2 de mayo de 2011

LA PERPETUIDAD DE LOS PROBLEMAS

LA PERPETUIDAD DE LOS PROBLEMAS
02-05-2011.
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Es tanta la resignación ciudadana en estos
tiempos que hemos asumido como válida, cierta moral que reina entre los
dirigentes partidarios, que pretende establecer determinada dinámica
para la cual existen momentos oportunos para hacer lo correcto.

Es tan así que hasta hemos asimilado el lenguaje político que dice que
hay años electorales y años de gestión, como si se tratara de
situaciones antagónicas, y tuviéramos que admitir claudicando, que el
asistencialismo y las medidas demagógicas son parte imprescindible del
paisaje.

Es preocupante, porque las soluciones que precisamos como sociedad
necesitan ser eficientes, agiles, expeditivas, y no estar siendo
tamizadas en el contexto de conveniencias circunstanciales, de sectores
beneficiados o perjudicados, y hasta de resultados electorales como
piezas de análisis.

No es un secreto que existen problemas de difícil resolución, que a
veces suponen la presencia de cuestiones cuyas causas son múltiples,
distintas, diversas. En esos casos, la tarea supone ir avanzando en
solucionar esos aspectos diferentes uno a uno, o al menos intentar que
cada arista tenga un progreso razonable, evolutivo, en el recorrido
hacia su conclusión.

Inclusive, en este tipo de asuntos sofisticados, hasta es probable que
algunas soluciones definitivas o profundas no lleguen jamás, solo porque
el diagnóstico aplicado es inexacto o al menos incompleto.

Temas endémicos, estructurales, de los eternos, como la inseguridad o la
corrupción estarían probablemente en esta nómina, entre tantos otros.
Para poder resolverlos es preciso tener en claro sus causas y operar
fuertemente sobre ellas y no solo apuntar a sus consecuencias, como la
tradición política acostumbra, y como la opinión pública reclama,
ingenuamente a veces.

En estos casos, se necesita claridad, ideas novedosas, creatividad y,
como en casi cualquier problema, mucho coraje para enfrentar el asunto y
estar dispuesto a soportar las secuelas indeseadas que se deriven de ello.

Pero además, está ese otro grupo de preocupaciones, de flagelos, de
inequidades, graves e importantes, que no se resuelven tampoco. A
diferencia de los primeros, en estos casos se conocen sus causas, que a
veces son únicas e inclusive se sabe con precisión como abordarlos.

Es aquí cuando aparecen infinidad de argumentos que intentan justificar
las razones del porque de su falta de prioridad. Se trata de temas en
los que se conoce el problema, su origen también, pero su solución
atenta contra los intereses de la corporación política y es por ello que
no se resuelven.

Los recursos para postergar indefinidamente, para patear hacia adelante
la solución son interminables. A veces intentan confundir, atribuyendo
causas diferentes a la real, en otros casos hablan de la necesidad de
atacarlos en otra oportunidad, buscando el momento ideal para hacerlo.

En realidad, se trata de asuntos que nos les interesa resolver. Las
excusas sirven todas, las que hablan de la inoportunidad de avanzar, las
que dicen que el problema existe, pero se debe convivir con él por algún
tiempo más.

En esta lista de problemas aparecen la inflación, el asistencialismo, la
independencia del poder judicial, entre algunos de los más habituales de
esta extensa lista. Resolverlos solo precisa de la decisión de hacerlo.
Saben muy bien como se hace para salir de estas cuestiones, pero lo que
no dicen es que en realidad la política no está dispuesta a hacerse
cargo de lo que ello implica. A veces se trata de costos políticos, de
esos que se pagan con votos. En otros casos, solo intentan no abandonar
la caja para perpetuarse en el poder. Enfrentar el asunto, atenta contra
ello. Por lo tanto, lo evitan.

La cosa es más simple de lo que parece. No lo resuelven, porque no
quieren solucionar la cuestión de fondo. A veces les faltan ideas, pero
las más de las veces, solo se trata de ausencia de coraje y decisión
política.

Que la dirigencia política maneje su lógica a su antojo, está dentro de
lo previsto, pero que la gente, la ciudadanía se pliegue a este esquema
tan servilmente y asuma esa dinámica como propia, es alarmante. El
momento oportuno para resolver los problemas es YA. Que la política
tenga sus tiempos, es su dilema y la sociedad no tiene porque consentir
mansamente frente a esa dialéctica como si fuera la única posible.

Para resolver la inflación hay que dejar de emitir, dejar de usar este
dinero artificial como mecanismo para financiar el gasto publico. No es
demasiado complejo. Toda otra explicación es retorcida e inexacta. De
hecho, si ellos no creen que esa sea la causa, pues deberían dejar de
emitir para demostrarlo con contundencia.

Para que la justicia gane en independencia, la cosa tampoco es tan
engorrosa, solo falta dejar de intentar influir y abandonar reuniones
secretas organizadas para construir acuerdos y lograr designaciones en
ese ámbito.

Podríamos seguir recorriendo la interminable lista, pero no es la idea.
Está bastante claro. Los problemas que enfrentamos son muchos, si los
que son de simple resolución ya los tuviéramos encaminados, podríamos
enfocarnos en los más difíciles, los que realmente generan un desafío
profundo, un debate más significativo.

Lamentablemente hemos aceptado con excesiva resignación algunas reglas.
Habrá que convencerse primero, de que éste, el actual, el tiempo que
vivimos es el momento adecuado y no otro como ellos pretenden. No
debemos acostumbrarnos a la perpetuidad de los problemas.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=32124

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