Publicado el domingo, 05.27.12
La rebeldía y la maquinaria del alboroto
Raúl Rivero
Madrid – Para todas las campañas que el régimen cubano diseña y
subvenciona con los recursos de la sociedad que tiene prisionera, la
oposición pacífica tiene una respuesta serena y generosa. Consiste en
levantarse todos los días, con la policía apostada en la esquina o con
un mitin de repudio en la puerta de la casa, a trabajar por los cambios
radicales que quieren para el país donde nacieron.
Frente a la obstinación de un gobierno que trata de defender en sus
panfletos y con sus cómplices foráneos que realiza una práctica decorosa
en la defensa de los derechos humanos, los hombres y mujeres que luchan
por la democracia dentro de la isla son la muestra viva de las
violaciones oficiales de esos derechos.
Lo son, además, los presos políticos, las damas de blanco que están
encarceladas y enfermas (como Niurka Luque Álvarez, apresada en marzo
pasado) y una mayoría enorme, obligada a callar, que denuncia a los
violadores con su silencio.
Cuando un país que en más de medio siglo no ha podido garantizar ni el
desayuno de las familias, decide enviar al extranjero un avión con
figurones, guatacas y chechermencheres graduados, lo que hace es un
gesto hacia la nada porque sus mensajeros están contaminados por la
falta de credibilidad y las pendencias de sus promotores.
Mientras esas gestiones desesperadas levantan la algarabía pasajera de
una nota en las noticias del día, en Santiago de Cuba, en Santa Clara,
Placetas, Matanzas, Ciudad de La Habana y Pinar del Río, por ejemplo,
los líderes opositores, los activistas de base, el periodismo
independientes, blogueros, artistas irreverentes y otras personas del
interior profundo, han salido a cumplir con otra jornada de
enfrentamiento directo y sin protagonismos frente a quienes ahora tratan
de tapar el sol con un CUC.
Todo ese bullicio programado, que incluye las bienales de arte y
encuentros mundiales de expertos en piropos, tiene entre sus objetivos
primordiales el de pasarle por encima, ignorar y dejar al olvido a esos
cubanos que desde sus sitios remotos, lejos de los reflectores de la
prensa y en medio de condiciones precarias, se niegan a abandonar su
labor pacífica por la libertad de Cuba.
Esos escándalos quieren, también, elevar la graduación de los lentes de
quienes están empeñados en ver cambios en la sociedad cubana o en los
ilusos que se han creído (porque quieren creer) la historia de la
actualización o el reciclaje del socialismo. Para ellos es un recado
liberal y novedoso que se autorice a un hombre a que abra una fonda o
que otro se haga la idea de que es un comerciante porque puede vender en
su casa un pedazo de pan con queso blanco.
El griterío artificial se apaga solo. La oposición pacífica sigue su
marcha porque no es un capricho de nadie ni el fruto de una campaña de
propaganda. Es una necesidad de los cubanos.
http://www.elnuevoherald.com/2012/05/27/1212264/raul-rivero-la-rebeldia-y-la-maquinaria.html
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