Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, octubre www.cubanet.org) - Los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR) fueron creados el 28 de septiembre de 1960, según
anunciara Fidel Castro, porque: "Vamos a establecer un sistema de
vigilancia colectiva".
Para conmemorar el aniversario 50, el Comandante volvió al Palacio
Presidencial, desde hace decenios convertido en Museo de la Revolución.
Al parecer, en su retorno a la vida, deseó revivir la época de su
esplendor y el delirio de la multitud popular. Pero un anciano muy
deteriorado leyó las partes más represivas y amenazantes del discurso de
entonces, y terminado el escrito improvisó con sus predicciones sobre
la inminente guerra atómica. La tribuna no fue la gran terraza de
Palacio, sino una construida para la ocasión, y el público movilizado se
agrupó en la estrecha senda del parque frontal para dar la impresión de
mayor cantidad, apenas dos decenas de miles.
Los CDR en cada cuadra han mantenido a los cubanos permanentemente
escrutados y a la Seguridad del Estado oportunamente informada. Sin
embargo, la participación de los ciudadanos en las guardias nocturnas y
las actividades políticas es casi inexistente, a pesar de que todos
tienen que ingresar al CDR al cumplir 14 años, so pena de ser tildados
de "desafectos" con consecuencias diversas, como su no admisión en la
universidad o la imposibilidad de lograr determinados trabajos,
fundamentalmente en el turismo. Desde hace tiempo, los presidentes y
otros directivos van tocando de casa en casa para lograr la asistencia a
las reuniones, cada vez menos frecuentes.
Año tras año se tiene que asistir a la fiesta de la cuadra para celebrar
el aniversario. Para garantizar el jolgorio, se ha entregado a cada CDR
una cuota por el sistema de racionamiento para elaborar la "caldosa",
consistente en huesos de cerdo y tubérculos, así como cerveza y ron,
pagados con el aporte de los cederistas. Pero los abastecimientos han
disminuido en la misma medida en que los alimentos, el entusiasmo y la
participación popular se esfumaron. Para el gran cincuentenario, desde
días antes se mantuvieron spots musicales en la televisión. No
obstante, el ambiente no estaba para gozo.
El 1 de octubre se inician las asambleas de rendición de cuentas de los
delegados del Poder Popular en las circunscripciones, o sea, en los
barrios, cuyos CDR son los organizadores y encargados de arriar a los
"electores" para garantizar la participación, mediante una citación que
deben entregar como confirmación de la asistencia. Un proceso "muy
democrático" que implica tener los ojos más encima, si no se entrega el
papelito.
"Hoy más que nunca debemos convertir estas reuniones en un arma política
de la revolución y un instrumento revitalizador de la democracia
cubana", según el semanario Tribuna de La Habana del 26 de septiembre.
"Está claramente definido que en la circunscripción son las masas las
que ejercen el poder primario y han delegado su autoridad en ese
representante que viene cada seis meses a rendir cuentas de su gestión",
continuaba. Puede inferirse la compulsión "democrática" y el ritual
semestral de un "representante seleccionado" de una candidatura única,
en una elecciones con asistencia estrechamente controlada.
No obstante, en medio de una crisis general, complejizada por el anuncio
de desempleo de 1 millón 300 mil cubanos, iniciado con 500 000 en el
curso de los próximos seis meses, y multiplicada varias veces por su
incidencia en la familia, tanto los CDR como el Poder Popular tendrían
que tomar otros rumbos. Hasta ahora se aprecia el énfasis en el papel
represivo de los CDR, y según concluye Tribuna de La Habana: "Cara a
cara con sus electores, los delegados darán cuenta de lo realizado en el
último período, ofrecerán orientaciones sobre la actual coyuntura
económica y social y recogerán los planteamientos de la población, lo
cual exigirá esfuerzo, atención y creatividad y también de la unidad del
barrio para seguir adelante con nuestro proyecto social". Usualmente lo
realizado es bien poco, las justificaciones abrumadoras, y las
orientaciones se leen.
En esta oportunidad, los planteamientos de los electores podrían ser
más "combativos", por la incertidumbre sobre el futuro en quienes ya
hayan perdido el empleo o teman perderlo, las afectaciones económicas,
las indefiniciones oficiales respecto a las perspectivas del trabajo por
cuenta propia, la incapacidad de muchos para comenzar labores
desconocidas, la carencia de financiamiento y los eventuales créditos,
los nuevos impuestos, y las garantías de que el proceso no será
revertido caprichosamente como ha sucedido muchísimas veces, con grandes
pérdidas personales y estigmatización social.
No menos llamativo resulta que los CDR, al igual que las otras
organizaciones políticas y las llamadas de masas, no hayan anunciado el
recorte de sus cuadros profesionales, oficinas, transportes,
electricidad, dietas, viajes, etc., en fin, de toda la burocracia de
las supuestas organizaciones no gubernamentales inscritas en el sistema
de la Organización de las Naciones Unidas, y que en realidad son
tentáculos del Estado-Partido. Es un contrasentido demandar del pueblo
mayores sacrificios y mantener todo ese andamiaje.
En todo caso, la propaganda en torno a los CDR y las asambleas del Poder
Popular denota el fuerte aferramiento a los métodos impositivos. La
sociedad cubana atraviesa un período muy difícil, en el que pueden
incrementarse los delitos, la inseguridad ciudadana y la represión. Las
manidas consignas políticas no calan en el pueblo sumido en la miseria,
descreído y urgentemente necesitado de incrementar los valores morales y
cívicos. Se requieren verdaderas ONG, y un parlamento que a todos sus
niveles abandone la unanimidad demandada, que analice y discuta los
problemas de la nación y sus ciudadanos, y el libre intercambio de
opiniones, las propuestas valientes y la solidaridad para procurar la
solución entre todos los cubanos.
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