27 de abril de 2016

A ver… ¿Qué me compraré?

A ver… ¿Qué me compraré?
Las mujeres cubanas, como la 'Cucarachita Martina', seguirán sacando
cuentas que nunca llegarán a buen fin
martes, abril 26, 2016 | Jorge Ángel Pérez

LA HABANA, Cuba.- En las mañanas de cada día mi madre me pone los pelos
de punta. Siempre la misma consulta: "Mi'jo, ¿qué cocino hoy?" Mi
respuesta, una ligera subida de hombros, se repite cada vez.

Decidir qué comer en Cuba es más que complicado. Resulta un misterio tan
enorme como el de la Trinidad, y quizá más tremendo que aquel que se
refiere a la Encarnación, o a ese que implica al Ser.

Y hasta parecía que las preguntas que me hace mi madre podían tener
finalmente una respuesta, sobre todo cuando comenzaron a correr de boca
en boca los rumores. ¡Una rebaja de precios! Así decían muchos por toda
la ciudad, en el país entero. La crecida vehemencia de los interesados
hacía creer en un milagro. "En estos días se dará la noticia". "Se
decidirá en el congreso del Partido Comunista". "Hay que estar atentos".

Aunque en la isla una decisión como esa sería tenida, únicamente, como
manifestación de la voluntad divina, las colas para comprar periódicos
se hicieron infinitas. Nadie quería perderse la noticia, y mucho menos
hacer gastos innecesarios. Era preciso ahorrar hasta el último centavo
para usarlos luego, tras el anuncio. Esperamos. ¡Y sucedió el milagro!
El 21 de abril, el Granma, órgano oficial del Partido Comunista, lo hizo
público. Allí estaba la información tan cacareada. Y hasta fue tenido
como bueno, al menos por esta vez, que el periódico tuviera tan poquitas
páginas, y que se hiciera tan fácil descubrir el titular, y con ello la
confirmación de la noticia.

Mi madre no lo pensó dos veces y lanzó desde el balcón la bolsa que
había amarrado previamente con el extremo de una soga, y también creyó
como un buen augurio que se enredara con las ramas del árbol de vencedor
que crece en el parterre. Dentro puso los cinco pesos que cobraron los
revendedores del Diario esa mañana. "¡Cinco pesos mamá! ¡El precio de
una libra de arroz!". Así le dije, y ella respondió con cierto desgano,
y ya decepcionada: "A partir de mañana la libra costará cuatro pesos".
Y remató: "solo un pesito de rebaja, y los chícharos cincuenta centavos
menos. ¿Será una burla?".

Así que aquello que los decisores suponían que debía entenderse como
bueno, a mi madre le pareció una broma de muy mal gusto, y para
demostrarlo se puso a sacar cuentas que implicaron a los doscientos
pesos cubanos que cobra cada mes, y como cada mes, también hizo otras
cuentas: dividió esos doscientos entre veinticinco, para llegar como
siempre a la cifra de ocho CUC, y como cada mes volvió a preguntarse lo
mismo: "¿Qué puedo hacer en la cocina con ocho CUC?"

Mi madre, hacedora de magias delante del fogón, tomó una hoja de papel,
un lápiz, y se puso a sacar sus cuentas. Si compraba la bolsita de
aceite de quinientos mililitros podía ahorrar ahora veinte centavos.
Anotó también el costo de cinco libras de arroz, veinte pesos, lo que
significaba un ahorro de cinco pesos en moneda nacional, con los que se
podría comprar veinticinco centavos de CUC, y que al sumarlos con los
veinte que ahorró tras la compra imaginaria del aceite, hacían un total
de cuarenta y cinco centavos. "Cuarenta y cinco centavos… ¿qué me
compraré?". Y volvió a la lista del Granma.

Buscó mucho, y sacó cuentas, pero encontró poco. Con esos ahorritos no
llegaría más allá de cuatro cuadraditos de caldo de bacon con bijol o a
la misma cantidad de caldo de pollo con tomate, o quizá a un paquete de
chicoticos con sabor a queso, que no de queso. Mi madre podría comprarse
cuatro sobres pequeñitos de Canela Findy, pero, ¿con qué dinero iba a
comprar la leche, el arroz y el azúcar para hacer luego un arroz con
leche al que pudiera rociar canela Findy? Entonces no le quedó más
remedio que seguir imaginando que hacía ahorros…, que hacía compras…

Ella, que siempre ha creído que la felicidad tiene mucho que ver con los
placeres de la mesa, se empeñó en las cuentas y olvidó que debía
cocinar. Descubrió entonces que para preparar un kilogramo de picadillo
de res, de segunda calidad, tendría que invertir algo más de la mitad de
su salario, y otro tanto en las especias. Sintió mucha rabia, y por
mucho que me he empeñado en disuadirla, solo consigo alimentar su
obcecado espíritu. Cada vez que tiene una oportunidad vuelve a las
cuentas, y se entristece. Hasta se pregunta por lo que sirvieron en el
Palacio de las Convenciones en esos días del congreso del Partido
Comunista, y hasta quisiera saber un poco de sus costos. ¿Habrán servido
pescuezo de pollo o pechuga?

Ella tiene la certeza, como yo, de que son una burla las rebajas. Son
risibles los precios que describiera la prensa oficial. Mi madre, como
tantas mujeres cubanas, seguirán haciendo sumas, y ahorrando, para
conseguir juntar el valor que tiene al menos una libra de muslo de
pollo, pero lo más probable es que se empeñen, finalmente, en hervir una
patas de pollo o algunos pescuezos para la sopa, y que el arroz con
pollo del domingo, lo que tenga de pollo sea el carapacho y algunas
lánguidas alitas.

Las mujeres cubanas, como la Cucarachita Martina, seguirán sacando
cuentas que nunca llegarán a buen fin. ¿Qué me compraré? Esa es la
pregunta que van a hacerse cada día, y tendrán como respuesta una
infinita angustia, un salobre desconcierto. Y ninguno de los comensales
para los que cocinan caerá en la olla por la golosina de la cebolla,
porque seguirá siendo un lujo ponerle a la sopa una cebolla enterita, o
un carapacho de pollo; porque ese huesillos cuestan, ahora y rebajados,
75 centavos de CUC. Y también será una ostentación echarle unos
pescuezos que se pueden conseguir, únicamente, después de pagar un CUC
por el kilogramo. ¡Dios mío, que es pescuezo y no caviar!

Indignante es constatar tales precios. Ofensivo es que luego de un
congreso aparezcan rebajas tan discretas. Es humillante, vergonzoso,
injusto, irritante, vejatorio, degradante, indecente, despreciable,
deshonesto, escandaloso, impúdico, obsceno, deshonroso. Ay, y es tan
bueno que crezca el número de sinónimos para ponerlos a dialogar con
esas discretísimas rebajas en los precios.

Source: A ver… ¿Qué me compraré? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/a-ver-que-me-comprare/

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