Fidel, si tú fueras venezolano
By MARTIN SANTIVAÑEZ VIVANCO
Siguiendo el curso natural de las dictaduras que languidecen, el régimen
autocrático de Hugo Chávez acaba de perder el respaldo absoluto en el
Parlamento a sus políticas radicales, exóticas y populistas. Los
venezolanos, tras un largo éxodo por el de-
sierto de la polarización, empiezan a cruzar el Jordán de la democracia.
La oposición, poco a poco, deja de ser ese Campo de Agramante en el que
todo se pervierte, y propone, con criterio, tácticas realistas capaces
de jaquear algunos castillos ideológicos del vasto imperio chavista.
Falta un largo camino por recorrer, pero hoy, con este resultado,
vislumbramos una luz al final del túnel.
Sin embargo, cantar victoria, es apresurado. La destrucción
institucional, el aquelarre partitocrático, la postración de la
tecnocracia y la economía subyugada a los más burdos móviles políticos,
han hecho de Venezuela un caldo de cultivo propicio para el desarrollo
de una izquierda retrógrada y radical maridada con el viejo populismo
latinoamericano, ese cáncer que no conoce de ideologías y que se debe
por entero al caudillo de turno. Esta izquierda chavista, que es en
esencia un cesarismo burocrático, aun si pierde el poder formal, se
mantendrá como una fuerza firme en el escenario político de Latinoamérica.
Porque Chávez, con la construcción del PSUV, perenniza su liderazgo y
crea la espada de Damocles que obliga a sus opositores a forjar una gran
concertación. Y sin embargo, han tenido que pasar varios años y
frustrarse numerosos intentos para que la vieja guardia política
venezolana confluya en un solo movimiento. He aquí una muestra palpable
de la pequeñez de nuestros políticos tradicionales. El escepticismo que
despiertan sus jugadas interesadas, provoca que los demócratas
depositemos nuestra esperanza no en sus fútiles maniobras de salón y sí
en esa nueva generación de venezolanos que abjura en masa del chavismo,
luchando día a día por un futuro diferente para su patria. Si la Mesa de
Unidad Democrática sobrevive a sus pasiones coyunturales, Venezuela,
tarde o temprano, recuperará la libertad. Y si sobrevive será, en gran
medida, gracias al apoyo de las nuevas generaciones.
Cada proceso electoral que involucra a los venezolanos implica una
movilización formidable de dos cosmovisiones antagónicas de la política.
Latinoamérica observa expectante el resultado, consciente de todo lo que
se juega en la tierra de Bolívar. Fidel Castro, un hombre sumamente
realista, escribió antes de las elecciones una columna engolada y
mediocre en la que aborta un arrebato poético, desnudando su temor a que
las lluvias disminuyan la participación ciudadana en el proceso
electoral. En ella, el dinosaurio de la izquierda latinoamericana
sostiene, con vehemencia juvenil, que si fuera venezolano se enfrentaría
``a las lluvias y no permitiría que el imperio sacara de ellas provecho
alguno... no dejaría de ir a votar como un deber sagrado: a la hora que
sea, antes que llueva, cuando llueva, o después que llueva, mientras
haya un colegio abierto... si yo fuera venezolano, aun bajo rayos y
centellas, lucharía hasta lo imposible para convertir el 26 de
septiembre en una gran victoria''.
Interesante. En pleno otoño el patriarca recomienda a sus cachorros
enfrentarse a los malditos elementos que conspiran con el Imperio. No
menciona, por supuesto, que en Cuba la libertad electoral es un
espejismo, las elecciones una burda mentira y la libre opinión una
ventisca deleznable, la tímida garúa que se pierde en el erial del
castrismo. Si Fidel fuera venezolano, estas elecciones estarían
amañadas, la oposición presa y los venezolanos navegarían en balsas
hacia los cuatro puntos cardinales. Si Fidel fuera venezolano, Hugo
Chávez, por la razón o por la fuerza, ganaría las elecciones con el 90%
del respaldo popular. Menos mal que el reporte de los tiempos pronostica
un huracán de libertad que, tarde o temprano, barrerá de la faz de la
tierra los excesos funestos de tanta dictadura tropical.
http://www.elnuevoherald.com/2010/09/28/810383/martin-santivanez-vivanco-fidel.html
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