Apagón moral en la Ciudad Luz
Raúl Castro y su comitiva ni siquiera saben comportarse en París
Eugenio Yáñez, Miami | 04/02/2016 11:17 am
Así como Roma se conoce como la "ciudad eterna", París es la ville
lumière, la "ciudad luz". No por su iluminación, sino por faro de la
humanidad.
Aunque en estos días haya sufrido un apagón moral, al rendirle honores
bajo el Arco de Triunfo al tirano Raúl Castro, como parte de una visita
de Estado a Francia los días 1 y 2 de febrero. Al menos queda el
consuelo de que no se llegó al extremo de condecorar con la Legión de
Honor al nada distinguido visitante.
No nos engañemos: cuando los intereses de los países están en juego, los
principios políticos y morales se guardan para otra ocasión, si acaso
apareciese esa otra ocasión: así hacen en París y en La Habana, pero
también en Washington, Bruselas, Moscú, Beijing, el Vaticano o la
Cochinchina. Puede parecer cínico. Y lo es. A eso se le llama realpolitik.
No es nada personal: solamente intereses y negocios. Si hay que rendirle
pleitesía a cualquiera de los hermanos Castro en La Habana o en el
extranjero, lo mismo lo hacen tres Papas que monarcas, presidentes y
primeros ministros europeos, asiáticos, árabes, africanos, caribeños y
latinoamericanos. Y está esperando el momento propicio antes de terminar
su mandato el presidente de Estados Unidos Barack Obama, aparentemente
convencido de que su "legado" requiere visitar La Habana y realizar una
inclinación ante los Castro quizás más angulosa que la efectuada frente
al monarca saudita.
Por tanto, pretender crucificar al presidente François Hollande por su
recibimiento y honores en París al general sin batallas no pasaría de
pataleo de ahorcados. En última instancia, monsieur le président, que
ocupa ese cargo por voluntad de la mayoría de los votantes franceses en
elecciones democráticas, obligado a velar por los intereses de su país y
no por los de los exiliados que comparten café y croquetas en el
Versailles (el de la Calle Ocho, no el del Patrimonio de la Humanidad
francés), estaba devolviendo a Raúl Castro la acogida en La Habana
durante el mes de mayo del año pasado.
Puro protocolo solamente. Ese mismo protocolo que hizo que le président
llamara la atención directamente al "cangrejo" Raúl Guillermo Rodríguez
Castro, nieto del general de la espada virgen y escolta personal de su
abuelito, en la entrada del Palacio del Elíseo (no del "Eliseo", por
favor, como han dicho algunos ignorantes) por encimarse demasiado sobre
el protegido, interfiriendo el ceremonial. El señalado, confundido por
el regaño, trató de colocarse entonces entre dos guardias de honor
franceses antes de darse cuenta que continuaba metiendo la pata cada vez
más, hasta finalmente alejarse un poco más discretamente. ¡Ay Dios mío,
estas cosas no pasan en el Tercer Mundo ni en Moscú!
La posición de Francia es clara: quiere encabezar a Europa en la Isla
antes que lleguen "les américaines". Convencidos tal vez de que el
pastel cubano podría engordar los intereses europeos en la Isla. Y, por
otra parte, razonando lógicamente, París y Europa tienen derecho a
preguntarse que, si al fin y al cabo Estados Unidos, el más golpeado por
la "revolución" de los Castro, está mirando hacia otro lado y olvidando
propiedades confiscadas sin compensación, violaciones de derechos
humanos en Cuba, hostilidad y absoluta animadversión de La Habana por
más de medio siglo contra "los yanquis", y otorga concesión tras
concesión al régimen sin pedirle nada a cambio, ¿cuál sería la razón
para enarbolar ahora una cruzada moral e ideológica contra los
dictadores habaneros, si en cualquier momento un presidente de EEUU
caminaría por la Plaza de la Revolución o La Habana Vieja? O tal vez
incluso visitaría Punto Cero.
Es cierto que el Club de París acaba de condonar gran parte de la deuda
cubana y se le han otorgado a la Isla facilidades para el pago de lo
restante. No en los próximos 18 meses, como dijo un despistado, sino en
los próximos 18 años. Cuatro mil millones de dólares son una cifra
significativa para el empobrecido castrismo o para otras naciones
tercermundistas (como es Cuba gracias a los Castro), pero no para las
primeras economías mundiales. ¿Mejorará la situación de los cubanos de a
pie después de esta visita y estos gestos franceses? Naturalmente que
no, eso no le interesa al régimen. Recibirán oxigeno la dictadura y la
gerontocracia, nadie más.
Pero si a cambio de ese "puñado de euros" se consolida una sólida
posición europea en La Habana y se abren puertas en el mercado
latinoamericano y caribeño para el viejo continente, entonces valdría la
pena. Por eso escuchan a los ministros del régimen a cargo de la
economía cuando hablan en París como si creyeran lo que dicen. Si París
bien vale una misa, y de verdad lo vale, La Habana bien valdría un
apagón moral de un par de días en la Ciudad Luz.
Entonces, ¿que quedaría de aquellos principios de liberté égalité et
fraternité, la imagen universal de la Revolución Francesa en 1789?
Bueno, poco a poco. Es cierto que los cubanos en la Isla no son libres,
así que nada que hacer con la libertad. Que quede para otro momento,
quién sabe cuando. En cambio, casi todos los cubanos son iguales en la
pobreza, gracias al castrismo. De manera que el segundo aspecto, el de
la igualdad, ya se ha alcanzado.
Solamente falta el de la fraternidad. Sin embargo, ese es el punto más
sólido en la Cuba de los Castro. Porque desde hace muchos años, antes de
1959, existe un parque en La Habana que se llama precisamente así:
Parque de La Fraternidad.
Source: Apagón moral en la Ciudad Luz - Artículos - Opinión - Cuba
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