8 de junio de 2017

Homofobia en televisión, el sutil trabajo del odio

Homofobia en televisión, el sutil trabajo del odio
Mientras el CENESEX afirma luchar por los derechos LGBTI en Cuba, la
política de medios refleja lo contrario
Jueves, junio 8, 2017 | Ana León

LA HABANA, Cuba.- Si existe en la televisión cubana un horario
respetado, es el de la telenovela. Probablemente sea ese el único
momento del día en que toda la familia se reúne para compartir alrededor
de 45 minutos, atentos a conflictos cuya resolución desafía a la lógica
y el sentido común. Los cubanos no solo disfrutan ese "tira-encoje"
típico de los culebrones; además se lo creen y al día siguiente deviene
tema de conversación en el transporte público, la colas, los centros
laborales y de estudio.

Como atractivo colateral de estos productos audiovisuales figuran
lujosas mansiones, autos, ropa de diseñador y la belleza de los actores
y actrices brasileños. Pero a través de lo que parece un superficial
entretenimiento, se deslizan formas de pensar, actitudes ante la vida y
prejuicios.

Ha llamado la atención el hecho de que en las dos últimas telenovelas se
hayan insertado personajes protagónicos, recreados a partir de un
imaginario que podría considerarse, cuando menos, homofóbico. La
presencia del gay excesivamente amanerado, chanchullero, desleal y
malvado contraviene los preceptos de tolerancia, comprensión y
aceptación que se busca inculcar a la sociedad en aras de frenar la
discriminación a causa de la orientación sexual.

Cuando la Televisión Cubana transmitía la telenovela Imperio, el
personaje de Téo Pereira ―gay y bloguero― generó a nivel popular un alud
de comentarios donde se confundían la crítica a la perversidad del
periodista y el rechazo a su condición de homosexual. La estrecha
correspondencia, establecida en el guion, entre la sexualidad de Téo y
su maldad como ser humano, hacía imposible que el público aceptara una
falla personal como raíz de sus malas acciones. Siempre que las personas
se expresaban de forma peyorativa, el lacerante calificativo recaía en
la sexualidad del personaje.

Aquel infortunado Téo Pereira habría sido un caso aislado si en la
actual telenovela ―Rastros de Mentiras ― el protagónico no fuera un
empresario gay, amanerado hasta el ridículo, intrigante, taimado y capaz
de un acto tan condenable como arrojar una bebé recién nacida a la
basura. Lo peor es que siendo el producto general pésimo, la maldad de
Félix se agranda al punto de ser una de las pocas razones para
desperdiciar 45 minutos ante la pantalla.

La morbosa recurrencia a este tipo de personajes, cuyas características
predominantes son la vileza y la homosexualidad, demuestra cuán
desentendida se halla la política cultural cubana de los cambios que
necesita la sociedad. Mientras el CENESEX respalda una campaña por
escuelas sin homofobia ni transfobia, la televisión nacional exacerba lo
opuesto, aun sabiendo que miles de niños y adolescentes miran la telenovela.

Sobre el mismo pensamiento homofóbico fue creada la antítesis de Félix,
mediocre solución que no hace sino acentuar los prejuicios. Herón y Nico
conforman una adorable pareja gay que ha permanecido junta por diez
felices años, y quieren tener un hijo. Con la irracionalidad y el
tremendismo propios del culebrón, Herón se acuesta con Amarilis (vientre
de alquiler y amiga de la infancia de Nico), la embaraza y tienen un
bebé. Automáticamente Nico queda fuera del plan, sin pareja y sin hijo.
No tiene nada que reclamar y llora por los rincones, porque la visión
del guionista es que los gays son desalmados como Félix, desleales como
Herón, o flojos como Nico. Y si bien la bisexualidad es una orientación
igualmente válida, en Rastros de Mentiras la heteronorma es tan
preeminente que solo puede explicarse a través de la mala intención.

Estas son las telenovelas que se transmiten para el disfrute de los
ciudadanos, sin cuestionar la naturaleza y las consecuencias del mensaje
que emanan de estos personajes. Mientras el CENESEX y sus mal llamados
activistas procuran ―a base de comparsas― atenuar prejuicios largamente
sostenidos por un machismo antológico, no hay un solo programa de
televisión que presente la homosexualidad sin traumas.

El sujeto homosexual aparece para ser odiado, marginado, humillado y
traicionado. Y esta premisa fatalista no solo es adjudicable a los
culebrones brasileños. El teleplay Aprensión, del realizador cubano
Rolando Chiong, está basado en hechos reales y relata un brutal
asesinato ocurrido hace veinte años en una zona rural de la Isla. La
víctima, una joven lesbiana que vivía con su pareja, fue brutalmente
violada y asesinada, y el crimen quedó impune.

Quizás la intención del director era denunciar la criminalidad derivada
de los prejuicios, pero lo único que provocó fue espanto ante el
salvajismo y la impunidad. Jamás en la televisión cubana se ha abordado
con honestidad el tema del amor gay, donde una pareja del mismo sexo
tenga una relación sólida, matizada por humanos conflictos, pero también
por el amor, el respeto, la lealtad.

Cuando se aprecia la desconexión entre la política cultural y las
campañas del CENESEX a favor de la diversidad sexual, cabe preguntarse
cómo serán implementadas las estrategias para crear ambientes escolares
sin homofobia ni transfobia. Hay profesores, de esos llamados
emergentes, que ni siquiera saben el significado de la palabra
transfobia. Es decir, que la peor telenovela brasileña jamás vista en
Cuba, y sus paradigmas negativos, aventajan a los recursos humanos e
intelectuales de que dispone el sistema educacional cubano para empezar
a crear conciencia en este sentido.

Source: Homofobia en televisión, el sutil trabajo del odio
CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/homofobia-en-television-el-sutil-trabajo-del-odio/

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