Vamos a ver a los muertos de la patria
¿Cuántos asesinatos como el de Ángel tendrán que ser perpetrados para 
que la noticia llegue a los oídos del gobierno?
lunes, febrero 29, 2016 |  Jorge Ángel Pérez	
LA HABANA, Cuba.- Un amigo que vive en el centro de la isla me envió 
ayer un mensaje. Acababa de leer el texto que publiqué sobre el 
asesinato de Ángel. Aunque no lo había conocido lo perturbó esa muerte, 
hasta terminó dándome gracias por lo que escribí, aunque también hizo 
reclamos; creía que algo muy importante le faltaba al texto y ese algo 
era dar, como una de las razones de esa muerte, la falta de espacios de 
encuentro para la comunidad gay en la ciudad, en toda la isla. "Eso es 
muy importante, querido. Tu texto es atinado pero adolece, por ese 
olvido". Y yo asentí.
Hace un rato sonó el teléfono. Me llamó un desconocido desde Alemania; 
dijo que se llamaba Felipe y me ofreció disculpas por la intromisión. Un 
amigo común le había dado mi número. A Felipe también lo conmovió la 
muerte de Ángel, y pensó, después de terminada la lectura, en todas las 
veces que fue por esa playa. "Yo pude ser ese Ángel". Me contó que vino 
a estudiar a La Habana desde Perico, un pequeño pueblo de la provincia 
de Matanzas. Llegó con la esperanza de que la universidad, y la ciudad 
toda fuera a comulgar con sus deseos, esos que estuvo reprimiendo tanto 
tiempo en su pueblito y en las escuelas por donde pasó; solo que no fue 
así…, también en la universidad, y en La Habana, pululaba la homofobia. 
Después de dos meses en La Habana conoció de la existencia de aquella 
playita de costa rocosa y breves arbustos. Me contó que con solo llegar 
se creyó en la gloria. "Casi suspendo el primer año".
Aquel muchacho se puso a relatar sus primeras impresiones. "Me conmovió 
que hablaras de los olores porque yo los recuerdo todavía". Allí supuso 
que era libre. "Viendo los cuerpos en medio del follaje olvidaba las 
recriminaciones de mis padres". Cada tarde se enredaba con un hombre 
diferente y olvidaba… Hasta creyó que aquel lugar era la gloria. ¡Se 
equivocaba! Pero pretendía recuperar el tiempo perdido. "Hasta que una 
vez un tipo intentó robarme después que me sedujo". Lo salvó un 
estudiante de medicina que, como él, iba a disfrutar entre las uvas 
caletas. Fueron novios durante dos años, y como no tenían casa en La 
Habana ni dinero para alquilarse se entregaron a los placeres en la 
Playa del Chivo. "Allí fuimos algo felices. Allí encontramos un espacio 
y muchos riesgos". Pero la playa era apartada…
Me di cuenta de que los dos tenían muchísima razón. Más que importante 
resulta el hecho de que no existan espacios de encuentros para 
homosexuales en Cuba, al menos para esos cubanos que no tienen un medio 
en el bolsillo. Por eso escribo otra vez. Habrá que insistir y hurgar en 
las razones que hacen tan vulnerables a los homosexuales cubanos, y 
volver sobre esas muertes, sobre sus causas. Supongo que dejé claro, en 
aquel texto, que una de las razones más significativas sigue siendo la 
legitimación que consiguieron los asesinos con esas políticas 
gubernamentales homofóbicas. La creación de las UMAP sigue teniendo 
primacía, y también la "parametración", esa que tocó a un montón de 
artistas gays. Nos toca a nosotros exigir, con mucha firmeza, al 
gobierno que se pronuncie sobre esos despropósitos de los que es culpable.
¿Qué posibilidades quedaron a los homosexuales después de estas 
políticas bárbaras? Quizá la más socorridas fue el closet. Miles de 
homosexuales terminaron casados con mujeres, y tuvieron hijos, y luego 
nietos y bisnietos, y militaron en las filas del partido comunista o 
lucieron un uniforme verde con grados en sus charreteras… Se vieron 
obligados a mentir. Fueron esos hombres avergonzados de sí mismos los 
que tuvieron que buscar un lugar para cumplir con sus deseos. A los que 
hubo siempre se añadieron otros, muchos, muchísimos…
Fueron incontables los homosexuales que precisaron alejarse de las 
miradas de los otros y de aquellos que crearon las UMAP, la 
parametración, la depuración de la universidad. ¿Y qué encontraron 
entonces? Solo quedaban los peores sitios, los más marginales, los que 
nadie quería, esos que ningún cuerdo visitaba, solo esos marginadísimos 
y vilipendiados hijos de esta patria. Uno de los más socorridos sería 
ese que está en las faldas del castillo del Príncipe, bastante céntrico 
por cierto, cerquitica del Vedado, del Cerro, de la parte más vieja de 
La Habana. En lo más alto estaba esa fortaleza que sirvió alguna vez de 
prisión, y donde trabajó Lezama, donde quizá comenzó a gestarse la 
escritura de Hombres sin mujer, ese monumento literario de la lengua que 
escribió Carlos Montenegro.
Esas reuniones también tomaron por asalto otros espacios de la ciudad. 
Muchos puntos del bosque de La Habana fueron elegidos…, y la "Potajera", 
y la Playa del Chivo, y otros, muchísimos. Ojalá que a alguien se le 
ocurra preparar alguna vez la Cartografía gay de la Habana de esos años, 
esa que aun persiste, porque las condiciones siguen siendo parecidas. 
