Jueves, Enero 12, 2012 | Por Julio Cesar Álvarez
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Víctor ya cumplió ochenta años
de edad y se ha vuelto un anciano refunfuñón. Algunos dicen que está
senil. En política es tan radical que la gente no puede alabar en su
presencia la calidad del pan cuando lo venden bueno, porque los insulta
con frases como "comunistas de mierda, por eso tienen que seguir pasando
hambre". Sus frecuentes ofensas ya le han traído riñas con otros
ancianos en la cola del periódico y en la mesa de dominó.
El día que lo abordé para inquirir sobre aquella historia de la supuesta
confusión, estaba sentado en la esquina de la farmacia. Vendía las aspas
chamuscadas de un ventilador y un ejemplar ajado de La Historia Me
Absolverá.
Yo comencé por regatear, en broma, el precio del libro. Pero Víctor me
lanzó una mirada de desprecio: "¿Qué, te volviste a pasar de bando?".
Pero ignoré el insulto. Sólo quería ir a lo que me interesaba.
"No fue una confusión, yo conozco al pájaro por la cagá, y te digo que
aquella gente con camisitas a cuadros y botas rusas eran del G-2!", me
dijo con tono resolutorio.
Por un momento me confundió su certera descripción, pero recelé de su
buen juicio y fui en busca de una segunda opinión con su hija. Ella,
sonriendo, me dijo que no le hiciera caso, ya que Víctor está casi
senil. Me contó, además, que hace años un grupo de asaltantes se hizo
pasar por personal de la policía. Mostraron carnés y orden de registro.
En ese tiempo su papá se dedicaba a la compraventa ilegal de joyas, y
aquellos policías se las confiscaron.
Pero cuando fueron más tarde a la Estación de Policía, resultó que nadie
había ordenado esa operación y allí no trabajaba ninguno de los
supuestos policías. Habían estafado a su papá y este juró que jamás lo
volverían a engañar.
Puso rejas con candados en la puerta principal y a la entrada del
pasillo que conduce a la casa, y siempre las mantenía cerradas. También
puso en la alacena de la cocina tres botellas de refresco convertidas en
cocteles Molotov.
Cuenta la hija de Víctor que con el paso del tiempo su hermano conspiró
contra el gobierno. Cogió cerca de mil hojas de modelos de nóminas
abandonadas y las recortó en cuatro pedazos iguales. Por la parte en
blanco escribió cosas extrañas -ella confiesa que no sabe nada de
política-, como "ABAJO LA DICTADURA" y "VIVA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN".
De madrugada, puso los millares de octavillas en el techo de la guagua
que manejaba Ñico, un señor que no se atrevía a opinar ni de pelota.
A la mañana siguiente, cuando el ómnibus cogió velocidad, el reguero de
octavillas por toda la calzada de 10 de octubre fue de Padre y Señor
mío. La Seguridad del Estado estaba furiosa, y el primero que fue a dar
con sus huesos a un calabozo de Villa Marista fue el aterrorizado Ñico.
La hija de Víctor aún no sabe cómo la Seguridad se enteró que fue su
hermano. Cuando llegaron, le mostraron a Víctor las identificaciones por
la reja del pasillo. Él pensó que se repetía la vieja estafa. Fue
apresuradamente a la cocina y cogió un coctel Molotov en cada mano. Le
prendió fuego a los mechones, se paró frente a la puerta, y gritó: "Si
dan un paso más, los convierto en una antorcha, hijos de puta".
Sorprendidos, al parecer, ante una conducta tan inusual, los agentes se
retiraron temporalmente. Pero al hijo de Víctor lo apresaron de
madrugada cuando intentaba salir furtivamente de la casa.
"Un tribunal lo sancionó a tres años de cárcel por el delito de
Propaganda Enemiga".
Así concluye su relato la hija de Víctor. Le doy las gracias y salgo a
la calle. Pero todavía tengo dudas en cuanto a si lo del coctel Molotov
fue o no una confusión.
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