Cuba, el precio de la singularidad
Posted on 28 octubre, 2013
Por Leonardo Padura*
Hay un país del mundo donde un maletero de hotel, o un parqueador
callejero de automóviles, hasta un vendedor de aguacates gana más dinero
que un médico, un ingeniero, un profesor universitario.
Ese país, por supuesto, tiene que ser extremadamente singular, atípico
y, por ello, para conseguir una existencia más digna, los ingenieros
deviene maleteros o taxistas, los profesores dedican una parte de sus
horas a repasar alumnos por salarios que triplican -o más- su estipendio
oficial, y hay médicos que crían cerdos o dependen de los regalos de sus
pacientes o la remesa que desde el exterior les envía algún pariente. Es
un país donde se han emprendido cambios para recuperar la "normalidad"
alterada por las deformaciones de la singularidad, en un proceso lento
pero necesario, cuyos últimos objetivos y formas (otro caso de
singularidad) no conocen de modo claro los que viven en él. Los que
vivimos en ese país.
Desde los inicios de la revolución de Fidel Castro, muy pronto anunciada
como un proceso político y económico de carácter socialista, Cuba
comenzó a convertirse en ese país singular. Mientras el gobierno se
dedicaba a practicar una política internacional de marcado carácter
tercermundista (con un notable énfasis en la solidaridad internacional,
el espíritu latinoamericanista, etc.), hacia el interior de la sociedad
se aplicaban beneficios más bien propios del primer mundo, que iban
desde el acceso gratuito a una medicina, una educación, una práctica
deportiva de calidad, hasta el pleno empleo, el ascenso social e
intelectual de la mujer y otros muchos. Para que los cubanos viviéramos
en el primer mundo faltaron siempre, sin embargo, las posibilidades de
satisfacer determinadas preferencias materiales, o la posibilidad de
vivir en una sociedad abierta al mundo, a la confrontación de ideas, la
opción aceptada al desacuerdo.
Ciudadanos de un segundo mundo
La combinación de uno y otro extremo de ese diapasón de posibilidades e
imposibilidades, nos colocó en una especie de "segundo mundo" que tenía
elementos de uno y otro de los conocidos… a la vez que le faltaban otros
aspectos, casi en igual proporción. El resultado –o uno de ellos- fue
revestirnos de nuestra peculiaridad política y social, madre de la
singularidad visible en las vidas y opciones de los individuos.
En los últimos 20, casi 25 años -los que corren desde la desaparición de
la Unión Soviética y su soporte económico-, la singularidad cubana se
incrementó: en medio de tanto derrumbes, el gobierno persistió en el
modelo socialista ya establecido, mantuvo su proyección internacional
tercermundista, pero de los beneficios del primer mundo pocos
sobrevivieron o han sobrevivido, con lastres y abolladuras: una
educación pública que ha perdido calidad, una salud gratuita que se
dispensa en hospitales a veces ruinosos, una práctica deportiva que, sin
decirlo a las claras, ha arriado la bandera antes orgullosa del
amateurismo, el reconocimiento de que el Estado/gobierno no puede
emplear y pagar salarios dignos a cada cubano, el renacer de la
prostitución, etc… y la ya mentada necesidad del ingeniero de reciclarse
como taxista.
Con el proceso de cambios emprendido en los últimos cinco, seis años, la
singularidad cubana empieza pues a diluirse en un movimiento que nos
acerca cada vez más, y de forma dramática para la mayoría de la
población, a formas y soluciones vitales más cercanas al tercer mundo
con que el comulgamos y al que pertenecemos que al primer mundo con el
que intentamos competir… al menos en determinadas disciplinas. Si bien
es cierto que la mortalidad infantil cubana es menor que la
norteamericana, que el país gradúa médicos en cantidades suficientes
para enviarlos a trabajar a Venezuela, Brasil y otras decenas de países
del mundo sin que colapse su sistema sanitario, también es cierto que
lenta pero inexorablemente se va convirtiendo en un país en donde unos
(esa dramática minoría) tienen más que otros (esa trágica mayoría), en
el que para mantener su control político el gobierno ha debido emprender
una cruzada contra la corrupción, en el que lenta pero visiblemente
renace la empresa privada… porque tanta singularidad resultaba
insostenible, incluso para seguir siendo parte del tercer mundo.
*Este artículo fue publicado inicialmente en portugués por el periódico
brasileño Folha de S.Paulo. Aparece en CaféFuerte con el consentimiento
de su autor.
Source: Cuba, el precio de la singularidad | Café Fuerte -
<http://cafefuerte.com/cuba/8406-cuba-el-precio-de-la-singularidad/>
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