29 de enero de 2015

Cuba y la nueva política norteamericana

Cuba y la nueva política norteamericana
[28-01-2015 12:55:58]
Centro Cubano de España

(www.miscelaneasdecuba.net).- Buenos tardes. Ante todo, mi gratitud a D.
Eduardo Zaplana y al Club Siglo XXI por la bondad de brindarme esta
prestigiosa tribuna. Vaya por delante una necesaria advertencia: una
charla tan breve como ésta sobre el complejísimo tema cubano me obliga a
un ejercicio de síntesis.
El 17 de diciembre pasado el presidente Barack Obama y el general Raúl
Castro anunciaron simultáneamente un cambio en las tensas y hostiles
relaciones que ambos países habían tenido durante más de medio siglo.
No voy a detenerme en detallar en qué consiste el cambio, porque la
prensa lo ha descrito cuidadosamente, pero puedo afirmar que Estados
Unidos hizo una serie de concesiones unilaterales, pese a que el
gobierno de Obama, una y otra vez, hasta la víspera del anuncio,
insistió en que no haría nada semejante, a menos de que el régimen de
los Castro "moviera ficha" en dirección de la democracia y el respeto
por los derechos humanos.
Mentira.
No fue un gesto diplomático discreto, sino engañoso. La Casa Blanca,
incluso, engañó al senador demócrata Bob Menéndez, presidente del Comité
de Relaciones Exteriores del senado, como éste se ha encargado de
denunciar en un tono justamente airado.
¿Por qué el presidente Obama hizo algo así?
El argumento alegado es que había que ponerle fin a una política
fracasada que en más de medio siglo no había dado resultados, es decir,
no había logrado desplazar del poder a los Castro.
A lo que se agrega un razonamiento tan extendido como dudoso: la
afirmación de que el fortalecimiento de una red privada de microempresas
puede acabar fomentando la democracia en la Isla.
Se olvida que hasta 1968 existieron en Cuba, aún dentro del régimen
comunista, unas 60.000 microempresas privadas que en ese año fueron
intervenidas y confiscadas durante una acción estalinista al que
llamaron "ofensiva revolucionaria". Ésa, por cierto, fue una de las
épocas más represivas y violentas de la historia de la dictadura cubana.
Retomemos la decisión de la Casa Blanca.
¿Acaso Obama canceló la vieja estrategia porque deseaba intentar una
nueva manera de lograr el objetivo de destruir al régimen cubano?
No lo creo. Lo que Obama desea es ponerle fin incondicionalmente a la
vieja relación de hostilidad existente entre los dos países.
¿Por qué?
A mi juicio, en Estados Unidos existen tres grupos notables de personas
que deseaban ese cambio de política cubana, pero por distintas razones.
En primer lugar, están los exportadores y negociantes que desean vender
productos o realizar transacciones beneficiosas. Son empresarios que
defienden sus intereses. No tienen color político ni creen en cuestiones
de valores.
Pero luego existen dos categorías ideológicas que están de acuerdo con
lo que ha hecho el presidente Obama.
Los hay convencidos de que, aunque Cuba sea una dictadura despreciable,
el gobierno de una sociedad abierta y libre como es Estados Unidos no
debe decirles a sus ciudadanos qué países pueden visitar o con quién
deben comerciar.
Piensan que les corresponde a los individuos tomar esas decisiones
libremente. Esta es la posición, por ejemplo, de los libertarios del
Instituto Cato. Son "antiembargo" por razones de principio, aún cuando
sean anticomunistas.
Coinciden con ellos, pero por la otra punta del razonamiento, quienes
tienen una visión procastrista, aunque no necesariamente quieran para
Estados Unidos un modelo de gobierno como el que existe en la Isla.
Muchas de estas personas están convencidas de que la sociedad cubana
anterior a la revolución era una pocilga corrupta, controlada por los
gángsters y explotada por el imperialismo yanqui, y aunque Fidel y Raúl
Castro hayan establecido una dictadura comunista, el resultado –una
población educada y dotada de un amplio sistema de salud—es preferible a
lo que existía.
Son esa gente que admira al Che Guevara porque murió defendiendo sus
ideales, sin detenerse a pensar el daño que hizo en vida ni los
objetivos totalitarios que perseguía.
Para ellos, además, los exiliados son "los de Miami". Una plaga de
personas derechistas, resentidas e insensibles, generalmente batistianas
que fueron privadas de sus bienes por una revolución igualitaria.
¿Quiénes piensan así? Es frecuente encontrar esa percepción en las
universidades, en las instituciones académicas y en los medios de
comunicación como The Nation.
Muchos liberals, en el sentido estadounidense del término, sostienen ese
criterio, bastante frecuente en el ala más radical del Partido Demócrata
americano.
A mi juicio, es a través de ese prisma elemental y falso, pero muy
extendido, como el presidente Barack Obama y su Secretario de Estado
John Kerry "ven" el problema cubano, y es por esa razón ideológica por
lo que le han puesto punto final a una estrategia que sobrevivió a diez
presidentes antes de que al actual inquilino llegara a la Casa Blanca.
