Cuba y el día antes
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 30-04-2011 - 10:00 am.
La transición es hoy esa tierra de la que todos hablan, pero que nadie
quisiera habitar.
Después del desfile militar. (REUTERS, La Habana, 16 de abril).
La intelectualidad cubana, así en la Isla como en el Exilio, intenta de
cuando en cuando imaginar el escenario más bien cómodo del día después.
Después, se sobreentiende, de la Revolución.
Cualquiera tira su piedrecita de prosa futurista al respecto. Nuestro
ejército de nostradamus nacionales reitera tópicos y estilos. Muerte del
Líder Máximo. Sucesión por consanguinidad. Carencia de carisma en las
altas esferas con un plus de corrupción a todo nivel. Decadencia
desacelerada o caos súbito. Las hipotéticas protestas populares en
copy-and-paste de internet. Ingobernabilidad insular. Y, por fin, esa
intervención extranjera postergada no desde 1959 sino acaso desde 1933.
Hasta aquí la saga del día después. Y, después del día después, el
diluvio: se supone que una democracia a perpetuidad.
Estas predicciones de post-país, más o menos documentadas o
fundamentalistas, sean involuntarias o ex-profeso, describen un arco
ucrónico que va desde el espiritualismo patrio de Cintio Vitier hasta la
praxis politiquísima de Carlos Alberto Montaner, pasando por no pocas
entrevistas del propio Fidel Castro, la ingenuidad de los
neo-socialistas pateados del PCC, y algunos panfletos de ciencia-ficción
no menos risibles en su precariedad realista.
Yo también podría pasarme ahora de augur. Posar de pitonisa de cara a la
posteridad, en una apuesta perdida de antemano porque, sabemos, la
Historia no tiene modo subjuntivo. Y a la vuelta de los cambios
cosméticos o cromosomales en Cuba, los de arriba siempre narrarán a su
imagen y semejanza, desechando los ripios que no encajen en el consenso
social.
Pero me pregunto si no sería más rentable rumiar la retórica del día
antes, ese teatro de operaciones por el que, en principio, nadie tendría
que esperar, pues parte de raspar a diario el monolito discursivo
oficial, reduciéndolo casi sin querer a un aserrín inverosímil. El mayor
despliegue de imaginación no consiste ya en la prestidigitación de quien
atisba el horizonte (ese sería el estilo de un estratega militar con
prismáticos), sino en leer sin miedos delante de nuestra nariz. El día
antes es, ante todo, inmediatez. Y esa inminencia aterra a la inercia de
nuestro repertorio mental.
Pensar el día antes hoy en Cuba significaría tener ganas de participar,
de postular, de hacer Realpolitik con el Estado y no sólo con la prensa
foránea, de nombrar las cosas y los traumas: los muertos, la memoria,
¿paz civil a costa de represión?, Latinoamérica como latrocinio o al
menos un vecino violento, ¿ventajas de la Seguridad del Estado?,
constitucionalidad versus venganza, ¿multipartidismo en ruinas?, la
pesadilla de las propiedades perdidas, y un escabroso etcétera donde el
cubano podría convertirse en caníbal del cubano. En fin, habría que
dejar de hacer poesía estadística o del corazón, para ser sinceros
aunque sea una vez no desde 1902 sino acaso desde 1492.
Pensar el día antes hoy en Cuba es, también, cuestión de una ciudadanía
adulta que con el tiempo aprendió la conveniencia de no dejar de ser
adolescente. Nadie desea vivir en una época que lo ha dejado atrás,
desde el Máximo Líder hasta el mínimo cuentapropista. No tener nada que
perder excepto sus cadenas tampoco es garantía de cambio (hasta en sus
consignas más simplonas el marxismo se marchitó).
No sería ocioso recordar que, en aritmética elemental, sin plantar
primero en el día antes, por supuesto, nunca reforestaremos un día
después. La intelectualidad cubana lo sabe, pero, así en el Exilio como
en la Isla, está más que dispuesta a llegar de última en esta carrera de
steeple-chase contra el carril cansado de la Revolución. Nuestra
vocación de testigos supera cualquier tentación biográfica. Como antes
con la noción de comunismo teórico en los manualitos materialistas, la
transición es ahora esa confortable tierra de nadie de la que todos
hablan, pero nadie quisiera habitar.
http://www.diariodecuba.com/opinion/4399-cuba-y-el-dia-antes
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