mínimos, tratando de retener lo más
posible su poder; pero quizás ya comienzan a llegar los tiempos en que
los cubanos seremos quienes realmente pongan los límites.
http://www.diariodecuba.com/cuba/2879-los-limites-del-socialismo
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