Edmundo García y su gran escena
El caso de un transformista político
Martes, septiembre 27, 2016 |  Jorge Ángel Pérez
LA HABANA, Cuba.- No me gustan los cubanos que defienden a la 
"revolución" desde Miami. Siempre termino preguntándome por qué no la 
amparan desde estos predios; pero debo confesar que en algunas ocasiones 
me asiste cierta tolerancia, y hasta soy capaz de otorgar a algunos 
innegables razones, pero a otros no. Entre estos últimos hay unos 
cuantos, y entre ellos está Edmundo García, quien no tiene razón alguna 
para seguir en Miami si en el centro de su discurso están las bondades 
de la "revolución" cubana.
Si Edmundo formara parte, como otros tantos, de aquel enjambre de niños 
que abandonó la isla entre los años 1960 y 1962, otras serían las 
razones, pero él no fue un Peter Pan y mucho menos asistió a una escuela 
donde a la maestra la llamaban "teacher", tampoco tuvo que aprender a 
escribir en una lengua diferente a la que conoció en la casa de su 
infancia. García no inició estudios en el kindergarten ni tuvo amores en 
high school. Edmundo no fue a un college, sin embargo sus días siguen 
transcurriendo en la Florida; en ese lugar decidió anclar sus raíces, y 
desde esa geografía defiende a una "revolución" que antes abandonara. 
Debe ser por eso que me pregunto con tanta frecuencia por qué no la 
defiende en sus estos predios. ¿Será tan difícil?
Se dice de él que son muchos los apelativos que en La Hababa intentan 
definirlo, pero no me pondré a hacer un inventario de nombretes. No 
sería elegante, además son tantos que se atropellan, y el gasto de 
energía que preciso para convocar a mi memoria puede ser enorme. De 
todas formas fijaré aquí el comentario que me hiciera un conocido 
mientras intentaba descifrarlo: "Edmundo puede hacernos creer que al 
levantarse en la mañana se enteró que había heredado la Capilla Sixtina".
"¿La Capilla Sixtina?", pregunté, y el otro respondió que García suele 
creer en algunos imposibles y que, de ser cierta la tal herencia, la 
vendería de inmediato, y también aclaró que el dineral no estaría 
destinado a ayudar a la revolución como intenta hacernos creer. Según 
este conocido, si Edmundo consiguiera un legado como ese, y además un 
comprador, trocaría de inmediato esa fortuna recibida tras la venta por 
el Partenón, las Pirámides de Egipto y hasta el Taj Mahal, para seguir 
haciendo trapicheos y ganar, ganar, ganar… ad infinitum; y que la 
revolución espere, también, ad infinitum…
Y en qué lugar está entonces su fortaleza, esa que Platón suponía entre 
las cuatro virtudes cardinales, esa que solo la exhiben los individuos 
más honestos. El filósofo sospechaba que quien ostentara esa virtud 
moral, exhibiría una opinión recta sobre lo que se debe y sobre lo que 
no se debe temer. Sin dudas la fortaleza no está entre las virtudes de 
García, y prueba de ello son los temores que le provocan las vicisitudes 
de la vida cubana. Debe ser por eso que se largó.
¿Y qué lo llevó a largarse? Aquí se comenta que tomó tal decisión tras 
la quiebra de algunos de sus negocios, todos relacionados con la venta 
ilícita de obras de arte que se iba procurando en cada sitio de la isla 
donde ponía los pies. Pudo ser el miedo a la justicia, pudo ser el temor 
a la pobreza quienes lo llevaron a escapar. ¡Sin dinero no es fácil 
vivir! ¿Verdad, Edmundo?
Por eso debió abandonar el suelo, y el gobierno, que hoy defiende. 
Edmundo tuvo la certeza de que Cuba no era su espacio natural… En la 
isla jamás podría soñar con adueñarse del Museo del Louvre ni del Prado. 
Quizá no le parecía justo vivir en una tierra donde esos sueños nunca 
podían realizarse, donde no se consiguiera trocar por dinero a esos 
palacios. ¿Será por eso que se fue?
Edmundo García, quien no arriesgó su vida en una lancha, intentó hacer 
una carrera de periodista en Miami, y para conseguirlo no escogió los 
ditirambos cuando se refería a Cuba y a su "revolución"; entonces 
prefería los insultos; por esos días era más dado a las reprobaciones. 
Ese hombre hizo largos menosprecios a esa "revolución" que ahora 
defiende en los más importantes foros y espacios sitios digitales de la 
prensa oficial cubana.
