Thursday, April 28, 2011 | Por Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Durante los sucesos de
Mariel, en 1980, cuyo comienzo se conmemora por estos días, Panchita fue
una de víctimas fatales de los mítines de repudio. Panchita no era una
"gusana", era la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución de su
cuadra y murió cuando formaba parte de una turba progubernamental que
acosaba a una familia en las calles Velarde e Infanta, en el municipio
Cerro.
Paradójicamente, Panchita no murió a manos de un "gusano", fue víctima
de la ira de otro revolucionario que al ver a su madre entre los
acosados por las hordas en el mitin de repudio, lanzó el automóvil que
conducía contra las porras. Segundos después el agresor fue ultimado a
tiros por un agente del Ministerio del Interior.
Panchita jamás fue elevada a la categoría de "heroína de la revolución",
solo la recuerdan algunos de los que tuvieron relación con los hechos.
Los horrendos mítines que proliferaron y se extendieron día y noche por
todo el país durante cinco meses, no fueron espontáneos, ni fortuitos.
Fidel Castro hizo un llamado personal a que se produjeran estos
desórdenes sociales en un editorial del periódico Granma, publicado en
1980. El texto se titulaba "¿Qué carazo le pasa a Carazo?", en alusión
al entonces presidente de Costa Rica y su ofrecimiento de refugio a los
cubanos que huían del país. En aquel editorial, Fidel Castro advertía:
"El pueblo no conoce de sutilezas diplomáticas. Ahora entrará en acción
el pueblo".
Después de los sucesos de Velarde e Infanta, en otra nota del diario
Granma, el propio Castro, con su habitual cinismo, se distanciaba de los
hechos y ponía la responsabilidad sobre los hombros del pueblo. Dijo que
a pesar del verdadero sentir revolucionario de la población, no debían
continuar los desordenes. Pero no se hizo nada por detenerlos, por el
contrario, el gobierno continuó fomentándolos.
Las jóvenes quizás no aprecien la magnitud del trauma que representaron
para la sociedad los actos de repudio de 1980; acciones que evidenciaron
el desprecio del gobierno hacia nuestro pueblo y en especial hacia los
que trataban de abandonar el país. En nombre de la fidelidad a la
revolución y a la familia Castro, amigos, compañeros de trabajo y de
clases, familiares y vecinos, pasaron -por órdenes del gobierno- de la
armonía al odio, de la convivencia a la agresión y la confrontación.
A lo largo de tres décadas, en mayor o menor grado según el momento, los
barbáricos mítines de odio se han convertido en parte de nuestra
cotidianeidad y a muchos hasta han llegado a parecerles "normales". Hoy
las víctimas no son los que quieren huir del país, sino las Damas de
Blanco y otros miembros de la sociedad civil que se atreven a reclamar
pacíficamente el derecho de los cubanos a la libertad y a una vida digna.
Treinta y un años después del Mariel, aunque con menos frecuencia y
masividad, el gobierno y el partido comunista continúan organizando e
incentivando los actos de repudio, fomentando el odio y enfrentando a
los cubanos entre sí para beneficio de la misma familia Castro.
Aumenta la tensión en nuestras calles, existe un clima propicio para la
desestabilización social y política y para nuevos estallidos de
violencia, con el agravante de que es poco probable que la tensión
social se pueda liberar esta vez abriendo las fronteras a un éxodo
masivo, como el que permitió que más de 125 mil cubanos huyeran a la
Florida en 1980. El mundo no es el mismo y es poco probable que los
americanos caigan en la misma trampa.
Orientados por el Partido Comunista, los fratricidas mítines de repudio
reaparecen con fuerza, para mantener mediante el terror una ideología
sin fundamentos y un gobierno quebrado, moral y materialmente. Todo
indica que el gobierno no planea dar tregua a nuestro pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario