Carromero, pretextos y chantajes
Antonio José Ponte | Madrid | 1 Mar 2013 - 5:30 pm. | 19
Ángel Carromero no ha sido más que un pretexto múltiple. Del régimen
castrista, del Gobierno español y de las fuerzas que se mueven dentro
del PP.
De visita en Madrid el pasado julio, Ricardo Alarcón, entonces
presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, recomendó al
Gobierno español que, al fijar su política hacia Cuba, no pusiera en
peligro las empresas españolas con inversión allí.
Alarcón avisó que estos eran tiempos de crisis en los que resultaba
imprescindible cuidar las inversiones en el extranjero, y recordó
mandatos anteriores del Partido Popular (PP) en los que las aparentes
desavenencias políticas (así las calificó) no afectaron las relaciones
económicas entre ambos países.
Cuba no era un gran mercado, convino, pero el momento no estaba para
perder oportunidades, por pequeñas que fuesen.
Luego de estas advertencias preliminares, llegaron sus consideraciones
acerca de lo conveniente de modificar la Posición Común de la Unión
Europea (UE) hacia Cuba. El chantaje quedaba claramente planteado: si el
PP se empecinaba en mantener aquellas sanciones, no debía esperar buenos
tiempos en la Isla para la inversión española.
Meses antes, Argentina había expropiado a la petrolera española Repsol.
Bolivia lo había hecho con empresas de Red Eléctrica Española. Cuando
Alarcón amenazaba al Gobierno español lo hacía con la fuerza de aquellos
países aliados (sin dejar de contar a Venezuela y Ecuador, expropiadores
de empresas españolas desde mucho antes). Alarcón tenía detrás suyo la
experiencia del régimen cubano en más de medio siglo de
desestabilización continental.
Dos semanas después de su comparecencia, murieron Oswaldo Payá y Harold
Cepero. Ángel Carromero, dirigente madrileño de las Nuevas Generaciones
del PP que iba al timón, fue pieza inmediatamente cobrada por la policía
política. Las autoridades cubanas habían negociado disidentes cubanos
presos con el anterior gobierno español, y ahora tratarían con el PP la
suerte de uno de sus jóvenes militantes. Fuese de izquierdas o de
derechas el ejecutivo español, La Habana siempre le encontraría algún
rehén interesante.
Ahora, al chantaje que Alarcón formulara venía a sumarse otro mucho más
instrumentable. El caso Carromero resultaba fácil de explotar en los
medios. La propaganda del castrismo podría ponerse melodramática y
hablar de ofensa nacional e injerencia extranjera. Podría sacar un Gross
del joven Carromero o, no menos falsamente, descartar cualquier
enjuiciamiento político para centrarse en la pérdida de dos ciudadanos
cubanos, cualesquiera que fueran sus ideas políticas.
Al final, la solución adoptada no prescindió del todo del procesamiento
político: hubo autoinculpación televisiva del español Carromero y del
sueco Modig.
Un pretexto múltiple
Con Ángel Carromero detenido y enjuiciado, la embajada española en La
Habana prefirió no invitar a opositores cubanos a la celebración de la
fiesta nacional. La UE propuso explorar la posibilidad de un acuerdo
bilateral con La Habana, y el secretario de Estado español de
Exteriores, Gonzalo de Benito, habló de "una evolución positiva en
Cuba". Y, según trascendió, los portavoces del Ejecutivo español, los
dirigentes del PP y las delegaciones españolas en Bruselas y Estrasburgo
recibieron órdenes de aparcar "las reivindicaciones históricas que se
han mantenido para el fin de la dictadura en Cuba, ya que eso supondría
volver a estar en tensión con el régimen castrista".
Ángel Carromero constituía el pretexto perfecto. Gracias a él, La Habana
daría lecciones de cómo despolitizar un conflicto (esas aparentes
desavenencias políticas de las que hablara Ricardo Alarcón) y, con la
excusa de un ciudadano suyo metido en justicia kafkiana, Madrid podría
anteponer sus intereses económicos a sus principios. (Si se va a ser
víctima de un chantaje, mejor recurrir al motivo más loable. La vida o
muerte de un joven queda mucho mejor que la marcha del capitalismo
español en América.)
Regresado a su país, Carromero valdría para ciertas escaramuzas entre la
dirección del PP madrileño y el Gobierno. Héroe según unos y criminal
según otros, no ha sido más que un pretexto múltiple. Del régimen
castrista, del Gobierno español y de las fuerzas que se mueven dentro
del PP.
Cuba, la democracia cubana, fueron un pretexto para él, que viajó hasta
allá con el fin de hacer méritos y ascender dentro de su partido. Vuelto
de lo terrible, se ha puesto a disposición de la formación política que
le garantiza sueldo y carrera. (Él ejemplifica un rasgo de la política
española que criticaran recientemente dos figuras del PP —Esperanza
Aguirre y Ana Botella—: todos esos jóvenes militantes sin estudios
superiores y sin más vida profesional que la que pueda manar de los
partidos.)
Dispuesto a suma fidelidad institucional, ¿contará alguna vez lo que de
veras ocurrió en aquella carretera? ¿Lo contará de viva voz, luego de
haberle confesado a la hija del difunto Payá que no existió accidente ni
esas muertes constituyen responsabilidad suya?
Si Carromero hablara se esfumaría la muy débil excusa con que el PP ha
pretendido revestir el giro de su política gubernamental hacia Cuba.
Otros rehenes, otras negociaciones
En Santiago de Chile, durante la Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la UE, el ministro español de
Asuntos Exteriores García-Margallo sostuvo un encuentro con su homólogo
cubano y pudo agradecerle la devolución de Carromero.
Zanjado aquel asunto, podían pasar a otros, así que dialogaron de otras
devoluciones y otros rehenes. García-Margallo abogó por la reapertura
del Centro Cultural de España en La Habana, mencionó la deuda de Cuba
con su país.
Por América continúaban las expropiaciones de empresas españolas
(Bolivia nacionalizaba varias filiales de Iberdrola) y de aquella cumbre
se esperaba sacar una ley de protección de la inversión extranjera. Sin
embargo, la presión de Venezuela consiguió suprimir de la declaración
final el párrafo que hablaba del respeto jurídico a las inversiones
extranjeras en América Latina.
Hace diez días, Bolivia nacionalizó un par de empresas españolas que
administraban los aeropuertos más importantes del país. De la Cumbre de
Santiago de Chile salió como presidente de CELAC un experto chantajista:
Raúl Castro.
http://www.diariodecuba.com/cuba/1362155415_389.html
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