Dicen que viaja a la isla con frecuencia después de que fracasaran sus 
intentos de insertarse en una gran televisora. La última vez que lo vi 
no estaba "entre humo y metralla", y nada en él recordaba al hombre que 
se baja de un P14 en el Parque de La Fraternidad. No percibí en Edmundo 
ni el más mínimo sofoco, ese que consigue el sol del mediodía en el 
interior de un metrobús.
La última vez que lo vi no iba matando canallas, en esa ocasión caminaba 
cubierto por telas vaporosas y con el pelo ensortijado, dando pruebas de 
que era un recién llegado de otra geografía, un recién salido de alguna 
climatizada peluquería después de hacerse el croquinol. Esa vez que lo 
miré, desandaba la Plaza de Armas acompañando al abogado José Pertierra, 
para luego fundirse en un largo abrazo con Miguel Barnet. Lo miré 
sentado entre el tumulto, lo descubrí conversando, dando palmaditas a 
algún hombro amigo, pero no conseguí verlo comprando el libro que se 
presentaba aquel sábado en la plaza. Al parecer solo pretendía figurar.
Muchas son las cosas que escuché decir hasta hoy de este personaje. Hay 
algo que también se dice y que parece retratarlo, y es la aseveración de 
que si a García, quien se vende como un gran conocedor de las artes 
plásticas, le fuera regalado un cuadro de Greuze o de Chardin lo 
vendería al instante y sin mirarlo. Resulta que no soporta a los pobres 
porque son muy vulnerables, y lo peor, desvencijados.
A Edmundo no le interesan esas vidas, ni siquiera en un lienzo 
soportaría a una pobre jovencita que va vendiendo leche… Él prefiere el 
poder, y la elegancia, el escenario más grandioso, quizá por eso se fue 
a Miami, y quien se decide por el exilio, tiene sin dudas un montón de 
inconformidades con lo que deja, y un sinfín de expectativas con lo que 
busca. ¿Qué lo obligó a quedarse por allí? ¿Decidió estar lejos del 
comunismo?
Le creería más si cobrara cuatrocientos pesos, si a menudo lo encontrara 
en la ruta 67, si montara un P14 y comiera pollo una vez al mes; pero él 
llega a la Habana después de cruzar el estrecho de la Florida en un 
avión, de la misma manera en que abandonó el país. Él vive en Miami, y 
escribe en Cuba sobre ciertos políticos, de allá, que sufragan sus 
campañas con el dinero de escuelas que antes convirtieran en compañías 
de lucro, como advierte en uno de sus artículos publicados en 
Cubadebate. Edmundo dispone de todos los espacios oficiales para hacer 
diatribas.
Este hombre que se decidió por la Florida es reverenciado en Cuba, y la 
prensa oficial le ofrece sus espacios más visibles, y defiende sus 
últimas posturas, y olvida las anteriores, sin embargo esa misma prensa 
es implacable con otros. Esa prensa que solo brinda genuflexión a los 
cubanos mas comprometidos, a quienes hacen el viaje a África vestidos de 
blanco o de verde militar, a quienes llegan a la pobre América azotada 
por terremotos, enfermedades y ciclones, también recibe con aplausos a 
Edmundo García, incluso después de que gritara "pestes" sobre este país 
y sus gobernantes.
Edmundo es loado en la isla, mientras un montón de periodistas jóvenes 
del periódico Vanguardia, en Santa Clara, son puestos en la mirilla y 
hasta amenazados con el despido, porque publican en sitios digitales que 
no son del agrado del gobierno. Edmundo es tratado como un héroe, pero 
la vicepresidenta de la UPEC propone al gobierno que expulsen del país a 
Fernando Ravsberg.
A Edmundo le abren todas las puertas oficiales, pero a José Ramírez 
Pantoja, periodista de Holguín, no lo dejan respirar; para él decidieron 
el despido, el peor ostracismo, aunque esté en Cuba, en el preterido 
oriente de la isla, y lo mismo han hecho con Abel Invernal, quien 
trabajaba en una emisora de radio en Sagua la Grande. El reivindicado 
Edmundo García no es más que un transformista, y no escribo ahora de ese 
término que puede ser aplicado al evolucionismo biológico, y mucho menos 
a quienes lucen un pelucón rubio y unos aretes para cantar en una noche 
en el Cabaret Las Vegas de la calle Infanta; este hombre es un 
transformista político, aunque a la prensa oficial no le de la gana de 
mirarlo de ese modo.
Source: Edmundo García y su gran escena | Cubanet - 
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