La esperanza de los olvidados
OTTO RODRÍGUEZ
Justo el día en que el gobierno de Bill Clinton estableció la ley de
"pies secos-pies mojados" para los cubanos iba yo hacia Cayo Hueso
decidido a pasar un buen rato en Sloppy Joe's y luego caminar
apaciblemente en la Calle Duval.
A poca distancia del puente de las Siete Millas la radio de Miami dio la
noticia de que el presidente estadounidense había decidido parar el
éxodo de balseros y desviarlos hacia la Base de Guantánamo.
Sloppy Joe's y Duval dejaron de ser importantes ese día y decidí torcer
el rumbo hacia el epicentro de la acción: el Hogar de Tránsito para
balseros cubanos en Cayo Hueso. Eran los tiempos de Arturo Cobo, de José
Basulto y los Hermanos al Rescate. Ellos, junto a muchos otros en el
exilio, trataban de que aquellas almas desesperadas que se lanzaban al
mar pudieran tocar tierra y hallar seguridad en algún momento, luego de
una travesía tan peligrosa.
Eran los tiempos en que una casa promedio costaba en Miami unos
$100,000, el condado tenía bastante menos habitantes que hoy y algunas
de las tiendas más populares se llamaban Service Merchandise, Luria's y
Burdines. Eran también los días en que el gobernador Lawton Chiles dijo:
"La nueva política de Clinton es asegurar que la Florida no tenga que
enfrentar otro Mariel".
El Hogar de Tránsito de Cayo Hueso era un hervidero por el aluvión de
refugiados en las semanas y horas anteriores, y la prensa local que ya
se aglutinaba allí. Una de las cosas que más me impactó fue ver algunas
balsas improvisadas que tenían en exhibición y la confusión de los
recién llegados, pues muchos de ellos ni sabían la noticia sobre la
orden de la administración estadounidense.
Me imaginé subido a una de aquellas endebles balsas surcando las
corrientes del Estrecho de la Florida en la soledad de la noche, perdido
en el mar. La idea no era ajena, pues una tarde, a principio de los años
90, sentado en el malecón habanero tuve deseos de lanzarme también a la
mar para escapar de una Cuba ahogada por la desesperanza.
El Hogar de Tránsito, Cobo, Basulto, Hermanos al Rescate y otros
exiliados eran de este lado el primer grano de esperanza para los
balseros rescatados de las olas, o los que lograban tocar la tierra de
Norteamérica.
Recuerdo a Basulto, con su típica elocuencia, relatar las acciones
benévolas de su grupo mientras sobrevolaban el estrecho en busca de
personas, y a Cobo explicar con pasión la finalidad de la organización
no lucrativa que él encabezaba y el drama humano del que su Hogar de
Tránsito era testigo cada día.
Hubo incluso en esa ocasión quien propuso crear un museo con aquellos
artefactos marineros producto de la ingenuidad y la desesperación de los
balseros.
Hoy, más de 20 años después, la decisión furtiva de dos gobiernos ha
dejado en un limbo y olvidados a miles de cubanos en varios países del
sur del continente.
En esencia, las razones de todas las emigraciones de cubanos en
diferentes épocas ha sido la misma, la falta de esperanza en el futuro,
ya sea por motivos políticos o económicos.
Y como la gran mayoría de los exiliados ha sido víctimas en algún
momento de esa desesperanza, y ha apoyado como grupo a ciertos políticos
estadounidenses creyendo que le brindará amparo y demostrará simpatía
hacia su causa, queda por ver el si el nuevo presidente respalda con
acciones la amistad y palabras que profesó en sus visitas a Miami y
tiende una mano a quienes han quedado olvidados en las junglas, ríos y
fronteras de Sudamérica.
Periodista cubano radicado en Miami.
ottorod@gmail.com
Source: La esperanza de los olvidados | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article133924404.html
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