28 de junio de 2017

Los rockeros cubanos (II)

Los rockeros cubanos (II)
27 Junio, 2017 7:14 pm por Eduardo Martínez Rodríguez

El Cerro, La Habana, Emaro (PD) El rock tiene que escucharse alto, bien
alto y potente, de otra forma no sirve, no provoca las emociones para lo
que se crea esta música, las cuales son algo más que exaltación, sentido
de euforia, de potencia física, de superioridad o sublimidad, de que no
hay nada que se nos pueda interponer, etc. Tal vez por eso al rock se le
asocian los grupos de supremacía blanca y otros locos. Y si usted encima
de eso le agrega las drogas, imagínense.

Ahora mismo, mientras escribo, estoy escuchando al veterano Ozzie
Osbourne. ¡Qué loco! Lleva más de cuarenta años sobre el escenario,
haciendo locuras y produciendo una música genial. Eso es toda una vida y
cansa.
Usted tendría que ver a un video de una de las actuaciones del grupo
norteamericano llamado Disturbed, por ejemplo. Tendría que ver al
público, todos rubios, altos, fuertes, o eso es lo que nos muestran.

¡Ah ese primer minuto de Perry Mason de Ozzie osbourne! ¡Qué potencia!
¡Qué locura! La batería y las guitarras ocupan todo el espectro sonoro
dentro de mis audífonos y me levanta, me levanta, hasta muevo la cabeza,
que es lo único que sé de bailar. Suena espectacular.

Pero tiene que gustarle. De lo contrario, no lo soporta. Tengo un amigo
que me decía que Pink Floyd para él era un tractor con el motor
encendido todo el día al lado de su habitación. ¡Vaya!

Tal vez por eso de no entender, o de no gustarle la música de este tipo,
sucedió algo bien feo con el concierto de los Rolling Stones en La Habana.

Una tarde estoy escribiendo y de repente escucho una súper-potente
música que me llama la atención. Aquello sonaba durísimo, sin
distorsiones ni ruidos. Tocaba ACDC su Back to black. Cerré mi máquina y
salí de casa para averiguar quién tenía aquella música que sonaba tan
bien que estremecían literalmente al barrio y a mi edificio -nada de
metáforas: vivo a 400 metros de la Ciudad Deportiva.

Caminé como el dibujo animado, flotando detrás de olor. Me atraía el
potente sonido. Cuando llego a la esquina de Primelles y Santa Catalina
veo de dónde sale la música. La tribu de rockeros de los Rolling Stones
probaban las torres de audio. Eran de acero, con enormes bafles colgando
en arco. Había como seis en cada una. Asimismo se veían otras muchas
torres con luces. Terminaban un enorme escenario con una lengua, tres
pantallas gigantes y una amplia tienda de campaña detrás, la cual hasta
contaba con un generador de electricidad por si acaso (parece que
alguien les había alertado).

El concierto iba a ser gratuito. Nadie hubiera asistido si hubieran
cobrado lo que en otros lugares. A Mick Jagger le había agradado tanto
La Habana y los habaneros que quiso regalarnos un concierto.

Costó millones. Tan solo el transporte de toda la parafernalia técnica
que trajeron necesitó de varios aviones de carga, así como varios más
para los troperos y técnicos, todos con aquella pinta gringa de rockeros
viejos (dicen que estos super grupos tienen tres o cuatro de estas
tribus de asistentes).

Fui cada vez que probaban los equipos a toda energía. Era como 1200
kilos de potencia. Algo que jamás había podido escuchar en mí ya larga
vida de musicómano. Entonces me percaté del por qué llaman a esto
súperconciertos. No solo es por las decenas de miles de personas que
atraen, sino por lo que cuesta armarlos.

Resulta difícil imaginar lo que aquellos cuatro septuagenarios, los
Dinosaurios del Rock, generan en dinero para pagar a tanta gente y mover
tanta impedimenta de país en país, de ciudad en ciudad. y estructuras.
La policía instaló decenas de cámaras de CCTV alrededor de la Ciudad
Deportiva y pavimentaron las calles adyacentes.

Salí de mi casa una media hora antes de que comenzara el concierto pues
quería acomodarme y observar.

Lo primero que no me agradó fue que el gobierno ¿de la ciudad? había
cercado una gran área en redondo delante del escenario, las mejores
locaciones, aunque nunca hubo asientos, y para entrar allí se requería
de invitaciones que habían entregado previamente el Partido y la UJC.
¿Por qué? ¿Quién les dio el derecho cuando el concierto era gratuito, un
regalo de los Stones para todos? ¿Qué tenía que ver allí el Partido, la
UJC, o cualquier otra institución aprovechada?

Lo segundo fue que el gobierno pidió a los técnicos que solo subieran el
audio hasta la mitad, para no molestar a los vecinos. ¡Qué estupidez!
Esto tiene que haber molestado a los técnicos quienes se habían tomado
el trabajo y el gasto de traer tanto aparato y tanta potencia porque el
rock, como les he explicado, se escucha así, potente, mientras más
potente, mejor.

A la tercera canción me volví a casa pues no soportaba la rabia. Parecía
que los Rolling Stones estaban puestos en la radio de algún vecino,
cuando yo conocía cuánta potencia tenían aquellas torres de audio.

Fue y será nuestro único megaconcierto de la historia nacional por el
despliegue de tecnología, hasta dentro de algún tiempo tal vez, y lo
desperdiciamos por mojigaterías de funcionarios que demuestran otra vez
no saber dónde están parados.

Ni siquiera Audioslave tuvo esa potencia de salida cuando tocaron en la
mal llamada Tribuna Antimperialista hace un par de años.

Dicen que los Stones dejaron parte del equipamiento como donación. Dicen
que lo situaron en La Tropical, donde usualmente tocan grupos de salsa.
¡Qué desperdicio!
Digo "dicen", pues jamás se publicó de esto en los medios nacionales.

Lo del audio lo averigüé in situ, con los técnicos gringos. Ozzie
Osbourne también estuvo en La Habana, pero no vendrá a tocar aquí. En el
Caimán Barbudo sacaron una muy buena foto a página completa del fundador
de Black Sabbath.

Si no entiende todo esto, pregúntele a algún rockero, asesórese y
aprenda. Se lo recomiendo. El rock también es parte de la cultura general.
eduardom57@gmail.com; Eduardo Maro

Source: Los rockeros cubanos (II) | Primavera Digital -
https://primaveradigital.org/cubaprimaveradigital/los-rockeros-cubanos-ii/

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