Miércoles, Diciembre 15, 2010 | Por Laritza Diversent
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – Un día de vida "a lo
cubano" es una jornada llena de riesgos. No me refiero a pérdidas o
ganancias en un negocio, ni tan siquiera al sube y baja de los precios
en el mercado o a la crisis financiera internacional. El peligro está en
la necesidad recurrir a la ilegalidad para sobrevivir.
La mayoría de la población consume lo que busca en cada jornada. El
salario mensual a los más ahorradores puede durarle una semana. Al
resto, entre las deudas del mes pasado, la electricidad y la compra de
la pequeñísima cuota de alimentos subsidiados, se le agota en un día.
Significa que lo que queda del mes hay que vivir del invento. Una forma
de vida que los cubanos llaman "vivir del diario".
Vivir a lo cubano es comprar o revender cualquier cosa, pero siempre
consciente de que se comete un delito de receptación, especulación o
acaparamiento, según sea el caso. Es recurrir al mercado negro, siempre
mejor surtido que el estatal, y con precios más económicos.
Es saber vivir guardando las apariencias, porque en cada cuadra hay
Comité que nos vigila. Aunque también los del Comité están conscientes
de que en realidad nadie puede vivir con el salario. Por eso siempre se
presume que si el vecino mejoró económicamente es porque le mandan una
remesa o vive del invento.
Incluso para las autoridades esta presunción es válida. El aumento del
nivel de vida del ciudadano es causa suficiente para iniciar en su
contra un procedimiento de confiscación por enriquecimiento ilícito. En
este caso, la carga de la prueba se invierte. Es el individuo quien debe
probar a las autoridades que su patrimonio no es fruto de la ilegalidad.
Los cubanos, además, tienen el deber de denunciar los hechos que
transgredan la ley. El incumplimiento de dicha obligación está previsto
en el Código Penal como un delito. Todo está muy bien diseñado. El
gobierno, para facilitar su trabajo contra las ilegalidades, creó una
compleja red de denuncias en anonimato. Delaciones producto de envidias,
rencillas y bajas pasiones.
La prosperidad del vecino le preocupa y molesta a otro, que ha acumulado
años de frustración y ve su vida estancada. Una discusión o litigio por
cualquier cosa: la música alta, una disputa entre hijos, desacuerdo en
cuanto a los límites de las propiedades colindantes, o simplemente, si
alguien le cae mal a otro porque es orgulloso y no saluda a nadie;
cualquier pequeñez puede ser el incentivo inicial para dar un chivatazo.
En otros casos se da información a cambio de impunidad: "Hago negocios
ilegales, pero colaboro denunciando lo que hacen otros, para que así me
permitan seguir con los míos". Es retorcido, pero es cuestión de
necesidad, de supervivencia. Esta es la principal fuente de información
de la que se nutren las autoridades, conocido como trabajo operativo
secreto. Una denuncia es prueba de culpabilidad irrefutable para la
justicia revolucionaria.
La realidad es una: la cotidianeidad a la par que te obliga a realizar
actos que violan la ley, te ofrece "vías" para librarte de su peso. No
interesa si para lograr la impunidad, necesitas dar información sobre la
vida de otros. Lo importante es que se cumpla un lema del gobierno que
ha devenido máxima de supervivencia para nosotros: "Lo mío primero". Una
exigencia que se impone para vivir a lo cubano.
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