Raúl Castro, Batista
Las culpas del exorcista
Entre las tantas las teorías sobre la culpabilidad de la ruina en que se
encuentra el pueblo cubano, una explicación singular
Rafael del Pino, EEUU | 01/05/2012 10:59 am
He escuchado infinidad de teorías sobre quienes contribuyeron a la ruina
económica, política y social del pueblo cubano y quiénes son los
responsables de que eso haya ocurrido. Son tantas, que para poder hacer
un análisis de las teorías vertidas sobre que sucedió con nuestro país
me concentraré en las acusaciones de culpabilidad que más comúnmente he
escuchado.
Para muchos el primer chivo expiatorio es el propio Batista. Los
partidarios del derrocado presidente Carlos Prío Socarrás en 1952 y
otros miembros de partidos políticos legalizados en esa época consideran
que si el ex general Batista no hubiera dado el golpe de Estado
alterando el cauce constitucional de la República a solo unos meses de
las elecciones generales, la revolución de Fidel Castro no hubiera
tenido sentido alguno.
Los que apoyaron a Batista aseguran que el golpe de Estado era
absolutamente necesario dado el grado de descomposición moral de la
administración del Partido Auténtico, prisionero de la corrupción
rampante, el gansterismo y la inseguridad ciudadana.
Los estudiantes que acudieron al Palacio presidencial para brindar su
apoyo al presidente constitucional y que posteriormente formarían la
organización del Directorio Estudiantil Revolucionario señalan que el
principal culpable fue el propio Prío Socarras al negarles las armas que
prometió para defender la constitución. Acusación de cobardía que cobra
más fuerzas al conocerse que el jefe del Regimiento No. 4 de Matanzas
Coronel Eduardo Martín Helena le propuso al Presidente que se dirigiera
hacia ese lugar para encabezar la resistencia al golpe. Analistas
políticos de la época aseguran que Batista no tenía ninguna posibilidad
de éxito si el Presidente se hubiera hecho cargo de la resistencia en el
regimiento de Matanzas y hubiera convocado a una movilización general
del pueblo cubano.
Pero los dedos acusadores vuelven a apuntar hacia Batista un año después
del golpe de Estado. En esta oportunidad ya no solo por opositores sino
también por algunos de sus propios seguidores cuando el General
Presidente indulta a los que asaltan un cuartel del Ejército ocasionando
numerosas muertes en combate primero y en ajusticiamientos
extrajudiciales después. Esos mismos indultados cuando alcanzaron el
poder cinco años más tarde no tuvieron clemencia alguna contra aquellos
a quienes derrotaron ni tampoco contra quienes participaron en la
insurrección, pero se opusieron a ellos después de alterado los
objetivos y fines que promulgaban durante la lucha.
Al Tío Sam también lo señalan con bastante frecuencia como responsable
de lo sucedido en Cuba. Los partidarios de Batista alegan que decretaron
un embargo de armas que obstruccionó la lucha contra los rebeldes y que
el señor Smith, embajador de turno, le cerró todas las puertas al
Gobierno con sus presiones. Presiones que según las mismas fuentes se
debieron a represalias económicas al haber tomado el Gobierno decisiones
independientes como fue la entrega del contrato para la construcción del
túnel en la bahía de la Habana a los franceses en lugar de la compañía
norteamericana que esperaba ese contrato; la compra del nuevo parque de
locomotoras a los alemanes en lugar de la General Motors; la compra de
los vehículos ferroviarios Fiat a los italianos; la cancelación de
contratos con las subsidiarias del New York Times que suministraban
papel cambiando el suministro para las fuentes criollas de bagazo de
caña. En fin que los propios gringos tejieron soga para su pescuezo.
En estos trajines no falta el dedo acusatorio contra los empresarios y
los ganaderos criollos que ya a fines de 1958 presionaban a Batista para
que renunciara.
