Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - A pesar de los malos
tratos y de estar encerrados en las penosas prisiones cubanas, las
mujeres y hombres recluidos tras las rejas vuelcan sus energías
creativas en la fabricación de objetos de artesanía y medios para
sobrevivir entre rejas.
La presencia de cuatro ex prisioneros en la sala del modesto apartamento
de Marta Beatriz Roque Cabello, hace que la conversación vaya hacia los
recuerdos imborrables de la estadía en prisión.
FOTO ENVIADA POR EL AUTOR
Marta Beatriz Roque Cabello y Vladimiro Roca Antúnez fueron condenados a
varios años de cárcel, en el año 1996, junto a otros dos firmantes, por
escribir un documento que hoy todavía tiene vigencia: La Patria es de
todos. La primera volvió a la cárcel en la primavera del 2003, única
mujer del Grupo de los 75.
Arnaldo Ramos Lauzurique, salió recientemente de prisión, luego de siete
años de encierro, preso político de la llamada Primavera Negra. Él
decidió quedarse en Cuba, junto con Marta Beatriz Roque Cabello. Estos
economistas mantienen el Instituto de Economistas Independientes de
Cuba. José Díaz Silva, también presente, ha estado en prisión en
diferentes oportunidades, y encabeza un grupo de oposición.
A medida que la charla transita por el sendero de la memoria, el
testimonio de lo vivido se torna cada vez más doloroso, a pesar del
inagotable optimismo de ellos. Marta Beatriz habla de las latas de
comino con la tapa horadada y alcohol dentro, utilizadas a manera de
reverbero, para poner encima una cafetera y hacer una coladita de café.
Lauzurique refiere la utilidad de los "volcanes" para cocinar. Pido que
me aclaren y Vladimiro Roca y Díaz Silva me explican que los hacen con
cuchillas de afeitar de aluminio y también con la tapa de tubos de pasta
de dientes, a lo que le añaden dos cablecitos y una madera aislante en
el medio y se conecta a una toma de electricidad. Otra forma de hacerlo
es con dos hojas de aluminio porque ese metal es más resistente.
Agregan que lo logran asimismo con un tubo de plástico al que le ponen
nailon de jabas plásticas y le dan fuego. Roca asegura que ese fuego
dura bastante para cocinar algo rápido.
Díaz Silva cuenta que su esposa Lourdes le llevaba el arroz y los
espaguetis molidos para poder cocinarlos. Los hacía en un "pepino"
(botella plástica de refresco) con agua dentro para hervir y se pone a
la candela y se espera que hierva. Con ese procedimiento hacían harina
de maíz, arroz, espaguetis, etc.
La conversación deriva a lo que se comercia en la prisión y me aclara
Vladimiro que las cajas de cigarros son la moneda de canje de los
presos, el dinero de la prisión. Recuerda de pronto los colchones de
malangueta (juncos acuáticos que sirven para relleno de colchones y
tejeduría) generalmente llenos de chinches, a las que él mataba noche a
noche porque no lo dejaban dormir.
Díaz Silva, abunda en el tema de los presos que crean artículos de
artesanía con medios rudimentarios; por ejemplo, los colores los
obtienen al quemar plásticos inservibles. El color negro resulta de
recoger el humo del nailon quemado. "Todo se hace con materiales
desechables" –dice.
La conversación me lleva a preguntar cómo pudieron sobrevivir en las
duras condiciones de las prisiones, y Roca respondió: "Echándonos todo a
la espalda, porque teníamos que vivir".
El optimismo y el convencimiento con que defendían una causa justa, fue
lo que contribuyó en buena medida a que estos cubanos lograran resistir
las pruebas que les impuso su vocación de ciudadanos amantes de la libertad.
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