29 de octubre de 2015

“JR” - ironía mediática e histórica

"JR": ironía mediática e histórica
Antes de que Juventud Rebelde reconociera, mediante una encuesta, que
los jóvenes no leen el diario, uno de sus periodista advirtió sobre el
hecho, y fue despedido por ello
Arnaldo M. Fernández, Broward | 28/10/2015 9:15 am

El más reciente estudio de audiencia de Juventud Rebelde (JR) arrojó la
paradoja de que "los jóvenes no leen" ese "diario de la juventud
cubana", tal y como reza la denominación de origen de ese periódico, que
el miércoles pasado cumplió medio siglo en circulación. Aparte de
marchar al paso global de la baja en el número de lectores de la prensa
impresa, JR adolece de problemas endémicos del periodismo cubiche, que
giran en torno a la distorsión del valor noticioso por dictado de la
propaganda política.
A la ironía mediática del extravío de audiencia se suma la ironía
histórica de que JR confirma hoy la advertencia que, hace más de dos
décadas, largó uno de sus periodistas en ejercicio del criterio y con
reconocimiento explícito de su tanto personal de culpa: que JR distaba
mucho de ser el diario de la juventud cubana. En vez de discutir el
asunto en sí, la dirección del periódico prefirió entonces —como es
tradicional en la cubichería de cualquier bando— desfogarse en
improperios contra quien argumentó a tiempo, pero a contracorriente.

El caso Évora
Alexis Núñez Oliva, entonces conductor del programa "Entre ocho y diez"
(Radio Ciudad de La Habana), llamó por teléfono al periodista de JR José
Antonio Évora y le preguntó en el aire si el periódico donde trabajaba
era realmente "el diario de la juventud cubana". Évora contestó que no,
admitió su culpa en que así fuera y comentó que acaso podría serlo un
diario editado por el cantautor Carlos Varela, quien venía pegando duro
con la nueva trova de los hijos de Guillermo Tell y demás piezas de su
primer disco (Jalisco Park, 1989).
En aquel programa participó también Arleen Rodríguez Derivet, quien
sostuvo sin enfadarse que JR sí era tal diario y soltó de pasada que si
se esperaba por el tiempo que tomaba Évora en dar a imprenta sus
artículos, JR sería más bien un semanario. Así sería, pero no por demora
de Évora, sino por el advenimiento sin demora del llamado período especial.
A la semana siguiente, el subdirector Lázaro Barredo convocó a una
asamblea de trabajadores para linchar a Évora por haber ido contra JR en
aquel programa de radio. Tras oír la grabación que Barredo puso para
todos, Évora se convenció de que no había actuado mal, pero la suerte
estaba echada. Barredo propuso expulsarlo del periódico y al someterse a
votación, la propuesta se aceptó casi por unanimidad, sin notarse
siquiera quiénes se abstuvieron de alzar la mano.
Sin embargo, el orden disciplinario laboral no contemplaba expulsar al
trabajador por acuerdo de asamblea, sino por resolución fundada de la
administración, que Barredo y el director de JR, José Ramón Vidal,
pasaron por alto como consecuencia de la mezcla de intolerancia de
opiniones incómodas con incultura jurídica.
Tras consultar a unos abogados amigos, Évora procedió a presentarse cada
día a trabajar en JR, sin que pudiera pasar de la recepción, hasta que
venció el plazo legal que tenía la dirección del periódico para dictar
la resolución administrativa pertinente. Al quedar así la dirección de
JR incursa sin remedio en despido ilegal, Évora corrió los trámites
legales que concluirían con fallo judicial a su favor.
Esta peripecia sirvió, además, para mostrar a Vidal en la decente
tesitura de aceptar ante el tribunal que Évora había dado sinceramente
su opinión sobre JR, así como a Barredo creyéndose que podía testificar
a su antojo sin haber sido citado por el tribunal, que dispuso en el
acto desestimarlo como testigo, a pesar de ser subdirector y comparecer
muy enguayaberado.
El fallo sobrevino al filo del período especial y JR tuvo que reponer a
Évora en el puesto de trabajo, como mandó el tribunal, pero recurrió al
ardid de darle traslado a la revista Cine Cubano*, algo que vino muy
bien a Évora por su inclinación a la crítica cinematográfica.

Coda
La recurva de aquella crítica de hace más de dos décadas acredita la
insuficiencia del orden burocrático castrista que, por trabar la
libertad de expresión, deja de ser expresión de cordura, como ese
periódico Juventud Rebelde sin juventud como audiencia ni rebelde por su
mensaje.
* En Cine Cubano, Évora se toparía con otra coyuntura jurídica: la
decisión estatal de fundir el Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC) con el Instituto Cubano de Radio y Televisión
(ICRT), como reacción de la burocracia partidista a la película Alicia
en el pueblo de Maravillas (1991), de Daniel Díaz Torres. Évora resultó
instrumental para que realizadores del ICAIC examinaran los asideros
legales con un abogado y exploraran incluso cómo dar la contracandela
extra legal necesaria —por ejemplo: plantear las discrepancias al
comandante Juan Almedia por intermedio de Manuel Duchesne Cuzán— para
que Carlos Aldana, quien se creía el tercer hombre del castrismo
corriente, reculara en su tentativa de engullirse al ICAIC.

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http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/jr-ironia-mediatica-e-historica-323926

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