Dinastías comunistas
Bertrand de la Grange
Madrid 27-12-2011 - 1:04 pm.
Cuba y Corea del Norte, únicas dictaduras comunistas dinásticas,
entregan su seguridad alimentaria al enemigo.
Ciudadanos coreanos se despiden de Kim Jong Il en la plaza Kim Il Sung,
en Pyongyang. (AP, 26 de diciembre de 2011)
Tuvo que morir el "Querido Líder" para que llegaran hasta nosotros unas
pocas imágenes de Corea del Norte, el país más cerrado del mundo. Las
escenas de histeria colectiva que hemos visto no cuadran, sin embargo,
con la formalidad y la austeridad generalmente asociadas a ese país
asiático. Hombres y mujeres de todas las edades, trabajadores de alguna
fábrica, militares con sus uniformes, altos funcionarios del aparato
comunista, todos llorando a moco tendido, tirándose al suelo, golpeando
con los puños el pavimento frente a una inmensa lápida con el retrato
del difunto presidente, Kim Jong-il. ¿Por qué los oprimidos quieren
tanto a los tiranos?
Millones de rusos expresaron públicamente su dolor cuando murió José
Stalin, uno de los dictadores más cruentos de la historia. Y es probable
que muchos cubanos —y bastante más foráneos, que no han sufrido
personalmente los efectos de la dictadura— echen unas cuantas lágrimas
cuando Fidel Castro se pase al otro barrio. Pero, como los norcoreanos,
nadie. Cuando vi la primera vez las imágenes difundidas a través de
internet, pensé que era una de esas fabricaciones tan frecuentes en el
ciberespacio. Parecía una parodia hecha para ridiculizar al régimen de
Pyongyang. Más adelante, se me congeló la sonrisa cuando descubrí que
era realmente una filmación de la televisión oficial de Corea del Norte,
la única que existe. ¿Fingían tristeza y dolor todos esos ciudadanos
afligidos? ¿Los habían aleccionados los comisarios políticos del régimen
para una operación de propaganda dirigida a la comunidad internacional,
especialmente a sus enemigos tradicionales —Estados Unidos, Japón, Unión
Europea— y también, claro, al hermano surcoreano?
Con esto, Pyongyang mandaba una advertencia: aquí, todo el pueblo está
con sus dirigentes y no habrá vacío de poder. O sea, que nadie intente
influir sobre la sucesión y el curso de los acontecimientos. No era
necesario recordar que Corea del Norte es una potencia nuclear y
mantiene un ejército sobredimensionado, que moviliza a cerca de seis
millones de combatientes, entre soldados en activo y reserva, para una
población inferior a 25 millones de habitantes. Ha quedado claro para
todo el mundo, tanto dentro como fuera: Kim Jong-un, el menor de la
dinastía que dirige el país desde los años 50, es el heredero a pesar de
su juventud —su fecha de nacimiento es un secreto de Estado, pero se
sabe que tiene alrededor de 27 años— y será arropado por sus tíos, que
ejercían ya muy altas funciones dentro del régimen.
Ahora bien, no creo que hubiera que presionar mucho a la gente para que
llorara ante las cámaras. Los norcoreanos tienen motivo para lamentarse
todos los días. Sus condiciones de vida son horrorosas y están al borde
de la hambruna desde hace años. Son víctimas de la paranoia de sus
dirigentes, que dedican al gasto militar gran parte de los escasos
recursos nacionales para defenderse de un eventual ataque de Estados
Unidos, que mantiene unos 28.000 soldados en la frontera entre las dos
Coreas, último "muro" de la Guerra Fría. Y para alimentar a la
población, Pyongyang no ha dudado en negociar una ayuda humanitaria
importante con la vecina China y, sobre todo, con su enemigo
norteamericano. Extraña soberanía esta, que entrega su seguridad
alimentaria a un país supuestamente hostil. Cuba hace lo mismo: denuncia
al "imperio yanqui" y le compra el 80% de los alimentos que necesita.
No es la única similitud entre Corea del Norte y Cuba, que mantienen
excelentes relaciones, a tal punto que La Habana ha decretado un duelo
oficial de tres días por la muerte de Kim Jong-il. Son las dos únicas
dictaduras comunistas dinásticas (según el diccionario de la Real
Academia, una dinastía es una "familia en cuyos individuos se perpetúa
el poder"). En Pyongyang, la sucesión es vertical y ha provocado ya tres
cambios generacionales, mientras que en La Habana hay una dinastía
horizontal, de hermano a hermano.
Para los pueblos que los sufren, el resultado es el mismo: más de
cincuenta años sin alternancia política y sin libertad económica han
creado sólo pobreza y apatía. Cada uno por su lado, separados por miles
de kilómetros, el Líder Máximo y el Querido Líder han creado su
manicomio personal. Con el agravante del arma nuclear en Corea del Norte.
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