Cambio, Raúl Castro, Exilio
Raúl Castro, el poscastrismo y nuestras boberías
Seguimos sin darnos cuenta de lo que se nos viene encima
Eugenio Yáñez, Miami | 28/03/2013 9:12 am
Mientras desde La Habana se diseña y aplica el destilado y lúgubre
proyecto para convertir a Cuba en una "dictadura perfecta" en el mejor
estilo mexicano del PRI, retocada con gruesas pinceladas de la
experiencia chavista en Venezuela, y que dejará a nuestros nietos y
biznietos con una inmensa y apabullante deuda externa y una nación
cubana en ruinas, en demasiadas ocasiones seguimos gastando tiempo y
energías en discutir sobre temas baladíes, o en el mejor de los casos
discernir y analizar sobre asuntos mucho menos trascendentes.
En ocasiones nos quejamos de que el tema cubano no se toma demasiado en
serio, pero se siguen repitiendo frases hechas y dando por evidentes
verdades que han dejado de serlo hace tiempo, pero que en nuestra
soberbia, superficialidad, o despiste, no nos dejan ver las realidades
que cruzan diariamente frente a nuestros ojos. Se sigue creyendo que el
país todavía se dirige desde Punto Cero, sin entender que ahora es desde
La Rinconada; que realmente Mariela Castro está colocada en la línea de
la sucesión poscastrista y que en cualquier momento "sube"; que en Cuba
existe una Junta Militar donde el general Jorge Amado Ricardo Guerra,
Secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros, es un "primer ministro en
funciones", considerando así que el cargabates pueda ser el manager del
equipo; o que existe alguna probabilidad real de que la maquinaria del
castro-chavismo permita ganar las elecciones presidenciales en Venezuela
a Henrique Capriles, cuando todos los esfuerzos de La Habana se
concentran en garantizar precisamente lo contrario, para asegurar la
continuidad de los subsidios y el mantenimiento del neocastrismo en Cuba.
Las informaciones públicas que se pueden conocer nos dicen que el país
avanza como el cangrejo, cuesta abajo en su rodada, como dice el tango:
que cada vez se producen menos alimentos, y que también cada vez se
importan menos; que la zafra azucarera no acaba de levantar cabeza por
esto o lo otro, sin lograr superar las producciones de comienzos del
siglo pasado; que no se producen en el país ni siquiera los envases
imprescindibles para la producción nacional; que las cosechas se pudren
en el campo sin que los burócratas del comercio interior y acopio se
dignen a garantizar que puedan ser recogidas y hacerlas llegar a la
población; que están por perderse cincuenta mil metros cúbicos de madera
de árboles derribados en la provincia de Santiago de Cuba por el huracán
"Sandy", por falta de equipos y deficiencias organizativas; que en La
Habana se realiza lo mismo un congreso mundial de informática que uno de
espiritistas; o que el régimen trata de renegociar sus deudas
desesperadamente tratando de obtener nuevos créditos, mientras Raúl
Castro dice que la corrupción, el robo y las indisciplinas en los
ferrocarriles son espantosos, pero ante el tétrico cuadro de la economía
nacional mostrado en el más reciente Consejo de Ministros Ampliado
ofrece como sucedáneo, que no solución, a ese y otros muchos problemas,
irse con todos los jerarcas del Gobierno a ver una obra de teatro
infantil, donde bastaría con disfrutar de las sonrisas de los niños para
supuestamente merecer la satisfacción por el deber cumplido.
Sin embargo, basta darse una vuelta por la prensa y la blogósfera de
asuntos cubanos en todo el mundo —tanto en los posts alternativos que se
generan desde dentro de la Isla como desde el exterior, así como por los
bodrios de la propaganda oficialista cubana en todos los soportes
tecnológicos, calificada como "prensa"— para comprobar que los temas más
recurrentes del momento no son ninguno de estos mencionados, sino otros
bien disímiles.
