Publicado el 29 agosto, 2011 por mermeladas
En este país, la verdadera carrera de un estudiante comienza en el
Jardín de la Infancia o Círculo Infantil, en sus primeros años de vida.
En ellos, entre canciones infantiles de Teresita Fernández y Liuba María
Hevia y aventuras de Elpidio Valdés, los tiernos parvulitos reciben su
bautismo ideológico: el amor a sus dirigentes y el odio al imperio.
Además, las amables asistentes les enseñan a obedecer las órdenes de
mando: formar filas, guardar distancia, marchar, saludar y gritar al
unísono ¡Pioneros por el comunismoseremos como el Ché!. También se les
explica que antes los niños se morían de hambre, se enfermaban sin
posibilidad de tratamiento ni de cura, y no podían estudiar ni jugar,
porque sus padres eran muy pobres, a diferencia de ahora, en que nada de
esto sucede, porque hubo una revolución que todo lo cambió para bien.
Entre el mundo del Jardín o del Círculo -y la exigencia de ver la Mesa
Redonda y el Noticiero- y el del hogar, el niño o niña comienza a darse
cuenta de que existen dos realidades: la de las asistentes y la de sus
padres. Da los primeros pasos en la ancha vía de la doble moral, la que
no abandonará jamás, pues hay cosas que se pueden decir y otras que se
deben callar. Aprenden el ventajoso uso de las máscaras.
Con el paso a la Primaria y a la pañoleta pioneril voluntaria, so pena
de quedar marcado si no la acepta, las cosas comienzan a complicarse un
poco más: aparecen el estudio obligatorio de los discursos de los
dirigentes, las mesas redondas, las jornadas político-ideológicas, el
trabajo voluntario, los sacrificios en aras del socialismo y mucho más.
Es importante aprender a repetir las opiniones oficiales y defenderlas,
participar histéricamente en las tribunas abiertas contra el imperio, y
hasta ofrecer alguna que otra entrevista preparada a los medios, para
demostrar al mundo el alto grado de educación política y social de los
estudiantes cubanos. Aparte de las matemáticas y la gramática, la
asignatura más importante es la historia o, mejor dicho, la nueva
historia, donde antes del año 1959 todo eran sombras y después todo se
convirtió en luz.
Al acceder a la Secundaria, la carga político-ideológica se incrementa,
con la participación voluntaria en los actos de repudio contra los que
piensan distinto y con la presencia también voluntaria, en las marchas
del pueblo combatiente, dos fantasmas de la intolerancia militante. La
falta de profesores se suple por clases televisivas y, en lugar de
exámenes, los alumnos son evaluados durante todo el curso, por su
participación en las actividades docentes y político-ideológicas,
dependiendo de ello el paso al Preuniversitario o a la Enseñanza
Tecnológica (Oficios). Aquí se realiza la captación en la Federación de
Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) para militar en las filas de la
Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), quienes constituyen, supuestamente,
la vanguardia del estudiantado y deben, por lo tanto, arrastrar tras de
si a la masa en el cumplimiento de las tareas asignadas por la
revolución. En este nivel se exacerba la doble moral, pues de su
ejercitación diaria depende el paso al nivel Preuniversitario o Enseñaza
Tecnológica. También aquí los estudiantes participan obligatoriamente en
treinta-cuarenta días de trabajo agrícola, internos en asentamientos
rurales con ínfimas condiciones de alojamiento y alimentación, a grandes
distancias de sus hogares. Se supone que todas estas medidas coadyuvan a
la formación del hombre nuevo que necesita la sociedad socialista,
despojado de los rezagos burgueses de sus abuelos y padres, y entregado
en cuerpo y alma al ideario comunista.
Terminada la Secundaria, la vida del estudiante pasa al Preuniversitario
o Enseñanza Tecnológica En el primer caso, se encuentran los que aspiran
a continuar estudios universitarios. En el segundo, los que se conforman
con aprender un oficio. Los Pre, que por lo general se encontraban en
zonas rurales o alejados de los centros poblacionales, aplicando la
política de separar a los jóvenes de sus familiares y de su entorno
social, manteniéndolos agrupados y controlados por el Estado, en un
régimen de estudio y trabajo con salidas una vez por semana, ahora han
regresado a las ciudades y pueblos, debido a la crisis económica y su
incosteabilidad. En ambos centros se prioriza la preparación
político-ideológica y, por ende, se ejercita la doble moral, luchando
sus alumnos por la obtención de una carrera universitaria o un puesto de
trabajo, según el caso. Toda la docencia, tanto en la Primaria como en
la Secundaria y en el Preuniversitario o Enseñanza Tecnológica, es muy
deficiente, fundamentalmente por la baja capacitación del personal
docente, mayoritariamente preparado de forma acelerada, en cursos
emergentes, sin la debida vocación ni conocimientos pedagógicos.
En los estudios universitarios se aplica el principio de la universidad
es sólo para los revolucionarios. Esta exigencia, anticonstitucional y
violatoria del derecho a la educación, es responsable principal de la
doble moral estudiantil, pues politiza este nivel hasta el absurdo,
perjudicando el ejercicio de una docencia seria y responsable, ya que
todas las materias deben ser filtradas a través del tamiz ideológico.
También actúan de forma negativa, la juventud y la falta de preparación
docente y de experiencia pedagógica de buena parte de los profesores,
alumnos en activo o graduados del año anterior. Otro absurdo es la
denominada universalización de la enseñanza universitaria que, en aras
de una supuesta masividad, pretende preparar y graduar universitarios en
cursos por encuentros, con profesores más capacitados, en locales
inadecuados repartidos por toda la ciudad, y sin ninguna base material
de estudio, con el único objetivo de lograr estadísticas altas para los
informes de la UNESCO. En la universidad, los estudiantes se encuentran
sometidos permanentemente a la necesidad de mostrarse adictos al modelo,
manteniendo una actitud servil y participando entusiastamente en todas
las denominadas actividades político-ideológicas: mítines, actos de
repudio, marchas, concentraciones, conferencias, debates, etcétera so
pena de, de no hacerlo, perder sus carreras y ser expulsados por no
mantener una actitud revolucionaria. En este último año no se han
realizado las múltiples movilizaciones productivas en los meses de
vacaciones, organizadas en diferentes tipos de brigadas, que abarcaban
prácticamente a todos los estudiantes. La razón esgrimida y publicada es
que no eran productivas y se gastaba más de lo que se obtenía, algo que
se sabía desde hace muchos años.
Aquéllos que hayan sido capaces, desde el Jardín de la Infancia o
Círculo Infantil hasta la Universidad (Enseñanza Tecnológica), de
mostrar una cara revolucionaria aceptable en todo momento, obtendrán el
diploma de graduado, por lo regular, en un gran acto convocado al efecto
en la tribuna antiimperialista José Martí. A partir de entonces, y
durante cinco años, no podrán salir del país, para saldar su deuda con
el pueblo, que les ha permitido estudiar. Habrán demostrado también no
haber perdido la razón en el intento, aunque se hayan perdido muchas
otras cosas.
http://mermeladas.wordpress.com/2011/08/29/ser-estudiante-y-no-perder-la-razon-en-el-intento/
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