Después del derrocamiento de la dictadura de Batista, cuando Fidel
Castro comenzó a afectar los intereses norteamericanos con la reforma
agraria y otras medidas populistas se viró la tortilla y comenzaron los
planes contrarrevolucionarios para asesinarlo, para promover la
insurgencia en el macizo montañoso central y terminaron con el papelazo
de lanzar una invasión sin las mínimas posibilidades de éxito.
Aquí se produce lo que pudiera calificarse en el béisbol como un doble
play. De gringos a burguesía criolla a Miami. Los expropiados,
acostumbrados a que los norteamericanos impusieran el orden en su
traspatio, le cedieron el terreno al nuevo orden revolucionario
esperando a que el Tío Sam pusiera fin a la fiesta y se situaron en las
gradas a 90 millas para ver el out 27. Todavía están esperándolo.
De ahí la culpa se desplaza por varios analistas al Partido Socialista
Popular (antiguo Partido Comunista) alegando que sin haber realizado un
congreso interno, como era usual en el centralismo democrático
leninista, la dirección del Partido le entrega por completo la
organización a Fidel Castro para que, valiéndose de sus cuadros
experimentados, desplazaran a las figuras de su propio Movimiento 26 de
Julio y del Directorio Revolucionario que todavía mantenían las ideas
democráticas de una lucha que se libró para restablecer el cauce perdido
en 1952. Situación que según muchos analistas creó escisiones tanto
entre los revolucionarios que pertenecían al 26 de Julio y al Directorio
como entre los propios militantes del PSP. Desembocando en una de las
más escandalosas purgas que efectuara Fidel Castro contra los viejos
militantes del PSP conocida con la etiqueta de "Microfacción" donde se
defenestró a uno de los principales líderes, el señor Aníbal Escalante y
varios de sus seguidores, después de haber logrado el poder absoluto
sobre todas las organizaciones.
Han sido tantas, pero tantas las teorías vertidas que me ha hecho
recordar el monólogo del carismático humorista cubano Carlos Ruiz de la
Tejera donde llega un momento que no sabe si él mismo es abuelo de su
propio padre.
Hace muchos años conocí por casualidad a un personaje histórico muy
prestigioso, el Dr. Millo Ochoa, fundador del partido Ortodoxo que
asumiera la dirección de dicho partido al morir su líder Eduardo Chibás.
Coincidimos en las oficinas del Dr. Manuel A. Alzugaray, gran ortopédico
al frente de la fundación humanitaria Miami Medical Team. Como siempre
sucede cuando se junta un grupo de cubanos, las teorías políticas se
hicieron centro y volvió a emerger la pregunta ¿quién es el culpable de
la desgracia de los cubanos?
— La culpa es de todos, Del Pino, de todos por no ver más allá de
nuestras pasiones. Hoy pagamos las consecuencias —me dijo con rostro
sombrío al tiempo que describía con su índice extendido un círculo
alrededor de los que le escuchábamos.
Al salir de las oficinas del Dr. Alzugaray una señora de avanzada edad
que había oído las teorías vertidas en aquel encuentro se me acerca y me
dice casi susurrando.
— Es el exorcismo, la culpa la tiene el exorcista
Quedé paralizado un momento y como un relámpago me vino a la mente un
comentario hecho por Raúl Castro varias décadas antes, cuando los jefes
de las principales unidades militares de la región oriental fuimos
invitados a la celebración de su cumpleaños el 3 de junio de 1965 en
Santiago de Cuba. Recuerdo cuando se viró para Arnaldo Ochoa (en aquella
época segundo jefe del Ejercito Oriental) y le dice burlándose de Batista:
— ¡Lo menos que se imaginaba el "General" era que el niñito que cargó en
aquella fotografía le iba a pasar la cuenta!
Al parecer le pasó algo más que la cuenta. ¿Será por fin la culpa de
todos o de un magistral exorcista que inoculó en aquel instante el virus
del poder absoluto de un General saliente para un futuro General entrante?
Habría que descifrar aquella foto o mejor dicho aquel otro retrato de
Dorian Grey.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/las-culpas-del-exorcista-276309
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