Publicado el lunes, 11.26.12
El nuevo "batistato"
Alejandro Armengol
Parece increíble, pero es real. El proceso político iniciado hace casi
54 años en la isla, lo que en una época se llamó la "revolución cubana",
se "batistianiza". Igual mezcla de frivolidad y represión. Superstición
y acomodamiento. Complacencia con el poder y frustración cotidiana. Sólo
falta la violencia descarnada del asesinato cotidiano.
Por décadas el gobierno cubano viene repitiendo que "no hay una sola
familia cubana que en los últimos 50 años llore a un familiar
desaparecido, no hay una sola que llore a un familiar asesinado
extrajudicialmente, no hay una sola denunciando trato inhumano
degradante, torturas como las que se aplicaron en otros países de
América Latina".
La afirmación no solo ha sido cuestionada por diversos testimonios, sino
que encierra una falacia. Las formas de represión ejercidas por el
régimen cubano han sido mucho más organizadas y disciplinadas, sin tener
que recurrir, hasta el momento y en la mayoría de los casos, a la
violencia indiscriminada. Hay una porción de verdad en la afirmación del
gobierno de La Habana, en el sentido de que no hay en Cuba un historial
de desapariciones similar al que tienen diversas dictaduras
latinoamericanas. Sin embargo, este criterio no lo absuelve de su
historia represiva.
Es más, lo que en otros países es pasado, en Cuba es presente. En la
isla se practica una represión sin tregua, aunque en la mayoría de los
casos las largas condenas han sido sustituidas por breves arrestos
preventivos.
La referencia a las desapariciones tiene cierta dualidad, ya que busca
tanto la absolución como el destacar la eficiencia de la maquinaria
represiva cubana. Esta le ha permitido prescindir de acciones que tanta
"mala fama" acumulan sobre los violadores. Aunque se puede argumentar
sobre la existencia de otras formas de "desaparición" en la isla
–fusilamientos, juicios sumarios, condenas excesivas y encarcelamientos
sin la celebración de un proceso penal, para citar algunos de los hechos
ocurridos desde la llegada de Fidel Castro al poder–, hay un elemento
importante a destacar: la diferencia entre el recurrir a lo prohibido
con la intención de lograr un cambio de gobierno y el establecimiento de
un régimen que cambia las leyes y normas con el objetivo de perpetuarse.
En este sentido, La Habana lleva años cambiando las reglas, cuando se
señalan las diferencias que hay entre condenar a una persona por un
delito de opinión y el expediente de colaborar con el enemigo. Es lógico
pensar en actos de espionaje, terrorismo y sabotaje cuando se habla de
''colaborar con el enemigo''. No en el caso cubano. Para el régimen de
La Habana, esta colaboración puede ser algo tan simple como publicar una
crónica en un periódico de Miami y España.
Al igual que en cualquier sociedad, el gobierno de la isla se encarga de
definir lo que es un delito. Sin embargo, lo que disgusta a sus
funcionarios es que alguien en cualquier lugar del mundo se cuestione
esa definición.
La ira del gobierno cubano, por lo general, se expresa acompañada de la
denuncia de que la isla se enfrenta a una "guerra terrible con una
potencia nuclear", cuando en realidad desde hace muchos años en el
diferendo entre Cuba y Estados Unidos se puede hablar de la hostilidad
de Washington mantenida en ciertas acciones, normas y leyes, pero no de
acciones bélicas. Esto no lo reconocen los gobernantes de La Habana en
palabras, pero sí en actos. Difícil comprender que una nación está en
guerra con otra y al mismo tiempo le compra alimentos a su enemigo,
agasaja a los legisladores del bando contrario y celebra subastas de
tabacos donde los principales invitados y compradores no vienen de una
trinchera sino viajan cómodamente al país anfitrión. Una guerra sin
disparos y ataques mortíferos, sin cañones y acorazados.
Una contienda donde los únicos "barcos enemigos" que entran en aguas
cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación
agresora. Cuba está en una "guerra", dicen quienes gobiernan en la isla,
y no le queda más remedio que encarcelar a los "agentes" que luchan en
favor del otro lado. Sin embargo, un buen número de disidentes cubanos
ha cumplido condenas de cárcel por el único "delito" de divulgar
información y buscar cambios pacíficos.
Recalcar el carácter pacifista de su lucha no tiene otro objetivo que
establecer un contraste: ése que existe entre las sentencias drásticas y
una actividad que limita su acción al terreno de la palabra.
Raúl Castro ha utilizado una ecuación básica para mantenerse en el poder
sin grandes problemas tras la desaparición de su hermano del control
cotidiano de la situación: lograr un difícil equilibrio entre represión
y reforma. Sólo que las reformas son cada vez más tenues y con mayor
desánimo, mientras la represión se mantiene sin tregua.
http://www.elnuevoherald.com/2012/11/26/1350205/alejandro-armengol-el-nuevo-batistato.html
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