¿Quién demoniza la democracia liberal en Cuba?
La totalidad del espectro político cubano coincide en las demandas de
libertad de expresión, asociación y defensa de los derechos humanos
Marlene Azor Hernández, México DF | 12/01/2012
Cuando me hago esta pregunta empiezo a pensar en los grupos y
personalidades opositoras al Gobierno cubano actual y constato que en
sus declaraciones las demandas incluyen todos los principios
democráticos liberales de una democracia representativa: Libertad de
expresión y asociación, Estado de Derecho con la división de poderes
ejecutivos, judiciales y legislativos, la democracia pluripartidista y
elecciones libres competitivas y la promoción y respeto de los derechos
humanos tal y como son legitimados en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos en la ONU desde 1948.
Estos principios generales de la democracia representativa están
ausentes en una parte considerable de la izquierda con excepción de Arco
Democrático y el partido socialdemócrata encabezado por Manuel Cuesta
Morúa. El resto del espectro de izquierda no se pronuncia por ella
aunque son muchos los cambios que reclaman que tienen que ver con esos
principios.
Varias razones explican esta ausencia y en el presente artículo sólo
mencionaré dos de ellas.
- El pensamiento hegemónico en la izquierda del Siglo XX
- La precaria o ausente elaboración teórica y práctica de una democracia
de izquierda "alternativa" a la democracia liberal
El pensamiento hegemónico de la izquierda del Siglo XX, se nutrió de una
experiencia histórica, la soviética, a partir de 1917. A pesar de que en
los años 20 del siglo pasado se bifurcaran de manera definitiva la
corriente comunista y la socialdemócrata y que en la segunda mitad de
los años 70 surgiera el Eurocomunismo con sus representantes más
notorios en los partidos comunistas de Francia Italia y España, no fue
el pensamiento socialdemócrata sobre la democracia el que triunfó sobre
las demás corrientes de la izquierda sino una visión profundamente
autoritaria y centralizada del poder que divorció los derechos
económicos (pleno empleo) y sociales, de los derechos políticos y
civiles considerando los primeros como "socialistas" y los segundos
"capitalistas" y por eso "burgueses y desechables".
La temprana discusión de Rosa Luxemburgo con Lenin (1918), exigiendo una
ampliación de la democracia liberal al incorporar a los sectores
populares como la manera de construir una "democracia socialista" y no
suprimiendo los valores de la democracia liberal de su época, quedó
sepultada frente al empuje de un país inmenso, atrasado y con una
dirección que se propuso crear una "nueva civilización" y desarrollo
supuestamente alternativos al capitalismo. Es a partir de este proceso
histórico que se generó un "marxismo leninismo" que concibió un sistema
político premoderno, autocrático y militarizado, para emprender las
grandes tareas de la "industrialización forzosa" y crear una "nueva
civilización" en el entendido de "ilustrar" a las "masas ignorantes" del
pueblo, con niveles paupérrimos de instrucción en la Rusia de la época.
De este entorno histórico surge el concepto de "vanguardia" que es la
única que sabe y puede guiar a "las masas analfabetas" a las metas de
transformación radical de la sociedad.
La experiencia histórica posterior demostró que eran objetivos
contradictorios e inviables en el intento de crear un orden económico y
político "superior" o una "cultura superior" a la del capitalismo con
mecanismos más feroces o iguales a los utilizados en Europa en los
procesos industrializadores y más restrictivos y represores en el orden
político que los creados por el capitalismo central. Sobre estas
experiencias existe una voluminosa literatura crítica del siglo pasado
desconocida por razones de censura en el interior de la Isla.
Esa tradición profundamente anti-popular —porque considera a "las masas"
un telón de fondo obediente—, y anti-democrática —porque considera los
derechos individuales como "burgueses" y los prohíbe—, administra los
derechos colectivos al margen de la sociedad y sin posibilidad de
control social y político sobre sus determinaciones. Ese es el modelo de
sistema político que Cuba copia hasta el suspiro —incluyendo la
visibilidad de los órganos de seguridad en la vida cotidiana de la
población— de la exUnión soviética. Esta tradición "demoniza" la
democracia liberal de la misma manera que lo hace la élite política cubana.
La hegemonía de esa tradición en el pensamiento y la acción de la
izquierda del siglo XX y la capacidad de reprimir a las corrientes de la
izquierda democrática dentro y fuera de esas experiencias históricas es
lo que también explica la precariedad y/o ausencia de un pensamiento
institucional de la izquierda contemporánea no socialdemócrata.
También, aquellas democracias latinoamericanas que exhiben una
democracia representativa vacua con grandes niveles de corrupción,
clientelismo controlado por "familias", "mafias" y sindicatos
corporativizados, no le agregan méritos a la democracia liberal, pero
frente a esta inconformidad la izquierda siempre tendrá que plantearse:
¿Es mejor tener esas instituciones o carecer de ellas? La respuesta, a
partir de la experiencia histórica, es abrumadora a favor de su existencia.
La inmensa mayoría de los intelectuales de izquierda cubanos al interior
del país tienen una demanda clara de democratización del sistema pero
aún de una manera muy general: socialización de la propiedad y
socialización del poder. Demandas que sin aterrizarse en instituciones y
derechos precisos y desarrollos jurídicos concomitantes la hacen por su
generalidad un "deseo", pero a la vez imposible de incorporar a la
agregación de demandas ciudadanas.
Otra parte de la izquierda que podemos describir como una Nueva
izquierda, plantea la demanda de cambios estructurales distanciándose
definitivamente de la tradición autoritaria de la izquierda heredada en
Cuba, pero a la vez, se focaliza en el entorno comunitario sin
plantearse las instituciones y procedimientos, así como los cambios
jurídicos necesarios para construir una democracia autogestionaria a
nivel local ni a nivel nacional. Esta es la debilidad fundamental de la
agenda de la nueva izquierda en Cuba, el poco o ausente desarrollo de
las instituciones necesarias, los procedimientos del funcionamiento de
esas instituciones, así como los necesarios cambios jurídicos que la
hagan posible a nivel local y también a nivel nacional.
Tanto los intelectuales de izquierda como la Nueva izquierda pareciera
que delegan estos desarrollos a la dirección política actual, aunque en
el caso de la Nueva izquierda cuando describen los principios de la
democracia autogestionaria contienen los derechos de libre expresión,
libre asociación y respeto a los derechos humanos sin exclusiones.
Es hora de aterrizar las agendas a demandas ciudadanas concretas que
incluyan los desarrollos institucionales, procedimentales y jurídicos
que hagan viables los cambios estructurales a los que aspira la
izquierda cubana. Delegar esos desarrollos a la actual dirección del
país, ella, hija pródiga del marxismo-leninismo soviético, es seguir
apostando al inmovilismo hasta la eternidad.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/quien-demoniza-la-democracia-liberal-en-cuba-272807
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