Huelgas de hambre contra terrorismo de Estado
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 1 de Agosto de 2016 - 05:54 CEST.
Es turbador que 20 cubanos en huelga de hambre no constituyan un suceso
capaz de alterar mínimamente el curso de la vida cotidiana en la Isla. Y
es inaudito que no merezca titulares en la prensa nacional. Pero más que
inaudito y turbador, resulta patético que la intelectualidad del país no
presente ante el victimario, que es la dictadura castrista, ni siquiera
una temblorosa petición de piedad, o un afectuoso llamado a la cordura,
por no hablar ya de protesta o denuncia.
Desde niños, nos adoctrinaron en la escuela con el ejemplo de Julio
Antonio Mella, fundador del primer partido comunista de Cuba, en
especial respecto a la actitud que este mantuvo en una huelga de hambre,
de 18 días, para protestar contra su encarcelamiento, que él consideraba
injusto, durante la tiranía de Machado. No nos contaron muchas cosas,
que debimos aprender por nuestra cuenta, ya de mayores. Por ejemplo, que
por aquella huelga, Mella debió enfrentar un proceso roñoso y poco
solidario del Partido Comunista, que lo separaría de sus filas por dos
años; o que entre las causas que lo llevaron a prisión (injustamente
según él) estaba la infracción de la ley que prohibía el uso de explosivos.
Pero lo que viene al caso ahora es que esa huelga protagonizada por
Mella, en 1925, ha servido para aleccionar a varias generaciones de
cubanos como muestra del heroísmo de un revolucionario que se vio
impotente ante la impunidad de una dictadura opresora y que no encontró
otra forma de enfrentarla sino exponiendo voluntariamente su cuerpo a
los estragos del hambre.
Obviamente, los adoctrinadores no previeron la huelga de hambre que a lo
largo, no de 18, sino de 86 días, iba a realizar Orlando Zapata Tamayo,
sin que la tiranía de turno mostrase la menor compasión, ni siquiera
ante la tragedia de su último suspiro. Mucho menos fueron capaces de
prever el destino de los 17 cubanos pacíficos e inocentes que han muerto
por esta misma causa durante el régimen fidelista. Y ni hablar de la más
de 20 huelgas de hambre llevadas a cabo por Guillermo Fariñas, un héroe
ante el que la figura de Mella palidece en extremo.
Se conoce que Mella pudo finalizar felizmente su huelga, vivo y
saludable, y además satisfechas sus demandas, gracias al gran revuelo
que ocasionara el caso en la prensa nacional e internacional, pero,
sobre todo, gracias a la resonancia pública de la carta abierta que
algunos de los más sobresalientes intelectuales cubanos dirigieron a
Gerardo Machado. Incluso, hasta los propios padres del tirano se sumaron
al reclamo popular por la liberación del huelguista.
Desde no pocos países latinoamericanos llegaron hasta Cuba las demandas
de personalidades, gubernamentales o no, y en no pocos se organizaron
manifestaciones populares frente a las representaciones diplomáticas del
tirano Machado. Hasta que al fin a este no le quedaría otra alternativa
que ceder ante la presión. La vergüenza o los escrúpulos o la compasión
de muchas personas honradas consiguieron que Julio Antonio Mella le
ganara aquel pulso a una tiranía abusadora y despiadada. Y es algo que
siempre habrá que elogiar, por encima de las ideologías y las pasiones
políticas. Parece ser, además, que ese tipo de movilización de solidaria
decencia contra las infamias del poder era algo corriente en aquellos
tiempos, tanto en Cuba como en cualquier otra parte de la región.
¿Qué debacle de la vergüenza y de la espiritualidad pudo tener lugar en
nuestro continente, en el curso de unas cuantas décadas, para que el
régimen cubano exhiba hoy su terrorismo de Estado como algo fútil que a
casi nadie inquieta?
De lo que se trata no es de hacer comparaciones innecesarias entre los
huelguistas de épocas pasadas y los actuales. Lo único que realmente
poseemos los humanos, lo que nadie tiene derecho a quitarnos, es la
vida. Así que donde quiera que haya una persona exponiendo la suya al
enfrentarse, sola e indefensa, contra una fuerza todopoderosa y brutal,
la indiferencia de las demás personas no será sino expresión de conducta
incivilizada y cruel y aun cómplice.
Source: Huelgas de hambre contra terrorismo de Estado | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1469973327_24270.html
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