Al fin y al cabo, Obama es el más izquierdista de los presidentes
norteamericanos en toda la historia del país, y Kerry, con sus conocidas
simpatías por el primer sandinismo, coincidía con este punto de vista.
En todo caso, para el régimen cubano el cambio de Washington es una
victoria en toda la regla.
Por una parte, le envía a la sociedad cubana el mensaje de que,
finalmente, le han ganado la partida a Estados Unidos sin necesidad de
hacer ninguna concesión, y eso tiene un enorme valor simbólico en el
terreno político.
Por otra, confirman que los problemas de Cuba son el resultado de los
conflictos de la pequeña isla con un gigante abusador, el matón del
barrio, quien, finalmente, se ha visto obligado a rectificar.
Queda probada la tesis de los Castro: los problema de Cuba, de acuerdo
con la percepción que se desprende de la nueva actitud política de
Washington, no se derivan de un sistema de gobierno profundamente
improductivo y abusador, sino de los atropellos del cruel imperialismo
que le han costado a Cuba miles de millones de dólares a lo largo de más
de 50 años de "bloqueo", como pomposamente la dictadura cubana les llama
a las restricciones al comercio entre los dos países.
Obviamente, esto quiere decir que los demócratas de la oposición han
quedado sin verdaderos aliados políticos en la Casa Blanca, algo
especialmente grave en esta época del postsoviétismo. A pesar de la
afirmación de Roberta Jacobson Subsecretaría de Estado para los Asuntos
del Hemisferio Occidental que Estados Unidos no dejará a los opositores
cubanos que luchan por la democracia "abandonados" y que recibirán como
hicieron recientemente en La Habana a los opositores.
Durante los ocho años de Bill Clinton –cuando se firmó la ley
Helms-Burton--, más los ocho de George W. Bush, y los primeros seis de
Barack Obama, estaba establecido que el régimen cubano debía, como
condición previa al arreglo con Washington, emprender una negociación
con la oposición cubana, ampliar los márgenes de participación de la
sociedad civil de la Isla y dar los primeros pasos en la dirección de la
transición.
Ya eso no es verdad. Cuba puede ignorar olímpicamente a la oposición
porque nada tiene que ganar sentándose a la mesa con ella. Ya obtuvo,
unilateralmente, lo que buscaba con tenacidad.
Y, tan grave como esa falta de solidaridad con la oposición, es la
percepción general de lo ocurrido.
Digámoslo claramente: el gesto de Obama ha sido, en general, muy bien
recibido.
Una parte sustancial de los cubanos, incluso de quienes aborrecen al
gobierno de los Castro, están satisfechos porque suponen que, aunque se
fortalezca la dictadura, tal vez ellos vivan un poco mejor. Sueñan, y es
normal que así sea, con mejorar su calidad de vida.
Muchos latinoamericanos, que tienen una visión superficial de los
asuntos de la Isla, también creen que ha sucedido algo conveniente para
todos.
Lo mismo ocurre en Estados Unidos y Europa.
En España no puede extrañar un fenómeno como éste. Tras la Segunda
Guerra mundial, existió un bloqueo diplomático internacional contra la
dictadura de Franco y toda la oposición democrática estuvo de acuerdo en
que esas denuncias y acoso, pese a las bravuconadas nacionalistas,
debilitaba al régimen.
Sin embargo, a principios de la década de los 50, como consecuencia de
la Guerra Fría, Estados Unidos y las democracias occidentales
modificaron esa política y llegaron a un acuerdo con el régimen de Franco.
Entonces, quienes defendieron el cambio de actitud dijeron que ese
acuerdo, esa política de acercamiento, contribuiría a traer la
democracia al país, dado que habían fracasado las medidas de hostilidad.
Todo era mentira.
Objetivamente, el abrazo y la apertura de las democracias no les
trajeron la libertad a los españoles, sino fortalecieron a la dictadura
franquista, que poco a poco superó la crisis sin hacerles la menor
concesión a los demócratas españoles.
Tuvo que morir Francisco Franco, prácticamente un cuarto de siglo más
tarde, para que la democracia llegara a España.
Esto es exactamente lo que nos sucede a los cubanos. Nunca la esperanza
de la libertad ha estado más lejana. Para intentar revertir esa
posibilidad le pedimos al gobierno español:
1) Mantengan el compromiso con la democracia. Plantéense construir un
grupo de AMIGOS DE LA SOCIEDAD CUBANA junto, por ejemplo, a Estados
Unidos, México y otros países europeos.
2) Abran la embajada española en La Habana a los disidentes y demócratas
de la oposición y en las visitas a Cuba incluyan encontrarse con ellos.
3) Piensen que es una mala idea eliminar la posición común europea, tan
cercana a la cláusula democrática del Parlamento Europeo, mientras el
régimen cubano no dé muestras de moverse en la dirección de la democracia.
Muchas gracias.

Source: Cuba y la nueva política norteamericana - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/54c8ce4e3a682e1980ed1773#.VMoYSGjF9HE

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