Moisés Leonardo Rodríguez
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Botella es uno de esos
términos que en Cuba posee acepciones no reconocidas por la Real
Academia de la Lengua. Para los cubanos, además de un tipo de
recipiente, una botella es un viaje gratis en un vehículo de alguien que
va en la misma dirección y, dentro del marco de la política, la
posibilidad de cobrar un sueldo sin trabajar.
Antes de 1959 el gobierno daba botellas a los sargentos políticos y
otros alabarderos que se dedicaban, entre otras cosas, a promocionar
campañas para obtener votos a favor de sus corruptos contratistas en las
elecciones.
Los despidos masivos de más de un millón de trabajadores, anunciados
hace unos meses, representan, entre otras cosas, el cese de las botellas
socialistas que disfrutaron algunos ciudadanos durante años, a cambio de
su complicidad con el régimen.
Las botellas de la revolución han servido también para que la vitrina al
exterior exhibiera el fetiche de la sociedad perfecta con pleno empleo.
Pero, los hechos son tercos y dos más dos, siempre son cuatro, la falta
de liquidez obliga a variar la táctica.
Como se acabó el dinero para mantenerlos, se sustituirá la botella por
el reconocimiento formal del derecho a trabajar por cuenta propia y
buscarse la vida, pero con una correa tan corta que permitirá mantener
el control.
No obstante, en medio de los reajustes de lo que no funciona, se ha
hecho saber a los civiles de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del
Interior, que sus trabajos no peligran, ellos no serán víctimas de los
despidos. Por el contrario, habrá más empleos en esas áreas, harán falta
más chivatos y policías para mantener el control ante el creciente
descontento por la pérdida de trabajos… y botellas.
Quizás algunos de los botelleros despedidos no vacilen en aceptar los
nuevos empleos disponibles, pero, como se acabaron las "gratuidades",
ahora tendrán que trabajar para ganarse el sueldo: chivatear y dar palos
será su nuevo contenido de trabajo.
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