Aunque las fiestas gay en Cuba han probado ser un negocio rentable con
gran poder de convocatoria, han pasado de azoteas privadas a club
nocturnos estatales, sin lograr consolidar un terreno propio.
Lizandra Díaz/ martinoticias.com 25 de noviembre de 2011
La comunidad homosexual cubana carece de un espacio físico para su
recreación. Lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) día a día
luchan por un espacio para conocerse, intercambiar y divertirse, a veces
en una esquina o avenida, otras en un parque y recientemente en fiestas
particulares que cuentan con el amparo de unidades gastronómicas en la
capital cubana.
"La comunidad gay en Cuba no tiene un espacio físico oficializado o
permitido para la reunión, la asociación o el disfrute recreativo",
afirma el activista de la comunidad gay, Ignacio Estrada.
"Hoy puede acudir un gay a un lugar y puede ver que allí hay un poco de
tolerancia y este va con el comentario y varias personas comienzan a
acudir el próximo fin de semana al mismo lugar. Cuando vienes a ver las
personas van identificando el lugar como un sitio gay. Pero en Cuba no
existe un lugar para los gays, lo que existen son áreas de tolerancia,
donde los homosexuales se imponen a la sociedad cubana."
Estrada se muestra en desacuerdo con el título de 'sitio gay en Cuba'
dado al Centro Cultural Mejunje en la ciudad de Santa Clara, en su
opinión esto es una cuestión circunstancial. "Miembros de la comunidad
heterosexual, dejan de ir a estos lugares y les ceden el espacio a los
homosexuales".
Leannes Imbert, miembro de la comunidad LGTB, recuerda que el primero de
estos espacios, que funcionan como discotecas itinerantes, fue la Fiesta
El Divino, la cual tenía un espectáculo de transformismo como uno de sus
principales atractivos. Luego de un tiempo, Escaleras al cielo pasó a
ser la fiesta de moda.
"Al inicio, la oficialidad sobre todo, empezó a atacarlas diciendo que
cuando se organizaban estas fiestas había mucho consumo de drogas, mucha
prostitución", pero el administrador del Café Cantante del Teatro
Nacional, primer sitio en acogerlas, argumentó que las ilegalidades
durante esos días no eran diferentes a las de días regulares.
Usualmente los organizadores de estas discotecas, miembros de la
comunidad LGTB en su mayoría, cuentan con el respaldo de los
administradores de instalaciones nocturnas. El acuerdo resulta
beneficioso para ambas partes, los primeros ganan un espacio para
divertirse y los otros obtienen cuantiosos dividendos.
Imbert explica que "son lugares concebidos para un público heterosexual,
solo que en algún día de la semana los homosexuales van y hacen sus
actividades, y por conveniencia de la administración del lugar han
aceptado que se hagan esas fiestas."
"Yo he hablado con algunos de esos administradores – continúa Imbert - y
me dicen que los días que hay ese tipo de fiesta se llena mucho más el
local y perciben más dinero que en días normales. El 90 por ciento del
público es homosexual, pero el resto es heterosexual y no ha habido
ningún problema."
El precio promedio para acceder a estas fiestas oscila entre los 2 o 3
pesos en moneda convertible, independientemente del consumo de bebidas
una vez dentro. "Una botella de ron allí puede costar mucho más de lo
que cuesta en otros lugares", aseguran algunos participantes.
En la búsqueda de una opción más asequible para personas de menores
ingresos, y con el propósito explícito de luchar contra "la homofobia,"
Navid Fernández Cabrera, actualmente exprofesor de la Universidad de
Ciencias Informáticas, inició la Fiesta de los Tuix, viernes y sábados
de 10 de la noche a 6 de la mañana, con un precio de entrada de 1 CUC o
25 pesos cubanos.
A pesar del evidente éxito de la fiesta, han debido cambiarla tres veces
de locación. Iniciaron en el El Sótano, pero problemas de climatización
la hicieron insoportable en las noches de verano. Luego intentaron
continuar en el club Saturno, pero "la administración de aquel lugar
reaccionó homofóbicamente en cuanto vio llegar a los primeros invitados,
al extremo de devolver el dinero de la taquilla al público presente y
cancelar el acuerdo en ese mismo instante, por un supuesto temor a
reacciones de protesta entre los vecinos," explica el periodista
Francisco Rodríguez, en su blog Paquito el de Cuba.
Por último terminaron en el Centro Cultural Rosalía de Castro, pero
"allí solo funcionó tres fines de semana, pues al presidente de la
sociedad lo bombardearon en foros sociales, por lo que decidió proceder
a la cierre de la Fiesta," aseguró Fernández Cabrera a Francisco Rodríguez.
"Muchos de estos lugares han sido cerrados o los administradores han
pedido a las fuerzas policiales que se presenten en estos lugares y que
los saquen de allí," confirma Estrada.
"Hasta el momento los proyectos oficialistas como el Centro Nacional de
Educación Sexual, dirigido por Mariela Castro, no han logrado este
espacio para la comunidad gay en Cuba, sin embargo se vanaglorian ante
la prensa internacional de inciertas aperturas, que realmente son
necesarias para la comunidad LGBT," acota el activista.
"Ya hay evidencias de que no hay ningún problema con que el público
'hetero' afecte a los homosexuales. Hay mucha gente que no entiende por
qué no se establecen de verdad centros de este tipo, concebidos para ese
fin, aunque no se elimine la entrada de los heterosexuales," apunta Imbert
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