Será preciso incluir también al exilio en esa cartografía. Es 
imprescindible que se hable de los miles de gay que salieron por el 
Mariel, mientras que un gobierno de ojos avivados, aplaudía, propiciaba, 
la salida de las "locas", de la "escoria" de la "gusanera" que eran y 
que sin duda todavía son los "maricones". Allí, a noventa millas, y 
también a muchas millas más, en insospechadas geografías, habitan muchos 
de esos hombres de los que quiso desprenderse el poder. Al parecer 
creyeron que con solo sacudirse terminaría el "mal"…
¡Se equivocaron! Los homosexuales siguieron reproduciéndose como el 
marabú, y cada vez con más fuerza, tanto que comenzaron a echarle una 
miradita, pero no tanto como al marabú; los primeros siguen siendo, por 
razones obvias, menos visibles. Por eso creo que ya es hora de que se 
debata y escriba sobre esos sitios salvajes que nos legó esa represión 
que institucionalizó el gobierno. Que se conozca que en esos lugares, y 
lejos de todo amparo, encontraron muchos a sus hombres pero también a 
sus asesinos. Esa segregación consiguió un robo ahora y otro más tarde. 
Se propició que los delincuentes repararan en los que creían más 
vulnerables… "Una mirada viril, un gesto sensual, una mano sobre el 
bulto de la entrepierna…". Razones más que suficientes…
Entonces vendría lo más fácil: dos trompadas y el: "Coño… ¿Tu eres 
maricón?". Y el interrogado que no sabe nunca si encogerse de hombros o 
decir que sí; supone que puede llegar el trastazo en la espalda, en la 
cabeza, y más tarde el cuchillo afilado y la puñalada certera, y todo 
eso para despojar a la "loca" de lo poco que lleva a esos lugares. Y 
para qué acudir a la policía si el escarnio puede ser peor. "Eso no te 
habría pasado si estuvieras en tu casa, maricón". Por qué buscar la 
protección de la "autoridad" si esa puede sancionarte sin que medie 
proceso legal alguno por "exhibicionismo". La policía puede multarlo por 
"escándalo público", abrir un proceso que lo lleve a la cárcel, incluso 
después de recibir los favores sexuales del "pájaro". Recordemos que 
muchos "pingueros" antes fueron policías.
No es por gusto que hay delincuentes en esos espacios que hasta deciden 
hacerse pasar por policías encubiertos, como aquél de quien tanto se 
comentó y que operaba en esa parte del Bosque de La Habana que corre 
detrás del Clínico de la calle 26. El susodicho era capaz de hacer la 
corte a los "mariquitas" que andaban "ligando" por allí, y cuando los 
tenía "maduritos"  hacía reclamos, exigía el carné de identidad, 
anunciaba la multa, mostraba las esposas que hasta entonces estuvieron 
escondidas, mencionaba su salario pobrísimo, los tres hijos, la mujer 
enferma… "Me salvas o te llevo preso".
Se comenta que aquel estafador quedó preso, pero todavía quedan miles 
que se aprovechan del desprecio a los homosexuales, y algunos cuentan 
con el favor de los policías. Todo eso está muy claro para la comunidad 
homosexual, pero quienes deciden no acaban de fijar su mirada en el 
asunto. ¿Cuántos asesinatos como el de Ángel tendrán que ser perpetrados 
para que la noticia llegue a los ojos y a los oídos del gobierno? 
¿Cuando permitirán verdaderos espacios de socialización? No son pocos 
los que van cada noche oscura a La Playa del Chivo, a "La Potajera", y 
en medio de tanto deseo y, sin que medie ninguna conversación,  tienen 
sexo sin la protección del condón. "La policía puede llegar y no hay 
mucho tiempo". En esa jungla el gay es siempre la presa.
Los responsables tienen que admitir sus culpas, dejar que pase la luz, 
que permitan la creación de espacios alejados de la oscuridad. No sirve 
de mucho bailar en una conga ni aferrarse a la bandera multicolor el 17 
de mayo, porque el gay corre peligro todos los días del año, desde el 
primero de enero…, hasta el último día del año.  Ojalá que quien tiene 
que entender entienda de una vez, que esa oscuridad viene resguardada 
por los asesinos y muchas veces por el SIDA. Sería buenísimo que las 
autoridades entendieran por fin que esos "maricones" que ya no están, 
son también, como quizá dijera hoy Virgilio Piñera, los muertos de la 
patria…
Felipe, el gay que nació en Perico y ahora vive en Alemania, me contó 
que cada tarde, después de las clases, se procuraba una guagua que le 
hiciera cruzar el túnel de la bahía y lo llevara hasta la playa del 
Chivo para encontrarse con algún hombre. Cuando se fue a Berlín disfrutó 
de la seducción en las conversaciones con sus semejantes. Felipe fue a 
bares gays, entabló conversaciones en una sauna y también en discotecas 
donde todos eran hombres, y jamás lo reprimieron a pesar de ser tan 
amanerado. Felipe viajó hasta Alemania para hacer un doctorado, y allí 
conoció a León, un español, en una librería; conversaron mucho mientras 
tomaban un café y al día siguiente fueron juntos a un museo, pero no 
recuerda delante de qué cuadro estaba parado cuando León le dio el 
primero de todos los besos. Confiesa que se ruborizó. "Yo creía que un 
museo no era el lugar más apropiado para un beso", pero cuando miró a su 
alrededor no descubrió ninguna mirada ofendida. Felipe se casó en Madrid 
con León y le es muy fiel. También me dijo que nunca ha vuelto a Cuba 
porque no lo dejan entrar con su pasaporte español y tiene miedo que, 
siendo cubano, vaya a terminar en una estación de policías si lo 
sorprenden besando a su marido en el Parque Central, frente a la estatua 
de Martí.
Source: Vamos a ver a los muertos de la patria | Cubanet - 
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