La libertad de los presos políticos cubanos
By NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES
En una reunión que sostuvo el 19 de mayo pasado Raúl Castro con el
Arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, y con el presidente de la
Conferencia de Obispos Cubanos, Dionisio García, se trató sobre la
liberación de los presos políticos. Y Cuba cedió, porque Fidel Castro
debe de estar moribundo.
Y aunque inconcebible creí esta pica en Flandes porque la dictadura
cubana está en una situación tan desesperada por la muerte de Orlando
Zapata Tamayo, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas y la valiente
postura de las Damas de Blanco, que necesita dar algún síntoma de
flexibilidad para aliviar las presiones internas y externas, y antes que
enfrentar a la disidencia, ha optado por conciliar con Jaime Ortega, sin
ningún tipo de prestigio o simpatías dentro del pueblo de Cuba. Por otra
parte, porque a la Iglesia le convene servir de mediadora en una gestión
política entre el gobierno cubano y su oposición. Y en tercer lugar, a
causa de que la tiranía de La Habana es tan predecible, que al hablar de
que acercaría los presos políticos a sus familiares, pensé que más que
una cortina de humo esto era una noticia.
Sólo que ni tan pronto ni tan fácil. En relación a una posible demora de
esta gestión, Elizardo Sánchez, de la Comisión de Derechos Humanos y
Reconciliación Nacional, acaba de declarar que ``el gobierno de Cuba se
toma todo el tiempo que quiere para cualquier cosa''. Discrepo de
Elizardo, no para cualquier cosa. En abril de 1961, cuando la invasión
de Bahía de Cochinos, encarceló a 100,000 potenciales enemigos en 24
horas, y el 28 de septiembre de 1968, tras el discurso de Fidel Castro
en el VII aniversario de los Comités de Defensa, intervino decenas de
miles de pequeños comercios en un abrir y un cerrar de ojos. Ellos
avanzan despacio a la hora de ceder, pero para reprimir, son veloces
como el rayo. Y en esta negociación ya se anotaron algunos puntos; la
opinión pública mundial, en vez de seguirse preguntando si Cuba viola
los derechos humanos o no, ahora se pregunta cuándo soltará a sus víctimas.
En cuanto a profundizar en el tema es desagradable. Porque esta posible
liberación de prisioneros trae a mi memoria otras anteriores de triste
recordación. En diciembre de 1962, cuando fueron a liberar a los
valientes 1,113 expedicionarios de Bahía de Cochinos que habían
combatido como héroes hasta el último cartucho por la libertad de Cuba,
un grupo de organizaciones de Miami se opusieron con ferocidad al canje
``porque esto perjudicaba y retrasaba la libertad de Cuba [sic]''.
Cuando en 1978 se produjo el diálogo en que un grupo de 2,400
prisioneros políticos cubanos fueron liberados, varios ex combatientes
de Playa Girón, entre ellos el excepcional José Ignacio Smith y Rafael
Montalvo, fueron a La Habana a apoyarnos y llevaron una lista exigiendo
la excarcelación de algunos prisioneros, entre ellos yo. Y en Miami
otros brigadistas, José ``Piquín'' Gutiérrez, José ``Pepe'' Hernández y
otros, organizaron un grupo para ayudarnos a llegar a Estados Unidos.
Sin embargo, por razones difíciles de explicar o entender, la jefatura
de la Brigada 2506 hizo por entonces una declaración oponiéndose a
nuestra liberación aduciendo los mismos argumentos que utilizaron
ciertas organizaciones en 1962 para oponerse a la de ellos: un diálogo
no era moral porque ``atrasaba y perjudicaba la libertad de Cuba''. Y es
que durante muchas etapas de esta lucha el preso ha significado para el
castrismo una moneda política vil de cambio, y desgraciadamente, y duele
decirlo, poco o nada para algunos anticastristas. Incluso añado, ¿acaso
cuando Fidel encarcela a 75 hombres es malo y cuando los libera es
bueno? ¿Esa es la teoría pedestre, absurda y egoísta de algunos
luchadores por la libertad de la isla? Por ironías del destino, cierro
con broche de oro esta reflexión: cuando un puñado de brigadistas se
opusieron en 1978 a liberar presos se opusieron a la libertad del actual
vicepresidente de la Brigada, Jorge Gutiérrez Izaguirre, uno de los
nuestros.
oncretando, el que ha tomado esta negociación en sus manos es el
cardenal Ortega, y ya comienzan a alzarse voces condenando este diálogo.
Como muchos cubanos no me gusta Jaime Ortega. Pienso que Su Eminencia
puede fácilmente prestarse a hacerle el juego al castrismo. Pero para mí
la Iglesia no es la Inquisición sino San Francisco de Asís. No es el
arzobispo Gerardo Pierro, el mitrado de Palermo, que se ha dedicado una
estatua a sí mismo, sino la Madre Teresa de Calcuta. Y la Iglesia cubana
no es la soberbia y tramitada alta jerarquía, sino los humildes curas de
parroquia, los hombres que murieron frente al paredón gritando Viva
Cristo Rey, y el padre Miguel Angel Loredo, dando una misa en Isla de
Pinos y repartiendo la sagrada comunión en un plato embarrado con la
sangre del mártir Julio Tang Texier. Esa es mi Iglesia cubana. Y tengo
fe en ella. Y creo que es positivo que se convierta en un interlocutor
válido del gobierno castrista. Y sé que hará lo posible para cumplir con
su misión humanitaria. Y espero que en esta oportunidad no se alce una
sola voz en este exilio condenando la libertad de un preso o que algunos
acusen al bravo Guillermo Fariñas, cuando en su triunfo frente al
castrismo levante su huelga de hambre, y digan que este tipo de cosas
``atrasarían y perjudicarían la lucha por libertad de Cuba''.
http://www.elnuevoherald.com/2010/06/02/733089/nicolas-perez-diaz-arguelles-la.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario