Lunes, Enero 9, 2012 | Por Pablo Pascual Méndez Piña
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Mientras caminaba por la Habana
Vieja, Félix López, un pinareño con 55 años, poeta de afición y
electricista de oficio, viajaba mágicamente por el tiempo. Estaba
embelesado con la arquitectura ecléctica, poblada de balcones, andamios,
cucañas de albañilería, travesías angostas.
Mientras salvaba los trechos adoquinados, admiró los murallones de
cantería, balaustradas, arabescos labrados sobre infinitos aleros,
cenefas fundidas, enrejados que expresan el arte de la forja. Percibió
el omnipresente olor a hollín. Escuchó pregones, el golpetear de los
aros de los quitrines y los cascos de los caballos, el repique de
guitarras, los sincopados toques de tambores. Y así iba, cuando, de
pronto, plaff, le cayó encima una bolsa con mierda.
Una camioneta de la UNM de Salud Pública (MINSAP), que repartía al
personal técnico del servicio de refrigeración y aire acondicionado,
dobló por la calle Acosta, parqueó momentáneamente en la esquina de
Curazao. Y… cataplán, otra bolsa con porquería se estrelló contra la
cabina. La tripulación puso pies en polvorosa para salvarse del ataque.
Son como proyectiles balísticos. Bolsas de compras repletas de
excrementos humanos surcan los cielos de la Habana Vieja, un fenómeno
causado por el hacinamiento poblacional y el déficit de instalaciones
sanitarias, agudizado al máxime en éste municipio de la capital.
Francisco Gómez rememora que residió en una cuartería y, frente a su
cuarto, vivía una mujer que vertía sus necesidades fisiológicas en una
lata de 5 galones (envase de aceite comestible). En la madrugada salía
al balcón, primero echaba un vistazo. Luego, exclamaba: Voyyyyy… Y
lanzaba el contenido para la calle.
Pero las rampas de lanzamiento más peligrosas están en las azoteas del
llamado Centro Histórico, en cuyas superficies un sinnúmero de familias
han levantado los famosos "palomares", hileras de casuchas carentes de
servicios sanitarios.
Allá arriba, vierten sus desechos sólidos en bolsas plásticas de compra,
luego las anudan, la toman por el asa, le dan vueltas, cogen impulso,
lanzan el fuacatazo y el proyectil surca los aires en busca de una
víctima. Según alegan algunos vecinos, se ha comprobado que cualquier
Meñique armado con una "jaba premiada", es capaz de hacer correr a
legiones de Goliats. Mientras otros apuestan que, con tales defensores,
los ingleses no hubieran tomado La Habana en 1762.
"Estas metrallas se han expandido a otras zonas", explica Orlando, de 75
años, un barrendero de la corporación "Aurora", en el municipio Plaza,
quien barre una norma de 9 calles de la barriada del Vedado. Él afirma
que diariamente recoge varias bolsas con excrementos. Otros colegas
suyos aseguran haber tenido la misma experiencia en los municipios
Cerro, Centro Habana, 10 de Octubre y Playa.
Ahora Félix, el pinareño, poeta y electricista, desde el muro del
malecón, busca inspiración en las verdinegras aguas de la bahía.
Contempla los pesqueros, gaviotas, baluartes coloniales, aspilleras
encumbradas en los paredones de las fortalezas. Y de vez en cuando,
inspecciona la bóveda celeste, no sea que lo sorprenda un nuevo
proyectil balístico.
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