Candil de la calle
Martes, Mayo 29, 2012 | Por Leonardo Calvo Cardenas
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -Durante muchos meses los
espacios noticiosos televisivos nacionales dieron cotidiana cuenta de
los detalles y particularidades del Estudio médico psico-social con que
especialistas cubanos de diversas disciplinas recorrieron el territorio
de varios países para censar a los habitantes con alguna discapacidad y
cubrir sus necesidades básicas.
El estudio iniciado en Cuba e ideado, como es natural, por el comandante
en jefe ―el único que puede poner en práctica sus ideas sin ningún
problema― llegó hasta el último rincón de Nicaragua, Venezuela, Ecuador
y Bolivia para evaluar las condiciones médicas y sociales de los
discapacitados que serían beneficiados por sus respectivos gobiernos con
los elementos materiales que pueden significarle una mejor calidad de vida
No puedo olvidar el reportaje de la visita del equipo
multidisciplinario a una recóndita comunidad originaria del Ecuador, al
parecer bien distanciada y recelosa de la vida moderna. Allí los
especialistas y funcionarios debieron pasar todo el día tratando de
consentir a los líderes y habitantes de aquel singular enclave indígena,
al final de la jornada los anfitriones presentaron una bebida típica en
un recipiente del que bebieron para después ofrecerlo a los sobrecogidos
visitantes, quienes no tuvieron más remedio que "saborear" el brebaje.
Siempre recordaré los rostros de los especialistas quienes por cierto
solo tuvieron que entregar un bastón en aquel lugar que de seguro ellos
tampoco olvidarán jamás.
Ante tales alcances y la intensa cobertura mediática de la etapa cubana
del proceso ―la televisión nos mostraba cada día la entrega de
utensilios domésticos en avanzadas horas de la madrugada, vaya usted a
saber por qué, así como la invariable satisfacción y gratitud a la
"revolución" que manifestaban los beneficiados del momento por ser
agraciados con lo que constituye derecho de los necesitados y
responsabilidad de las autoridades― pensé sinceramente que al menos eso
habían cumplido con calidad y exactitud.
Sin embargo en mi andar por la Isla promoviendo la justicia y la
igualdad choqué con la cruda y triste realidad: son realmente muchos los
supuestos beneficiarios de este plan excluidos del estudio y por
consiguiente de sus beneficios materiales. Por razón de mi labor
humanitaria he conocido a varias familias que tienen en su seno al menos
un discapacitado viviendo en complejas condiciones médicas y materiales
sin que especialistas y camarógrafos hayan tocado a sus puertas para
concretar la atención y el respaldo que, yo como, muchos otros creímos
extendidos hasta el último de los necesitados.
En la profunda Habana Vieja, muy cerca de la Estación Central de
ferrocarril vivía la familia Hernández Hernández, con su vivienda en
deplorable estado constructivo y una promesa de solución incumplida por
casi tres décadas. La situación de esta humilde prole se agrava por
tener varios miembros con serias discapacidades.
Ernesto Oscar Hernández, el padre de familia, cuenta setenta y seis
años, padece asma crónica y diabetes mellitus a causa de la cual sufrió
pérdida de la visión y la amputación de su pierna izquierda, se
encuentra postrado en un sillón de ruedas con su pierna derecha
inmovilizada a causa de un accidente de trabajo, por el cual no recibió
indemnización alguna, su nieto Inosmay Boza de diez y ocho años padece
un retraso mental severo, además de un complejo cuadro epiléptico. Por
su parte Azanis Boza, la nieta más pequeña de once años, vive con su
pulmón izquierdo extirpado desde los cinco años.
Muy lejos de allí, en una intrincada zona del municipio Rio Cauto de la
oriental provincia de Granma, vive Marilyn Pérez Hidalgo con su hija de
ocho años Leydi Laura Ruiz quien padece una severa discapacidad
cerebral y motora como secuela de de un cuadro de Meningitis sufrida en
su primera infancia. Esta madre soltera debe dedicar todo su tiempo a la
atención de su hija, vive en una casa en estado deplorable, con un
subsidio estatal equivalente a cuatro dólares mensuales y no ha recibido
siquiera un colchón anti escaras o una silla de ruedas y mucho menos la
ayuda que precisa para construir una vivienda decorosa
En la provincia de Holguín vive Alberto Lariot Castro, joven de treinta
y tres años, parapléjico desde que hace cinco años fue arbitrariamente
detenido por agentes del orden público y en la estación de policía
local un oficial le aplicó una "técnica" que le afectó varias vertebras
y la médula. Este como otros casos de brutalidad policial está impune
todavía.
En una intrincada zona rural de la Provincia de Ciego de Ávila vive
Carmen Rosa Torres, otra madre soltera que sufre todo género de
privaciones, cargando a cuestas a su hija de diez años Laura Gutiérrez
que padece una parálisis cerebral congénita y no cuenta ni con un sillón
de ruedas para trasladarse, ni asignación monetaria alguna para cubrir
sus muchas necesidades.
Estas familias diseminadas por toda la geografía nacional tienen en
común el cotidiano sufrimiento por sus tragedias y carencias y haber
sido olvidados y excluidos por el programa que según las informaciones
oficiales ya les resolvió muchos de sus principales problemas.
Al comentar mi asombro e inquietud por estos cuadros de desamparo y
desidia gubernamental muchos interlocutores me han confirmado la
falsedad del programa que más allá de su alcance propagandístico ha
dejado a muchos necesitados en el mismo estado de desamparo y penuria de
siempre.
Resulta imposible pensar que los latinoamericanos favorecidos por el
programa que refuerza la imagen del gobierno cubano como benefactor
internacional puedan imaginar en que medida estos señores son como reza
la antigua máxima "candil de la calle y oscuridad de su casa"
elical2004@yahoo.es
http://www.cubanet.org/articulos/candil-de-la-calle/
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