03-06-2010.
Elías Amor Bravo
Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- Asombroso. Según el diario Granma, el
principal resultado del XXXIII período de sesiones de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, celebrado en Brasilia
durante esta semana, ha sido la propuesta de crear "nuevos indicadores
económicos y sociales que reflejen mejor la realidad de cada país y
permitan detectar las principales necesidades de cada uno".
Y continúa la nota del periódico castrista señalando, "de esa manera el
criterio de renta media dejaría de ser un impedimento para participar en
la asistencia oficial para el desarrollo".
Tal vez algunos antecedentes nos permitan comprender lo que sucede. La
"batalla" del castrismo contra CEPAL comenzó en 2005, cuando la
organización mostró su desacuerdo con la cifra elaborada por el régimen
comunista cubano para el informe de la organización, y que calculaba en
un 11,5% la variación del PIB, un dato que superaba cualquier otra
estimación regional y que convertía la economía de los hermanos Castro
en una suerte de "dragón" asiático en el Caribe, a pesar de que la
evidencia de los hechos mostraba justo lo contrario: una economía
empobrecida, endeudada y carente de productividad y eficiencia.
En mi libro, "Economía cubana: la oportunidad perdida" realizo un
análisis detallado de la controversia entre las autoridades del gobierno
castrista encargada de los asuntos económicos y los expertos de CEPAL,
que alcanzó niveles críticos cuando en 2006, la organización se negó a
publicar los datos de la economía de la Isla, elaborados por el sistema
estadístico nacional castrista, y los sometió a un proceso de evaluación
externo e independiente.
Esa obsesión del régimen castrista con la estadística oficial, que sigue
normas internacionales para facilitar la comparación entre los países, y
que tienen todo el apoyo de la profesión por su base metodológica
impecable, es el ejemplo más evidente de un régimen político que basa
toda su información económica en los pretendidos éxitos de unas campañas
imposibles de cosecha de chícharos o de producción de huevos.
Desde la eliminación del sector azucarero cubano por decisión unilateral
de Fidel Castro a comienzos de siglo, los principales indicadores de la
economía empezaron a ofrecer una imagen real de pobreza, deuda y miseria
que afeaban cualquier análisis de la realidad. Ni siquiera en el Club de
París se podían obtener los créditos con los que hasta entonces se
financiaba a corto plazo la economía de la Isla, basado en las
estimaciones de producción de azúcar en los mercados mundiales.
Casi diez años después, el precio del azúcar alcanza máximos en su
tendencia secular, y Cuba obtiene niveles de producción similares a los
más bajos de la época colonial. Esas son las consecuencias de las
decisiones económicas del castrismo, una rara mezcla de obsesión con
acabar con la brillante historia económica cubana y con destruir
cualquier posibilidad de superar la crisis estructural del modelo
intervencionista y estalinista creado en 1959.
Mi consejo a CEPAL es que no acepte que el castrismo le obligue a
rectificar. Es muy fácil cuestionar los procesos de elaboración de las
estadísticas macroeconómicas, pero es muy arriesgado confiar la
información de contraste a la propaganda y la manipulación. En este
terreno es donde mejor se ha movido históricamente el régimen que oprime
a los cubanos, pero en la Economía, se impone otro estilo: la
credibilidad, la objetividad y la comparabilidad.
Y le guste al castrismo, a Granma o a quién sea, no hay mejor indicador
sintético de la economía de un país que el PIB per cápita, elaborado con
procedimientos homologados y similares que faciliten la comparación.
Cualquier otra alternativa supone introducir juicios de valor en el
cálculo estadístico, lo que no es muy recomendable. Los indicadores de
desarrollo humano son un buen ejemplo. Cuesta creer que estos
indicadores, elaborados por Naciones Unidas cada año, sitúen por ejemplo
a Cuba al nivel de algunos países europeos con niveles de desarrollo
diez o doce veces superiores. Pero insisto, ese es el riesgo de los
indicadores alternativos al PIB per cápita.
No se puede aceptar que un país, por su cuenta, decida que determinadas
rentas de servicios en el exterior se computen como producción
sectorial, como pretende el castrismo, por ejemplo, con los servicios de
maestros o médicos en Venezuela. Pero, ¿no habíamos quedado que eso era
cooperación internacional castrista? Además, ¿cómo se puede valorar a
precios de mercado un programa formativo o una operación de cataratas en
La Habana, cuando el mercado y su mecanismo de asignación, simplemente
está proscrito?
En ausencia de estas referencias de precios, fundamentales para realizar
los cálculos, la medición del valor del PIB de la economía cubana se
convierte en un esfuerzo complejo y difícil, obstaculizado por la
negativa de las autoridades castristas a seguir las normas
internacionales al uso.
Me temo que esta "batalla" se ha extendido de forma asombrosa, y no me
cabe duda que detrás de esta propuesta a CEPAL en su reunión de
Brasilia, estén los países del ALBA, fácilmente manipulables con la
letal combinación del argumentario castrista y los petrodólares de
Venezuela. Por eso creo que hay que poner un punto y final, evitando que
se disperse y que gane fuerza. Todo ello en beneficio de la credibilidad
de la información económica y en contra de la ambición de manipuladores
profesionales que tienen mucho que esconder.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=28146
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