Raúl Castro, Huracán Sandy
"Intercambiar" (a distancia): nuevo estilo de liderazgo raulista
Lejos de la candela (y de los huracanes) las cosas se ven más aceptables
Eugenio Yáñez, Miami | 30/10/2012 11:17 am
Entre los aportes de Raúl Castro al estilo de liderazgo neocastrista,
hay que incluir lo que se podría comenzar a llamar liderazgo a
distancia, o liderazgo telefónico: no sacar la cabeza cuando las cosas
se complican, dar órdenes por teléfono, y pedirle a los cubanos
"confianza", no se sabe en qué o en quién, porque no debe ser en él. Ya
sucedió durante los tres huracanes de 2008.
Fidel Castro, al menos, se las arreglaba para parecer que estaba al
frente de los "combates" de la revolución, aunque siempre se las
ingeniara para protegerse: se "perdió" en el camino al Moncada, corrió
sin frenos después del naufragio del Granma, demoró una semana en enero
de 1959 para llegar a La Habana, estuvo en el tanque en Playa Girón
cuando no quedaba nada que hacer más que posar para la fotografía; se
protegía en su búnker del río Almendares durante la Crisis de Octubre,
mientras clamaba por un primer golpe nuclear contra EEUU, recorrió la
provincia de Oriente en medio del ciclón Flora en 1963 en las zonas
menos peligrosas, hacía como que cortaba caña en las zafras, "dirigía"
la batalla de Granada y las guerras de Angola y Etiopía desde La Habana,
explicaba en televisión cómo cocinar con ollas eléctricas o instalar
bombillos ahorradores. Es lo que algunos sofisticados especialistas
llaman "liderazgo carismático", y otros identifican simplemente como
caudillismo, populismo o demagogia.
Su hermano Raúl Castro no tiene esa habilidad para deformar las
percepciones, por lo que recurre a otros procedimientos menos
retorcidos, pero mucho más seguros para él: primero que todo, dirigir
desde lejos y desde lugares seguros, siempre pidiendo a otros el paso al
frente que él mismo no da: en este huracán Sandy, envío a Bayamo al
General de Cuerpo de Ejército Ramón Espinosa Martín, miembro del Buró
Político y viceministro de las FAR, quien durante más de veinte años fue
jefe del Ejército Oriental y conoce al dedillo la región.
Así, el general-presidente comparte su estancia en La Habana entre el
Palacio de la Revolución y La Rinconada, mientras su enviado para esta
tarea pasa el huracán más cerca de la candela. Entonces, tras el paso
del meteoro, el dictador llama por teléfono a los Consejos Provinciales
de Defensa, para "intercambiar" con los dirigentes provinciales y
prometer absurdos.
No lo digo yo ni mucho menos, sino el periódico Granma. El titular:
Intercambia Raúl con los Presidentes de los Consejos de Defensa de las
provincias orientales. El texto: "La Habana. El General de Ejército Raúl
Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la
mañana de ayer jueves sostuvo conversaciones telefónicas con los
Presidentes de los Consejos de Defensa de las provincias orientales y
conoció de los efectos del paso del huracán por sus territorios, expresó
su confianza en que sabremos trabajar para recuperarnos de los daños
causados y dio a conocer su interés de visitar la región en las próximas
horas".
¿Para qué visitar la región "en las próximas horas"? ¿Para pedirle a la
población que tenga "confianza" y decirle que "nadie quedará
desamparado"?. Como si no existieran los damnificados de los huracanes
de 2008, 2005 y 2002, que todavía esperan por ayuda gubernamental que
nunca llegará.
Algo así como aquello de "váyanle metiendo, muchachos, que enseguidita
vamos para allá". El Gobierno cubano no tiene ni recursos ni capacidad
para resolver los problemas creados por el huracán. A pesar de eso,
anteriormente ha rechazado ayuda internacional, a nombre de la
"dignidad", algo que no se necesita ni en Punto Cero ni en La Rinconada
para seguir disfrutando de la vida a todo andar.
El sábado conocimos la noticia de la visita de Raúl Castro a Villa
Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila: lo más lejos posible de la
candela brava de las provincias orientales. Se acompañó de Machado
Ventura y Adel Izquierdo, un buen par de inútiles burócratas, y de otro
General de Cuerpo, Joaquín Quinta Solás, que fue durante más de veinte
años Jefe del Ejército Central. Posteriormente, el domingo a mediodía
llegaba a Santiago de Cuba, donde se incorporó al grupo el General
Espinosa, que ya estaba en esa zona. Más tarde, José Ramón Machado
Ventura fue enviado a Guantánamo para "intercambiar". Sin embargo,
solamente hubo noticias de reuniones en las oficinas de los dirigentes
en todas las provincias: no las hubo de ningún recorrido por las zonas
afectadas ni de ningún "intercambio" con los damnificados. Solamente el
lunes en la noche se informó que había visitado el puerto de Santiago de
Cuba, el poblado de El Caney, el cementerio de Santa Ifigenia, y un
asentamiento de cien "petrocasas".
