Opinión
Cuba secuestrada
Bertrand de la Grange
Madrid 28-10-2012 - 7:31 am.
'Mientras una panda de octogenarios se aferra al poder y se ríe de la
muerte, el destino se ensaña con los que se atreven a desafiar a la
dictadura: ahora nos deja Eloy Gutiérrez Menoyo.'
La vida es muy injusta en Cuba, donde maldad coincide con longevidad.
Mientras una panda de octogenarios se aferra al poder y se ríe de la
muerte, el destino se ensaña con los valientes que se atreven a desafiar
a la dictadura: en julio cayó Oswaldo Payá, víctima de un sospechoso
accidente de coche, y ahora nos deja Eloy Gutiérrez Menoyo, que sucumbió
el viernes, en La Habana, a consecuencia de un aneurisma.
El exguerrillero de origen español había pagado con 22 años de cárcel su
ruptura con Fidel Castro a los pocos meses del triunfo de la revolución.
Y su fallecimiento tuvo que ocurrir precisamente cuando la Isla y el
exilio cubano vivían un episodio más de la farsa siniestra que consiste
en atizar el rumor de la muerte del caudillo, para luego exhibirlo
triunfalmente, como si ese anciano de 86 años, muy disminuido por la
enfermedad, fuera la prueba viviente de la superioridad moral del
régimen sobre el resto del mundo.
Fidel Castro los enterrará a todos y ha sobrevivido a diez presidentes
de Estados Unidos, se regocijan sus partidarios en las redes sociales.
Como si pudiera ser motivo de orgullo el solo hecho de que un déspota
viva más años que sus adversarios. En cualquier caso, las fotos
publicadas por el portal oficial Cubadebate son una prueba de que el
antaño Líder Máximo ha tenido mejores momentos en su larga vida. Su
disfraz de jardinero cuidando moreras desmiente, sin embargo, que esté
"moribundo" y "muy cercano al estado neurovegetal", como declaró a la
prensa el insensato médico venezolano radicado en Florida, José Rafael
Marquina, probablemente manipulado por sus fuentes.
En dos de las fotos tomadas por su hijo Alex, el Comandante enseña un
ejemplar de Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, como si
fuera una prueba de vida. El diario lleva la fecha del 19 de octubre y
su portada está dedicada a las elecciones que tendrían lugar dos días
después: "El pueblo protagonista del fortalecimiento de nuestra
democracia socialista". Se supo que Fidel Castro no fue a votar —un
mensajero se encargó de depositar su voto en la urna—, porque su estado
de salud no se lo permitía. Lo insólito en todo ese episodio fue que el
propio caudillo sintiera la necesidad de recurrir al modus operandi de
los secuestradores, que retratan a los rehenes con el periódico del día.
Con ese gesto, Castro manda a decir que sigue allí y que nada se puede
hacer contra su voluntad. Es una manera de refutar a los analistas que
se dedican a anunciar su muerte política y hablan de una lucha feroz
entre "halcones" y "aperturistas". O sea, mientras los dos hermanos
Castro estén vivos, habrá una sola línea en Cuba. La nueva ley
migratoria que entrará en vigor en enero, más flexible, no es una
excepción a esa regla.
Se entiende la desesperación de un Gutiérrez Menoyo ante la cerrazón de
los dirigentes cubanos. Poco antes de morir, el "gallego", como llamaban
al excomandante de la sierra del Escambray, dictó a su hija Patricia un
testamento político, que El País ha publicado el viernes bajo el título
La revolución cubana está agotada. Habla allí de su regreso a Cuba en
2003, después de un exilio de 17 años, y de su fracaso para construir
una oposición democrática en la Isla bajo la mirada del "ojo orwelliano
del Estado". Su veredicto es inapelable: "El Gobierno cubano hace un
grosero uso del poder absoluto. […] Esta revolución ya no tiene sentido
moral. El cubano ha ido perdiendo su esencia. Sobrevive en la simulación
y en ese extraño fenómeno del doble lenguaje".
Conocí a Menoyo en 1991 en Miami, adonde había llegado cinco años antes.
Había salido al exilio después de que Felipe González gestionara su
liberación de la cárcel donde Castro lo había confinado por sedición
(había tomado de nuevo las armas para combatir la deriva socialista de
la revolución). El retrato que me hizo entonces de su excompañero de
armas me impactó: Castro era un ser amoral y "maquiavélico", dispuesto a
cualquier cosa para mantenerse en el poder. "Yo no soy disidente de la
revolución, pero Fidel sí lo es. Nos había hablado de una revolución tan
cubana como las palmeras, y nos entregó a los soviéticos". A pesar de
todo, Menoyo decidió volver a Cuba para forzar un cambio democrático
desde dentro. "La única salida pacífica es la renuncia de Fidel", decía.
Nunca imaginó que el caudillo entregaría el bastón de mando a su hermano
Raúl y seguiría vigilando desde la barrera para que nada sustancial
cambiara.
http://www.diariodecuba.com/cuba/13716-cuba-secuestrada
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