No hay que recurrir a sofisticados análisis de contenido o programas
computarizados para contabilizar cuántas veces se repiten determinadas
palabras y temáticas. En el hit-parade del tema cubano en estos días los
nombres y actividades de blogueros, opositores y disidentes que andan de
viaje fuera del país dominan el ciberespacio, incluyendo desde alabanzas
absolutas de tonalidades casi místicas, pasando por análisis críticos
balanceados y con sentido positivo, hasta furiosos aquelarres de
crucifixión y repudio, pero todas las opciones con una periodicidad,
énfasis, constancia y sistematicidad que podrían llevar a pensar a
cualquiera que no esté al tanto de los detalles de la realidad de
nuestra patria que no existe más nada importante ni en Cuba ni en el mundo.
Y de los demás temas, ¿qué? Bien gracias. Será para después. ¿Para
cuando? Bueno, pues para después, eso está muy claro, ¿no? Es decir,
para dentro de poco. Como en ocasiones no se generan demasiadas
iniciativas ni ideas frescas, más allá de algunas cartas abiertas que
nadie lee y propuestas para derribar la dictadura desfilando por calles
de países extranjeros o haciendo declaraciones desde lejos, habrá que
esperar hasta cuando la música desde La Habana ponga a muchos a bailar
una tonalidad diferente en el ciberespacio, ya sea porque aparece un
nuevo artista cubano de visita en Miami, una declaración de la supuesta
"heredera" sobre los gays o la inmortalidad del cangrejo, otra reunión
de cualquier cosa en La Habana, otro enfrentamiento violento en las
calles de Caracas, algún nuevo poema, dibujo o pujo de los espías de la
Red Avispa conocidos como "Los Cinco"; el parte de una nueva batalla
ganada por alguno de los mariscales del teatro de operaciones militares
de la Calle Ocho, una trasnochada intervención de un antichavista en El
Arepazo de Weston o El Doral, o la declaración de un tonto bastante útil
del PNUD, la UNESCO o la CEPAL, sobre las maravillas de la salud pública
cubana sin medicinas ni sábanas en los hospitales, los avances de la
educación en un país donde ya hasta se habla con faltas de ortografía, o
las soporíferas estadísticas oficiales que señalan que Cuba está en el
lugar "no-sé-cuantos" de este índice o de aquel otro, y que da pie a
algunos idiotas a considerarse eruditos cuando las citan.
Al mismo tiempo, se olvida que la verdadera economía de un país no hay
que buscarla en las estadísticas, sino en la mesa a la hora de la cena y
en la cama a la hora de dormir. Por eso, preguntas demasiado sencillas
se ignoran: ¿cuál es el salario promedio de un cubano, y cuánto cuesta
en ese, nuestro país, una libra de pan, una libra de carne de puerco, un
litro de leche. O un par de zapatos, una simple aspirina, un saco de
cemento, un pantalón, un viaje en taxi, la confección de un pasaporte,
una almohadilla sanitaria para las mujeres, un minuto de telefonía
celular, un bombillo casero, un juego de cubiertos, un rollo de papel
sanitario, un litro de gasolina, o una simple llamada telefónica desde
Manzanillo o Güira de Melena a Hialeah o New Jersey?
Mientras nos desgastamos en demasiadas cosas, y asistimos impasibles a
la desfiguración de la realidad cubana por parte de mucha prensa
extranjera, por ignorancia o maldad, el régimen sigue preparando su
transición al poscastrismo, moviendo sus piezas sobre el tablero de
ajedrez diseñado hasta el detalle para que siempre la partida resulte a
su favor, disfrutando del beneplácito y complacencia de las ilustres
señorías de América Latina y el Caribe que le tratan como si fuera un
gobierno democrático, y aprovechando los menores resquicios de la
política exterior europea y estadounidense para buscar nuevas formas de
financiamiento que le permitan mantenerse en el poder indefinidamente.
Ante peligros de tal magnitud parecería que no tiene sentido
desgastarnos con otras cosas que no tienen tanta importancia. Aunque
también podríamos comenzar a tratar de demostrar que esas otras cosas
que ahora nos ocupan tienen en realidad tanta o más importancia que esas
otras anteriormente mencionadas, que a lo mejor ya no son tan importantes.
En fin, que para discutir no parece que podamos tener límites, aunque en
cuanto a resultados, como cubanos, al menos en los temas políticos, no
nos destaquemos tanto por solucionar problemas, sino más bien por crearlos.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/raul-castro-el-poscastrismo-y-nuestras-boberias-283638
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