Mariel, pasado y presente de un éxodo
"Por aquí se fueron y jamás volverán", rezaba un cartel en el muro de la
termoeléctrica. Sin embargo, los que "se fueron", se convirtieron en el
sostén de los que se quedaron. Hoy muchos comparten el exilio en Miami
con quienes les despidieron a huevazos o pedradas
jueves, mayo 28, 2015 | Camilo Ernesto Olivera Peidro
LA HABANA, Cuba. -En el poblado de Boca del Mariel, existe una pequeña
playa preferida por los lugareños. Al lado se encuentran las
instalaciones de la otrora terminal de embarque de azúcar a granel. Un
poco más alla, funciona la termoeléctrica Máximo Gómez.
A mediados de abril de 1980, transcurría un sábado cuando los bañistas
en la playita percibieron la entrada de cuatro embarcaciones con bandera
estadounidense. Observaron cómo se dirigían hacia la zona del muelle
aledaño. En ese momento se hizo evidente la presencia de oficiales
cubanos armados en el lugar. Luego se supo que ahí, en una nave de
almacenaje de azúcar, estaba la sede provisional de la capitanía.
En los días siguientes, la asistencia de barcos y yates provenientes del
norte aumentó. Tanto el poblado de La Boca como el de Mariel, fueron
tomados militarmente por tropas del ejército y efectivos de la policía.
El gobierno de Cuba había habilitado el puerto de Mariel, ubicado a 35
kilómetros al oeste de La Habana como punto de embarque para un puente
migratorio semejante al propiciado, a través de Boca de Camarioca en
Matanzas, quince años antes. Entre abril y octubre de 1980, salieron por
este sitio, rumbo a La Florida, 125 000 cubanos.
El vía crucis de los marielitos
El gobierno cubano anunció que todo el que quisiera podía irse. Pero
que, como condición, debían solicitar la baja definitiva en centros de
trabajo o estudio. Muchos refugiados en la Embajada de Perú salieron con
salvoconducto a esta gestión. Fueron víctimas de los fascistas actos de
repudio aupados por el régimen.
Muchos cubanos realizaban diversas gestiones para visitar a los
familiares que los esperaban en ese puerto. Hombres, mujeres y niños
llegaban al lugar con las huellas visibles de la humillación sufrida en
sus lugares de origen.
Pero algo igual o peor les aguardaba en la parada final.
En la esquina de la pizzería Wakamba, acechaban las turbas, aupadas por
los funcionarios del gobierno local, armadas con palos y cabillas. Los
que llegaban, eran cazados y golpeados con saña. Luego la policía
"intervenía".
Los atacados eran llevados a la Unidad de Guardafrontera conocida como
El Mosquito, ubicada en la desembocadura del río del mismo nombre a
cuatro kilómetros de Mariel. Allí eran confinados, durante días o
semanas. Las condiciones en las barracas eran infrahumanas. Mezclaban a
las familias con delincuentes, o presos sacados de las penitenciarías,
enviados a este retén para luego ser deportados. El lugar era custodiado
por militares armados y perros entrenados.
En el viaje de vuelta, los ómnibus tomaban rumbo al Mariel cruzando el
puente. Al final de este, las autoridades apostaban a niños traídos de
las escuelas de Baracoa y Henequén. Los profesores les repartían huevos
y piedras para que los alumnos se los lanzaran a los que se iban en los
vehículos.
Actualmente, en ese sitio, donde padecieron tantos cubanos, se encuentra
un Instituto de capacitación para la pesca.
El umbral de la libertad
El muelle de la Flota Camaronera (hoy de la Empresa de Astilleros
Astimar) era el último paso en el vía crucis. Allí los que se iban, eran
concentrados en dos naves aledañas al muelle, en ese entonces, vacías y
a medio terminar. Esperaban a ser llamados mediante un listado. Luego al
abordar la embarcación, pasaban por otro control.
Como condición para poder llevarse a sus familiares, los que venían en
las embarcaciones tenían que permitir que les atiborraran la cubierta
con otras personas de diversa índole. Hubo quien optó por refugiar a los
suyos en los camarotes.
Cuando los barcos se alejaban de la costa, la última imagen, a lo lejos,
era la de las columnas de humo provenientes de las chimeneas de la
Termoeléctrica de Mariel.
En un tramo del muro perimetral de esa industria, estuvo durante muchos
años un cartel que expresaba: "Por aquí se fueron y jamás volverán".
El letrero desapareció durante la década de los noventa. Fue cuando
arreció la crisis. Los que "se fueron", se convirtieron en el sostén de
los que se quedaron.
Hoy comparten el exilio en Miami, quienes marcharon en 1980, con muchos
que les despidieron a huevazos o pedradas y, más tarde, huyeron en la
estampida balsera de 1994.
La dictadura que les obligó a abandonar el país, sigue gobernando con
puño de hierro y mal disimulado guante de seda fina.
Source: Mariel, pasado y presente de un éxodo | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad-destacados/mariel-pasado-y-presente-de-un-exodo/
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