Habilidades perdidas
Miércoles, Mayo 30, 2012 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -En el pasado, circulaban en Cuba
publicaciones femeninas que mostraban labores para el hogar como
bordado, tejido o costura. Algunas, como La Familia, incluían
aplicaciones para tapetes, manteles, sobrecamas. Vienen a mi memoria los
agradables momentos en que mi madre las empleaba para enseñarnos a
bordar a mis hermanas y a mí.
En las escuelas también se enseñaban manualidades: tejido, corte y
costura, bordado, repujado en cuero. Habilidades que a muchas sirvieron
y sirven para ganarse la vida honradamente.
Pero luego de la revolución, estas revistas fueron sustituidas por
Mujeres, la cual, solo al principio, contenía algunas labores, pero
estaba orientada en realidad a involucrar a la mujer en la "construcción
del socialismo".
Parece que las jóvenes de una sociedad socialista no deben emplear su
tiempo libre en frivolidades de complacencia machista, como tejer o
bordar, hacer manteles o sobrecamas. La mujer revolucionaria debe
ocuparse en defender la revolución, es decir, ir a la tribuna
antiimperialista, participar en actos de repudio y en homenajes a ex
agentes encubiertos de la Seguridad del Estado.
Cuando la niña de Maribel le dijo que quería aprender a bordar, ella se
sintió un poco avergonzada. En la beca donde había pasado su
adolescencia había aprendido a fajarse y a tener novio, pero nunca se
habló de coser o bordar. Lo único que sabe hacer es pegar botones.
Entonces comenzó a averiguar. En Lawton no hay ningún lugar donde se den
clases de manualidades. El que más cerca le quedaba era en La Víbora,
pero debía llevar una carta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y
ni ella ni su hija son federadas.
Por eso fue a ver a Josefa, una vecina de más edad, para pedirle que
enseñara a la niña. Josefa accedió, aunque le explicó que tendría que
comprar varias madejas de hilo y algún corte de tela, que solo se venden
por CUC.
Muy dispuesta, Maribel fue a la tienda conocida aún por los habaneros
como La Casa Suárez, esperando encontrar algo barato. Pero, para su
sorpresa, la empleada le explicó que ningún corte de tela se rebaja ni
se regala, aunque sea el final marcado e inservible de la tela.
Pero Maribel, que nunca pierde la calma, compró los materiales
necesarios y emprendió el camino de regreso con la ilusión de que su
hija pueda hacer lo que ella no pudo.
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