Sociedad
¿Estamos preparados para vivir en democracia?
Camilo Ernesto Olivera | La Habana | 25 Mar 2013 - 10:26 pm.
La fórmula de la transición la tenemos todos. Cada cubano tiene una
pieza de ese rompecabezas que cada día está más listo para ser armado.
En algunos de los analisis sobre la situación cubana actual, se comete
el error de separar las implicaciones de los cambios de índole económica
de la esencia política de estos cambios.
En dictaduras como la existente en la Isla, donde el poder político
absoluto impuso el control total sobre los procesos de la economía, las
transformaciones en este sentido implican un costo político. Durante
décadas, el gobierno de los Castro propició una burbuja de dependencia
económica en la cual contuvo a los ciudadanos. A cambio de privarle de
libertades esenciales, le ofreció una ilusión de bienestar social, que
fue en realidad una economía de comunismo de cuartel.
Esa burbuja estalló por completo en el verano de 1993, cuando fue
legalizada la circulación y tenencia de dólares en el país. Durante los
últimos veinte años, el Estado ha tenido que ceder terreno en acápites
donde su férreo control era inoperante, pero indiscutible.
La mayoría de los cubanos residentes en la Isla han vivido la mayor
parte de su vida adulta con una venda de desconocimiento y miedos. Los
miedos han comenzado a ser conjurados poco a poco en los últimos
tiempos. La lucha por la supervivencia en un escenario económico
cambiante conlleva la readaptación de las pautas personales. El
desconocimiento de los cubanos sobre sus potencialidades como creadores
de bienestar personal y familiar ha ido cediendo en estas circunstancias.
Es evidente la ineficacia de la estructura estatal para responder con
efectividad a los dilemas que plantea la dinámica de la sociedad cubana
actual. La solución que los gobernantes cubanos han aplicado en este
caso pasa por desentenderse de los problemas del ciudadano común y
centrarse en crear mecanismos de sostenimiento de su fórmula de poder
como nomenclatura política. Y hace años que el cubano de a pie tomó
plena conciencia del vacío del discurso político del régimen.
Frente a esta situación la mejor solución posible para todos podría ser
la de soltar definitivamente y sin mucho ruido las amarras.
Desentenderse de la suerte del poder político, del mismo modo que el
poder político se desentiende de la suerte de los ciudadanos. Sin
embargo, una economía supuestamente libre dentro de un régimen político
totalitario es un contrasentido que el régimen insiste en imponer como
solución.
Ninguna de las nuevas leyes y reglamentaciones que el "aperturismo
raulista" ha puesto en vigor, garantiza el pleno derecho de los
ciudadanos. Quien repasa con atención la nueva Ley migratoria y el
decreto para la creación de cooperativas no agropecuarias comprende que
todo este proceso puede ser abolido cuando al régimen le convenga. En
ausencia de un estado de derecho y plenas libertades democráticas no hay
garantía para la inversión privada y, por tanto, no hay verdadera
libertad y desarrollo económico. La apertura económica debería ir
aparejada a la transformación del sistema político, pero no ocurre así.
En estas circunstancias, quien no se sacuda de su mente los vestigios y
reflejos condicionados de la dictadura de conciencia poco podrá hacer
para adaptarse a los cambios más profundos que se avecinan. Quien no
aprenda a vivir en democracia desde ahora, a nivel individual, no sabrá
qué hacer cuando esta se haga efectiva en la vida
política de la nación.
La fórmula de la transición la tenemos todos. Cada cubano tiene su
fragmento de esa fórmula, instalada en silencio como la pieza de un
rompecabezas que cada día está más listo para ser armado. Cada pieza es
interdependiente con las demás y al mismo tiempo puede valerse por sí misma.
La idea de que existen iluminados conductores de la transición es una
trampa del ego donde muchos se refugian para eludir o justificar su
falta de madurez y responsabilidad ciudadanas. Todos los que tenemos
percepción de la necesidad del cambio estamos en el deber de llevar esta
idea a nuestros compatriotas. Debemos hacerlo sin personalismos ni tomas
de protagonismo estériles, que a la postre acaban reproduciendo la norma
autocrática del poder que entre todos queremos abolir.
http://www.diariodecuba.com/cuba/1364246764_2340.html
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