9 de enero de 2012

Las dictaduras son lo que son

Publicado el lunes, 01.09.12

Las dictaduras son lo que son
Gina Montaner

Madrid – Las cosas son lo que son. Eso quiso decir la autora
estadounidense Gertrude Stein cuando escribió Rosa es una rosa es una
rosa es una rosa en su poema "Sacred Emily".

¿Por qué me viene a la mente la gurú intelectual del París de
entreguerras al leer acerca de la polémica desatada en Chile al
conocerse que se quiere sustituir la palabra "dictadura" de los libros
de texto escolares por la de "régimen militar"? Es un razonamiento muy
sencillo: las dictaduras son lo que son y eso es lo que fue el gobierno
de mano dura del general Augusto Pinochet. Ahora, con el paso del tiempo
y el afán de desmemoria de quienes todavía reivindican un modelo
despótico que se prolongó durante 17 años, algunos pueden caer en la
tentación de descafeinar un sistema que, sobre todo en los primeros años
después del derrocamiento por la fuerza del fallido modelo allendista,
mató a los opositores de manera calculada con el triste saldo de más de
3.000 muertos y desaparecidos. Fue una época de sangre, terror y fuego
que no debe confundirse con un desfile militar para poner orden en una
rápida transición a la democracia.

Habrá quien conserve fresca en la memoria los últimos días de Allende y
los cacerolazos de gran parte de la sociedad chilena en contra del giro
marxista que dio el entonces electo presidente, con el apoyo no tan a la
sombra de Fidel Castro. Pero aquella turbulencia política nunca valdrá
para justificar la barbarie que se desencadenó con el coup d'etat
pinochetista. Por esa simplista y demagógica regla de tres podría
justificarse el más de medio siglo de dictadura castrista que se
instauró en Cuba a finales de los años cincuenta como consecuencia del
clamor popular contra el régimen autoritario de Batista. En el país
caribeño también se sucedieron los cacerolazos y se celebró por lo
grande el triunfo de unos barbudos que sustituyeron una dictablanda por
una dictadura. Ambos, regímenes militares, el del General Batista y el
del comandante Fidel Castro. Conviene recordar que "dictadura" proviene
del latín dicta, cuyo significado es "duro, forzado, por mandato
obligatorio".

A los maestros de rizar el rizo de la inmoralidad política les gusta
matizar aquello de "bueno, pero lo nuestro fue dictablanda y no
dictadura", restándole más o menos importancia al horror de jugar con la
vida de los otros con menor o mayor intensidad. ¿Acaso hablamos de la
oscilación en el voltaje de las picanas? ¿Pongamos que nos referimos a
los años que un disidente puede permanecer en presidio político? ¿Valen
menos los fusilamientos masivos en La Habana de la euforia
revolucionaria que los que se perpetraron en los estadios de Santiago de
Chile en el fervor antiallendista tras el golpe? ¿O viceversa?

Ante el previsible revuelo que ha causado el innecesario cambalache de
términos a la hora de no querer nombrar por su nombre a la dictadura de
Pinochet, el actual ministro de Educación de Chile ha reconocido que, en
efecto, aquello fue un gobierno dictatorial. Podríamos denominarlo
régimen militar, pero qué sentido tiene, salvo el de alejarnos de la
veracidad, aguar la espesura del terror de la Operación Cóndor y el
trasiego de desaparecidos en el fondo del mar o en las fosas comunes que
las juntas militares de Suramérica intercambiaban como cromos de
muertos. Llamar a las cosas por su nombre es fundamental para vacunar a
la sociedad de los errores del pasado. "El Nunca Jamás" que proclaman
los judíos frente a las peligroso revisionismo de quienes minimizan o
incluso niegan el espanto del Holocausto y sus seis millones de almas
exterminadas. Perversión es una perversión es una perversión es una
perversión.

Augusto Pinochet fue un dictador sanguinario que durante casi veinte
años les arrebató a los chilenos la posibilidad de acudir a las urnas y
cambiar su destino. Bajo su férrea bota militar miles de personas
sucumbieron, acabaron en la cárcel o tuvieron que exiliarse. Por todos
aquellos crímenes de lesa humanidad más de 700 ex militares están
procesados judicialmente. Entonces ¿a santo de qué habría que buscar una
denominación más inexacta y amable de lo que sin duda fue una cruel
dictadura? Se le haría un flaco favor a los jóvenes de Chile si no se
les enseña con rigor y exactitud el daño tan grande que inflige en la
sociedad la interrupción de los valores democráticos. Desde la vocación
comunista de un Allende desnortado hasta el injustificable golpe militar
de un dictador cuyo nombre era Augusto Pinochet.

Cuando Gertrude Stein escribió Rosa es una rosa es una rosa una rosa su
intención era recuperar con viveza lo que se queda agazapado y diluido
en la buhardilla de los recuerdos. No permitamos nunca que los horrores
que nos infligieron impunemente se deshagan en la distorsión de las
impresiones. Las dictaduras son lo que son.

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http://www.elnuevoherald.com/2012/01/09/1097879/gina-montaner-las-dictaduras-son.html

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