El General de Ejército Raúl Castro comenzó por el lugar equivocado y en
el momento equivocado: "la dirección del golpe principal" de sus
esfuerzos deberían haber sido las provincias orientales, donde la
destrucción y el caos fueron mucho mayores. Sin embargo, a ellas
solamente llegaría posteriormente, domingo a mediodía, cuando las cosas
deberían estar un poco más controladas.
Si eso es liderazgo, si eso es capacidad de dirección, yo soy un ulema
mahometano. Ese comportamiento burocrático es propio de los gobiernos de
los países del socialismo real, todos fracasados, afortunadamente, y
todos actualmente en el basurero de la historia. El mismo destino que le
espera a la dictadura cubana.
Esa dictadura, simplemente, no puede resolver los problemas creados por
el huracán Sandy: no tiene ni recursos ni capacidad para hacerlo. Hay
decenas de miles de derrumbes; no existen suficientes materiales de
construcción para reparar las tragedias más acuciantes; la carencia de
alimentos y agua potable es impresionante; no se dispone de electricidad
ni de comunicaciones; las vías férreas, aeropuertos, carreteras y
caminos, colapsaron o están bloqueadas por derrumbes y árboles caídos;
la agricultura, los hospitales y las instalaciones turísticas han
sufrido grandísimos daños; se han perdido cosechas; almacenes estatales
están inundados; muchas escuelas no están operativas. La venta a bajos
precios de productos agrícolas de cosechas dañadas puede aliviar algo,
pero no resuelve las tragedias. Tampoco la venta urgente de un poco de
kerosén, alcohol o carbón para cocinar, porque la "revolución
energética" del "Comandante" hizo depender a casi todos de cocinas
eléctricas. El huracán no fue una súper-tormenta, pero la debilidad de
la infraestructura y el paupérrimo estado de las viviendas y las
instalaciones sin mantenimiento colapsaron ante la fuerza de los vientos.
No hay "actualización del modelo" capaz de superar esta crisis. Y ya que
el Gobierno no puede resolver los problemas, lo único decente y práctico
que podría hacer sería no seguir estorbando, no molestar ni entorpecer
posibles soluciones para aliviar esta tragedia: aceptar sin
restricciones toda la ayuda humanitaria internacional que se ofrezca a
los cubanos, venga de donde venga, sin condicionamientos a nombre de una
"dignidad" que todos sabemos que es una fábula; eliminar las
restricciones aduanales e impuestos para que los cubanos que vivimos en
el exterior —esos que la dictadura intenta ahora acaramelar con la
"actualización migratoria" para aprovecharse de sus logros y riquezas—
envíen a familiares y amigos en Cuba todo lo que puedan para ayudarles a
sobrepasar este momento tan difícil; y declarar clara y abiertamente que
todas las ayudas humanitarias serán aceptadas, sin condicionamientos de
ningún tipo. Ahora lo menos necesario es una supuesta pureza ideológica
que sabemos que está contaminada desde hace mucho tiempo.
Raúl Castro tiene ahora oportunidad de demostrar que realmente dirige al
país y se interesa por el bienestar de los cubanos, más que nunca en
momentos tan difíciles. O tendrá que admitir que es un simple títere
dirigido por los hilos de su agónico hermano.
Lo que los cubanos necesitan en estos momentos no es que Raúl Castro o
Machado Ventura visiten las provincias orientales o recorran sus calles
para pedirles "confianza" o prometerles boberías, sino que a esos
cientos de miles de cubanos desamparados y a la intemperie lleguen
rápidamente ayudas y recursos imprescindibles para aliviar su trágica
situación, ya sea que vengan desde La Habana, Miami, Madrid, Caracas,
Ciudad México, Moscú, Beijing o la Cochinchina.
Para eso, no hace falta nada en especial, sino algo muy sencillo: como
en el béisbol, el fútbol o el golf, lo que hace falta son pelotas. Nada
más. Si las hay, se podrán aliviar problemas.
De lo contrario, el Gobierno tendrá que seguir hablando boberías.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/intercambiar-a-distancia-nuevo-estilo-de-liderazgo-raulista-281209
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