En Cuba, viajar al extranjero desata las bajas pasiones
La condición insular y las trabas migratorias durante 54 años
convirtieron en un lujo un viaje al exterior
LA HABANA.- IVÁN GARCÍA
Especial
Odalys y Anayanci, ingenieras, fueron amigas hasta el otoño de 2014,
cuando un curso de adiestramiento en China provocó una hostilidad
salpicada de intrigas, informes agresivos y hasta brujería.
"Aquello fue tremendo. Para el viaje, el jefe de departamento debía
elegir entre cuatro ingenieros. La chivatería, los trapos sucios y las
degradaciones fueron de campeonato. Cada vez que hay un curso o beca en
el extranjero en la oficina se arma una batalla campal", manifestó Sara,
empleada de ETECSA, monopolio estatal de las telecomunicaciones.
En Cuba viajar al extranjero es sinónimo de estatus y una posibilidad de
hacerse con unos cientos de dólares y pacotillas que alivian las
carencias de la rigurosa vida diaria que ocasiona el socialismo tropical.
Una herramienta de lealtad y compromiso político
La condición insular y las trabas migratorias durante 54 años
convirtieron en un lujo un viaje al extranjero. El régimen siempre ha
utilizado los viajes de trabajo, académicos o de negocios como una
herramienta de lealtad y compromiso político.
Las empresas encargadas de efectuar compras en el exterior son las más
codiciadas. En sus nóminas figuran hijos de papá, miembros de la
aristocracia verde olivo, oportunistas y jenízaros obedientes.
En los ministerios e instituciones importantes, el 70% de la plantilla
administrativa la conforman militares jubilados: mediante cursos exprés
de mercadotecnia y administración de empresas, son reciclados y
convertidos en gerentes.
Las fajazones (broncas) y chanchullos (manejos tramposos) en torno a los
viajes al extranjero es una combinación nefasta de las peores cualidades
humanas. "Hay tipos expertos en poner zancadillas a los otros para
concentrar en sus manos el asunto de los viajes. Se ve de todo. Incluso
es habitual 'tocar' a los jefes con regalos antes y después de una
estancia en el exterior", señaló Osvaldo, extrabajador de una empresa
importadora de alimentos.
Viajar y conocer otras culturas, gastronomías y personas de distintas
nacionalidades, no es una extravagancia en el mundo de hoy. La
globalización y modernidad han agilizado y abaratado los viajes.
Para un obrero del primer mundo, hacer turismo es cada vez menos
complicado. En Cuba, excepto la casta de los intocables, como Antonio
Castro, uno de los cinco hijos de Fidel Castro, la gran mayoría de los
cubanos no saben lo que es hacer turismo en el extranjero, a no ser que
trabajen en un negocio foráneo o en la cancillería, donde son frecuentes
las estancias más o menos cortas en otros países.
Según Erasmo, ex comprador de una empresa metalúrgica, esos cubanos
deben poseer tres condiciones: "Incondicionalidad, aparente o real, con
el sistema. Ser miembro del Partido o la Juventud Comunista. Y tener una
extensa hoja de servicios que demuestre tu lealtad al gobierno. La
formación académica, años de experiencia y profesionalidad no cuentan
demasiado. Por eso en las empresas exportadoras se han visto horrores
como comprar máquinas limpiadores de nieve o equipos de calefacción [en
un país tropical]. Ya ni hablar de corrupción y nepotismo", acotó Erasmo.
La desconfianza del Gobierno hacia sus súbditos es proverbial. "Por
regla general cuando llegas al país donde vas trabajar o hacer negocios,
la embajada te quita el pasaporte", dice un médico que estuvo dos años
en África.
Existen funcionarios y asesores opacos, que no salen en las portadas de
los periódicos, tracatanes (aduladores) de libro y expertos
contorsionistas ideológicos, con más horas de vuelo que muchos pilotos.
"Esa gente conocen el paño (la situación) como nadie. Se huelen cuando
su jefe va a caer en desgracia y tienen un olfato desarrollado para
saber dónde está la clave de las oportunidades y los viajes al
extranjero. De esos tipejos hay montones en este país", aseguró Osvaldo.
Después de 2013, cuando la autocracia cubana flexibilizó su política
migratoria y a la disidencia se les permitió salir del país, algunos
líderes opositores están más tiempo en un avión que en sus casas.
Es positivo que los opositores tengan la opción de acceder a becas o
posgrados universitarios. También de participar en eventos
internacionales y exponer las constantes violaciones de los derechos
políticos del régimen de los Castro.
Pero el reunionismo y el teque superfluo en diferentes capitales del
mundo con dinero de los contribuyentes, para discutir una agenda que se
puede debatir en La Habana, es un gasto innecesario.
Hay opositores que en dos años acumulan visas de 25 diferentes países.
En sus safaris aterrizan en naciones donde el tema de Cuba es una música
lejana y exótica.
Casi todos esos viajes son inefectivos. El castrismo no va a dialogar o
introducir reformas de corte político porque un disidente lo haya pedido
en un discurso en una tribuna de Praga o Santiago de Chile.
Para cambiar las cosas hay que salir a la calle, aquí en Cuba.
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Diario las Americas :: Cuba -
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