Miércoles, Febrero 29, 2012 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Judith es una gran admiradora
de las artes plásticas en general, y por lo tanto de la pintura cubana.
Siempre sueña con tener la casa llena de obras de arte, pero su
presupuesto no le da para eso.
Pero hace poco revivió su esperanza, cuando entró a una tienda y vio
algo que podía comprar. Se trataba de una de esas tiendas donde venden
artículos del hogar, con la particularidad de que están decorados
exclusivamente con obras de arte cubanas. Normalmente los precios de
esos lugares están muy por encima de los ingresos de Judith – una simple
profesional – pero ese día ella llevaba un dinerito encima, un extra que
había ganado honradamente con un trabajito particular, pues además de
ser médico, también sabe coser.
En fin, el caso es que le gustaron unos juegos de "doilers" y portavasos
que aparentemente estaban rebajados. Como el precio le pareció
sospechoso, le preguntó a un empleado, quien le respondió que
efectivamente, ese era el precio del juego, y no de cada unidad.
Entonces Judith decidió comprar un juego.
La empleada responsable de la venta en esa sección no estaba en su
puesto de trabajo, pero a Judith no le incomodó la larga espera, pues
entretanto tuvo tiempo de mirar todos los juegos. Siempre le ha costado
mucho trabajo decidir qué comprar, y había tantos en exposición que
necesitaría tiempo para decidirse por uno.
Al fin, con no poco esfuerzo, logró tomar su decisión. Con aire de
felicidad se paró frente a la empleada, quien no la atendió solícita
como acostumbramos ver en las películas extranjeras, sino que la ignoró
ostensiblemente, hasta que la cajera le llamó la atención.
Entonces ¡por fin! se dignó preguntarle si Judith deseaba algo.
"¿Pensará ella que estoy esperando un tranvía, o que su cara es tan
linda que la estoy admirando?", pensó Judith, "¡Claro que quiero algo!",
y contestó: "Quiero ver un juego de doilers para seis platos.
Específicamente, aquel…"
"De ese no hay", casi ladró la empleada, "de seis piezas queda éste", y
sacó una muestra del estante, que resultó ser el que menos le había
gustado a Judith. Ella decidió probar suerte con los de cuatro piezas,
pero resultó que también quedaba uno solo, y tampoco le gustaba.
A Judith le costó cierto trabajo comprender que solo tuvieran dos
juegos, cuando había tantos en exhibición. En aquel momento se
encontraba tan confundida, que no sabía si dar una conferencia sobre
comercio o recordarle a la dependiente su progenitora. No hizo lo
primero por estar muy cansada, ni lo segundo, por educada que es.
Y finalmente se marchó a su casa, a seguir soñando con el arte, que es
su manera de abstraerse de nuestra difícil realidad.
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