1 de marzo de 2010

Cárcel y difamación

Cárcel y difamación
By ALEJANDRO ARMENGOL

La muerte de Orlando Zapata Tamayo es un llamado para que se reconozcan
internacionalmente las difíciles condiciones en que se encuentran los
prisioneros de conciencia cubanos. Debe servir de alerta también, ante
una de las tácticas preferidas por el régimen de La Habana: degradar
siempre a sus opositores.

Un paso de avance en este sentido es la declaración de Amnistía
Internacional (AI), que el viernes nombró a Darsi Ferrer, director del
Centro de Salud y Derechos Humanos ``Juan Bruno Zayas'' de La Habana,
prisionero de conciencia, y pidió al gobierno cubano su inmediata e
incondicional liberación.

En un comunicado, la organización denunció que Ferrer está detenido
desde julio de 2009 acusado de obtención ilegal de bienes, un delito que
habitualmente no comporta cárcel, que está en una cárcel de máxima
seguridad en La Habana, donde la mayoría de los presos han cometido
actos violentos, y que no ha sido juzgado, de acuerdo a un cable de la
agencia Efe. Con Ferrer, ya hay 55 prisioneros de conciencia en la isla,
según la organización.

``La acusación contra Darsi Ferrer es claramente un pretexto. Pensamos
que ha sido detenido como castigo por su trabajo para promover la
libertad de expresión en Cuba'', manifestó en la nota Gerardo Ducos,
investigador de AI sobre Cuba.

Amnistía explicó que el delito que se le imputa suele ser competencia de
un juzgado local, pero que en este caso está siendo tramitado por la
Fiscalía General, lo que ``añade argumentos a la opinión de que este
caso tiene una motivación política''.

Al igual que está tratando de hacer con el médico Ferrer, La Habana
ahora presenta al albañil Zapata Tamayo como un delincuente común, que
estaba preso por diversos delitos y había agredido a sus carceleros. En
ambos casos, hay una motivación en difamar a los opositores: rebajarlos
en su condición ciudadana, reducirlos a seres antisociales. Con
frecuencia el gobierno cubano echa mano a una serie de recursos viejos
pero eficaces: el insulto y la vejación como arma; la divulgación de
mentiras, que en ocasiones se apoyan en elementos aislados de verdad,
pero que en su totalidad presentan un panorama falso; la visión
desplazada que deforma la perspectiva de conjunto y la demonización del
enemigo. No hay originalidad en este empeño, empleado con éxito
anteriormente por la Alemania nazi, la Unión Soviética de Stalin y la
China de Mao.

En sus primeros años, la ideología castrista propuso la imagen de una
sociedad mejor pero futura. El ataque político se elaboraba a partir de
un discurso dirigido fundamentalmente contra una clase social,
capitalista y explotadora.

La deformación del lenguaje se producía de dos formas. La abstracción
servía como un medio para despersonalizar y tergiversar las palabras. Se
hablaba de la ``liquidación'' de la explotación, el ``ajusticiamiento''
de los traidores y la ``recuperación'' de las propiedades del
``pueblo''. Al mismo tiempo, se deshumanizaba a los opositores:
``gusanos'', ``escoria'' y ``parásitos'' en Cuba; ``perros rabiosos del
capitalismo'' en China y ``vampiros'', ``bastardos'' y ``piojos'' en la
desaparecida Unión Soviética.

Por supuesto que el recurrir a esos recursos tuvo un precio. El lenguaje
ideológico del castrismo nació deforme por naturaleza, por encima de
cualquier intención verdadera o bastarda de justicia social, y comenzó a
deteriorarse desde su origen.

os factores contradictorios contribuyeron a ese deterioro: el fracaso en
la concretización de su modelo ideal y los éxitos en la exclusión de sus
enemigos tradicionales. Las exitosas campañas represivas, por momentos
de verdadero terror, apuntaron hacia el exterminio o la segregación de
una clase social, y lo lograron. De forma similar y diversa el comunismo
y el fascismo habían empleado el mismo recurso, y con anterioridad los
imperios coloniales y esclavistas, aunque con distintos argumentos.
Pronto Cuba se vio libre de ``explotadores capitalistas''.

Por años se prefirió ignorar a los disidentes, catalogar como ``vicios
del pasado'' todos los intentos de crítica e identificar con la
``sociedad anterior'' a quienes se oponían al sistema. La permanencia en
el poder fue erosionando esos argumentos. El golpe más formidable
ocurrió con la crisis que culminó en el puente marítimo Mariel-Cayo
Hueso, cuando miles que eran niños en 1959 o nacidos después de esta
fecha, y trabajadores carentes de propiedades, decidieron o se vieron
forzados a abandonar el país. Ello obligó al gobierno a recurrir a una
difamación menos política y más vulgar. El ataque frontal a los
``enemigos de clase'' se sustituyó por las vejaciones y los epítetos.
Las palabras más repetidas fueron ``prostitutas'', ``homosexuales'' y
``proxenetas'' (claro que en sus versiones más crudas).

El albañil Zapata y el médico Ferrer son por edad ``hijos de la
revolución'', por el color de su piel pertenecen a esa raza que
precisamente la revolución triunfante proclamó que iba a reivindicar y
darle la posibilidad de una integración plena, pero también seres
humanos que individualmente, y sin ponerse de acuerdo, posiblemente sin
siquiera conocerse, decidieron pensar y actuar por ellos mismos. Esto
último puede llegar a convertirse en un delito en Cuba. Como hasta el
momento ha sido imposible cambiar la ley, lo que el régimen ha decidido
es convertir en delincuentes a las víctimas.

aarmengol@herald.com

ALEJANDRO ARMENGOL: Cárcel y difamación - Opinión - ElNuevoHerald.com (1
March 2010)
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/01/v-fullstory/665171/alejandro-armengol-carcel-y-difamacion.html

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